Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


sábado, 10 de junio de 2023

PARO POR TIEMPO INDETERMINADO


 

“Dícese de un paro de actividades laborales, realizado por los trabajadores, del cual se conoce el comienzo pero no su final”

 

 

El enorme edificio parecía en ebullición. Multitud de humanos entraban y salían por sus amplias puertas frontales, en un torbellino de colores de piel, idiomas, sexos, edades y todo tipo de vestimentas… Dentro, los que no iban de aquí para allá, estaban a la espera en el gran vestíbulo, algunos de pie, otros sentados en las bancas que había a tal efecto y no faltaban quienes, con todas las bancas ocupadas y sin querer estar de pie, se habían instalado lo más cómodamente posible en el piso. Había quienes charlaban, comían, algunos dormitaban y los que habían venido con niños los regañaban y trataban de entretenerlos de alguna forma.

Pero todos, invariablemente, estaban atentos a los grandes letreros luminosos donde esperaban que aparecieran sus nombres para ser atendidos en alguna de las pequeñas oficinas que una junto a otra, llenaban los largos pasillos que nacían en la sala.

Era estremecedor pensar que los que estaban allí eran una pequeñísima fracción de todas las personas que utilizaban los servicios de El Sindicalista. Había un sinnúmero de operadores en todo el edificio que cumplían los deberes de una agencia de empleos organizando citas laborales, coordinando viajes, solucionando inconvenientes, consiguiéndoles trabajo a quién lo deseara en planetas algunos de ellos muy lejanos.

Así funcionaba la enorme red laboral de El Sindicalista.

 

En una oficina elevada, tras una gran vidriera  con vista al inmenso y cerrado patio que hacía de vestíbulo Julius Nase –más conocido como “El Sindicalista”- miró a la periodista que lo estaba interrogando.

-¿Por qué me dicen El Sindicalista? Es como preguntarme por qué me preocupo de que la gente que me lo pide consiga trabajo… el mejor trabajo posible.

Nindé Preba, periodista de una revista interplanetaria muy de moda, carraspeó y dijo:

-¿Y por qué lo hace? ¿Por qué se preocupa por todos los que solicitan su ayuda? Aunque no lo hace gratis…

-No, no lo hago gratis. No puedo hacerlo gratis… Cómo verá hay muchas personas que trabajan aquí y hay que pagarles. Yo mismo cobro cierta cantidad de dinero, pero le aseguro que nuestros salarios no son altos, no nos estamos enriqueciendo con esto. ¡Son tantos los gastos! ¡Todo cuesta dinero! A pesar de que la mayoría de las solicitudes se solucionan a distancia y que posiblemente todas podrían ser resueltas así, muchos vienen invariablemente aquí, a veces de lugares muy lejanos. A ellos se les procura alojamiento y algo de comida… Se les da vestimenta apropiada si no la tienen y luego está el viaje hasta el lugar de trabajo… a veces son planetas muy distantes… luego están todos los arreglos que debemos hacer cuando los que nos piden ayuda están lejos… a todos ayudamos en lo que necesiten… Gastamos muchísimo dinero aquí y de alguna parte tiene que salir.

-Lo entiendo. Quizás esta entrevista pueda hacer que algún benefactor los ayude.

-Se agradecen todas las colaboraciones, de cualquier tipo.

-La pregunta…

-¿La pregunta era por qué lo hago?

-Así es.

-Porque una vez fui uno de ellos –dijo, señalando hacia el patio-… y casi muero en el intento… fue un sindicato el que me salvó la vida.

-¿Casi muere? ¿Un sindicato le salvó la vida?- insistió intrigada.

Julius parecía incómodo cuando respondió.

-Este es un planeta extraño sabe… No tenemos muchas fábricas… Sobre todo cultivamos cosas… en este mundo encontrará  decenas, centenares, de millones de hectáreas plantadas con cereales y otros vegetales que luego se venden al exterior… esa es la base de nuestra economía. Pero los precios interplanetarios bajan y suben y cuando bajan, aunque no se crea, aquí muchos tienen dificultades hasta para comer. Los grandes empresarios no… ellos pueden asimilar pérdidas y bajones de producción o de precios y si el negocio no es bueno simplemente toman su dinero y se van a otro lugar, dejando enormes superficies sin cultivar y a máquinas y humanos sin trabajo, hasta que las condiciones mejoren. Luego están los terratenientes y empresarios con algo menos de dinero, medianos digamos… estos, si las cosas van mal pueden perder todo, aunque nunca corren el riesgo de quedar sin comida en sus mesas… y luego estamos nosotros, que no tenemos nada y que dependemos de trabajar diariamente para algo tan básico como comer decentemente o simplemente comer. Así que imagínese… nosotros, los campesinos pobres, los asalariados, los empleados zafrales, siempre somos los más sensibles a estos vaivenes de precios y cambios en los volúmenes de producción…

-Debe de ser terrible depender tanto de los mercados…-le dijo la chica, animándolo…

-¡Ciertamente! ¡Es terrible! –y continuó- Estábamos en una de esas rachas… en un bajón de precios; lo que se estaba cosechando estaba cubriendo apenas los costos, había incertidumbre sobre si se seguiría cultivando inmediatamente o no y el dinero que estábamos ganando… pues, no nos permitía especular sobre si habría trabajo o no. Era casi seguro que en no mucho tiempo pasaríamos hambre. Había que buscar trabajo fuera y lo único que se me ocurrió, junto con un grupo de personas como yo fue emplearnos como mercenarios.

Las Casas de Leva Estelar abundan en planetas como éste. Casi todas las ciudades importantes tienen una. A las milicias les encantan los campesinos y aquí abundan. Saben que pueden pasar años sin que ningún ciudadano entre a llenar un formulario de enrolamiento, pero cuando la economía se cae pueden, de un día para otro, tener centenares de miles, millones, de reclutas, de buenos reclutas.

-¿Son buenos reclutas?

-Los campesinos somos los mejores…

-¿Y hay trabajos para todos en la milicia?

-¡Claro que sí! ¡Si hay algo que no falta en este universo son guerras! ¡Porque como si no alcanzara con hacer la guerra por todos los motivos políticos que se pueda imaginar, además se hace la guerra por la guerra misma!

-No lo entiendo…

-La guerra es un negocio en sí… y todos los que ganan grandes cantidades de dinero con las guerras no permitirán que se terminen.

-Es triste que piense así…

-¿Triste? Es real… Veamos…¿Usted quería saber cómo comencé a preocuparme por los desempleados? ¿Y por qué me dicen El Sindicalista? Le contaré por qué y debería de saber que mucho de lo que sucedió lo averigüé luego, preguntando, investigando…

-Cuénteme… para eso estoy aquí…- le dijo la periodista.

-Luego de firmar un contrato y de que nos adelantaran algo de dinero, que hicimos llegar a nuestras familias, nos embarcamos hacia Feel-9, donde estos contratistas tienen su base. Allí nos quedamos por unos diez días estándar o quizás más… No teníamos prisa en realidad, pues nuestros contratos eran por un período de tiempo fijo, no por una campaña en especial…

-¿Ganaban dinero sin combatir? ¿Sin trabajar?

-Pues sí… y no era nuestro problema… pero sabíamos que en algún momento íbamos a ganarnos nuestro dinero… a trabajar, como dice usted.

-Entrenaron durante ese tiempo, supongo…

-No, solo comimos y dormimos…

-Eso es extraño…

-Si, lo era, pero en ese momento solo estábamos felices… Nuestras familias tenían dinero, nosotros comíamos y todo estaba bien… Aunque yo tenía un mal presentimiento…

-Un… ¿Mal presentimiento?

-¡Ajá! No era normal no entrenar… Por lo menos se supone que tienes que practicar con el equipo que utilizarás en el combate, familiarizarte con él, practicar tiro… Cuando finalmente nos equiparon, mi presentimiento fue empeorando…

-¿Qué sucedió?

-Prácticamente nos equiparon al pie de los transportes… Nos poníamos los uniformes, nuestras armaduras, tomábamos nuestros rifles, nuestras mochilas y nos subíamos a las naves que nos llevarían a nuestro destino…

El Sindicalista hizo una pausa y continuó…

-Todo nuestro equipo estaba reluciente, era nuevo, sin estrenar, todo, arma, uniformes, protecciones… los uniformes eran muy bonitos y coloridos…

-¿Y eso no es normal?

-No… no lo es… para soldados novatos como nosotros no… Los rifles brillaban… Les vi la marca… eran BLUFU… y empecé a preocuparme en serio.

-¿Por la marca de fabricación?

-Si… había escuchado cosas sobre BLUFU… Aquí ya la conocíamos…

-Yo he comprado electrodomésticos BLUFU… ¿Son tan malos?

-No, no son malos… ¿Sabe que BLUFU es un planeta? Es un planeta que es una inmensa fábrica… Allí fabrican todo, absolutamente. Como fabrican masivamente es normal que haya mercadería que salga con problemas de calidad…

La periodista escuchaba atentamente… comenzó a alzar una ceja y pareció a punto de decir algo…

Más El Sindicalista la interrumpió-Pero el punto es que ellos tienen muy buenos filtros de calidad… Seguramente sus electrodomésticos son excelentes…

-No entiendo entonces…

-Por otro lado tienen un defecto, un serio defecto…

Al ver que la periodista no iba a comentar nada continuó.

-Ellos venden todo, absolutamente.

-No…

-Si usted es un oportunista y quiere comprar mercadería barata, en BLUFU siempre hay ofertas. No quiere decir que tengan mucha mercadería defectuosa pero es tan monstruoso el volumen que producen, de todo, que seguramente siempre hay enormes cantidades de “algo” en oferta…

-¿Y producen armas?

-Muchas… ya le mencioné que esas armas, todo el equipo en realidad, era BLUFU.

-¿Esas armas no funcionaban?

-No lo sabríamos hasta disparar, pues si algo no soy es experto en armas, pero comencé a investigar los rifles y muchos tenían defectos visibles, miras y caños defectuosos, problemas en las pantallas de tiro o simplemente la electrónica no les funcionaba, cargadores que no calzaban bien, muchas cosas… Hasta me llegué a preguntar si las municiones eran realmente municiones y si las armaduras detendrían algún disparo o todo era un chiste para hacernos parecer soldados.

-¿Pensó que podían ser una especie de “puesta en escena”?

-Eso pensé... Es más, deseaba que fuera algo así, que nuestro trabajo no iba a ser dispararle a nadie sino aparentar ser peligrosos, por alguna razón, para asustar a alguien… Quizás nos llevaban a algún lugar en donde nuestra presencia fuera suficiente para ahuyentar a rebeldes civiles, a estudiantes protestones, cosas así.

-¿Y qué sucedió?

Julius suspiró. Parecía que lo que debía recordar no era de su agrado.

-Al descender en Harmony 11, que así se llamaba el planeta, nos llevaron a unas trincheras… en plena zona de guerra. Bajamos bajo fuego enemigo y perdimos dos o tres naves transporte… Rápidamente nos escondimos en unas anchas zanjas que… pues… -suspiró- estaban llenas de muertos y heridos. Les estaban dando una soberana paliza y supuse que nosotros éramos los refuerzos.

Resultamos ser el recambio… en las mismas naves que llegamos se fueron todos los que quedaban vivos, heridos o no y también los muertos… afortunadamente se los llevaron también. Las trincheras quedaron para nosotros.

-¿Tenían miedo?

-¡Claro que teníamos miedo! Y más miedo tuvimos cuando siguieron disparándonos y nos dimos cuenta de que las trincheras por sí mismas no nos protegían lo suficiente… -respiró hondo y continuó- Y peor fue cuando pretendimos disparar con nuestras armas y muchas fallaron… no todas, pero un porcentaje alto ni siquiera disparó…

-¿Y qué hicieron?

-¡Rezar! Rezamos para que al enemigo no se le ocurriera acercarse a las trincheras… Y los que teníamos armas que relativamente funcionaban disparábamos el doble, para no mostrar nuestra debilidad…

-¿Eso resultó?

-No… al aumentar la cadencia de fuego las armas que parecían sanas mostraron otros defectos y gran cantidad dejaron de funcionar…

-La mirada desesperada de Julius a la periodista parecía revivir ese momento- Pero por el momento no atacaron las trincheras, se dedicaron a seguir machacando nuestras posiciones con cohetes y armas pesadas y algún ocasional disparo de fancotirador.

Así estuvimos por lo que pareció tres ciclos diurnos… el día allí duraba como treinta horas estándar. Nos turnábamos para descansar, tratábamos de reparar algún arma y sobre todo mirábamos hacia el lado del enemigo. Sabíamos que en cuánto decidieran atacarnos, sería nuestro fin.

-¿Y qué sucedió luego?

-Cuando pensaron que estábamos suficientemente machacados, atacaron…

La periodista guardó silencio, expectante.

El Sindicalista continuó su relato –Ya desde los primeros disparos vimos que no los íbamos a contener. Nuestro poder de fuego era muy reducido y peor todavía, la munición de la que disponíamos no parecía perforar sus armaduras… ¡Era un espectáculo horrible ver acercarse a esos gigantes acribillando nuestras líneas! En ese momento no sabía que los atacantes eran los Tourí de Kampelen, de las mejores tropas mercenarias de todo el Universo Conocido…

-¿Y cómo sobrevivieron?

-No todos sobrevivimos, pero cuando ellos llegaron a las trincheras y ya nos dábamos por muertos, de pronto el ataque se detuvo... ¡Parecía un milagro! ¡Se detuvieron!

-¿Se detuvieron?

-¡Si! Quedaron quietos, apuntándonos con sus armas, con sus armaduras  y máscaras faciales pintadas, sin moverse,  totalmente inmóviles, como si estuvieran escuchando alguna orden o conversaran entre ellos.

-¿Y luego?

-Se retiraron… totalmente. No cruzaron ni media palabra con nosotros, simplemente se dieron media vuelta y se marcharon.

-¿Eso sucedió?

-Eso sucedió… Y a partir de allí me prometí ayudar a todos los que buscaban empleo para que no cayeran en trampas como esa… Si el empleo es riesgoso, que por lo menos tengan la posibilidad de defenderse… Y luego me hice defensor de los sindicatos.

-¿Por eso le llaman El Sindicalista?

-Me llaman El Sindicalista porque un sindicato me salvó la vida.

-No entiendo…

-Luego de que nos sacaran de ese planeta o de que sacaran a los que quedábamos vivos, que no éramos muchos –aunque podría haber sido peor-, no regresé inmediatamente aquí. Quedé conmocionado por lo que sucedió en ese planeta, así que a la vez que pensaba en cómo hacer para ayudar a todos aquellos desempleados, a los  desesperados que estaban dispuestos a ir a cualquier parte y a hacer cualquier cosa sin ningún tipo de garantías, investigué lo que había sucedido en Harmony 11, hasta encontrar una respuesta … ¡Es que quería saber por qué no estaba muerto!

Escuche bien, porque aquí comienza la parte más interesante de su entrevista…

La periodista tomó un sorbo de té y se dispuso a escuchar.

 

El primer factor de esta historia eran los Taurí, las tropas mercenarias enemigas. Nuestro contratista estaba convencido de que no importaba las tropas que pusiera frente a los taurí, estas serían derrotadas por esos mercenarios. De hecho estaba pasando. Sus tropas estaban siendo masacradas y sus costos en materiales y en personal, sueldos y seguros, se le estaban yendo de las manos. En determinado momento decidió que si no bajaba los costos perdería dinero.

-¿No se podía retirar del lugar?

-No… perdería el pago del trabajo y perdería futuros contratos.

-Pero sabía que no podía ganar…

-No necesitaba ganar… el contrato solo lo obligaba a combatir, a resistirse y a tener bajas. No era necesario ganar para cobrar.

-Entonces…

-Contrató los mercenarios más baratos que pudo encontrar y les proporcionó el equipo más barato que existía.

-Armamento y accesorios BLUFU…-dijo la chica, pensativa.

-Así es, todo nuevo y reluciente, pero defectuoso… y obviamente comprado a un precio ridículo.

-¿Y ustedes también eran baratos?

-¡Claro! No teníamos experiencia militar y estábamos desesperados por ganar algún dinero. Salarios bajos y seguros de vida bajos, eso éramos. Supongo que entre el equipo y nuestros pagos poner a uno de nosotros en esas trincheras le costó la quinta parte de lo que podía haber costado un profesional.

-Y los iban a matar…

-Nos iban a matar a todos… pero aun pagando el seguro, le quedaba por cada uno de nosotros un dinero importante.

 

El segundo factor es que las fuerzas mercenarias más poderosas –y también las más costosas- están sindicalizadas. Estando organizados y en una profesión tan riesgosa, tienen determinadas garantías, mejores seguros, mejor cobertura médica, mejor equipamiento… demás está decir que ellos jamás hubieran caído en una trampa como la que nos hicieron a nosotros.

La periodista lo miraba pensativa.

 

Y el tercer factor fue la reunión.

 

Esto sucedió en una nave estelar orbitando un planeta no especificado, apenas una hora estándar antes del avance de los taurí a las trincheras que ocupaban Julius Nase y compañía en Harmony 11:

“El clima en torno a la mesa era algo áspero. El general Tini, encargado por la Federación de negociar con los sindicalizados Tourí y Senkanos, principal cuerpo mercenario con el que contaban, escuchaba con atención, pero cada vez se sentía más inquieto. La negociación no le estaba siendo muy favorable.

-¡Habíamos acordado que por cada 300 ciclos estándar de servicio se nos iba a dar una décima parte de lo ganado como premio y diez ciclos de alojamiento pago en Vontuneque!- dijo Xo´Xor, comandante taurí.

El general Tini imaginó a las huestes tourí y senkanas en los casinos y playas de Vontuneque y no pudo menos que exclamar:

-Estimado comandante, dudo mucho que a las autoridades vontuneques les agrade o acepten esa idea…

-Y por qué razón, general? Es que nuestro dinero vale menos que el de todos los otros visitantes?

-Sin duda que no, pero…

El tourí, sin duda muy molesto, lo interrumpió.

-Nos pidieron exclusividad… nos pidieron que solo peleáramos por la Federación y por nadie más. Esta condición del contrato nos ha costado perder a antiguos y queridos clientes, a muchos de los cuáles terminamos combatiendo en vuestro nombre. Hemos cumplido, con creces, nuestras obligaciones.

El comandante tourí se levantó y junto con él, tres oficiales más –dos tourí y un zenkano-. Cuadrándose dijo:

-Está claro que todavía no tenemos el respeto que merecemos. Está claro que por contrato debemos pelear sus guerras, pero también está claro que si bien nosotros cumplimos, ustedes no… así que cuando hay un acuerdo y se rompe, se rompe por las dos partes. A partir de ahora nuestros frentes de combate se detienen, sean donde sean y totalmente y así será hasta que reflexionen y revisen su situación. ¡Paramos por tiempo indeterminado, señores!

El general Tini miró estupefacto a sus colegas de la Federación y luego a los acompañantes del tourí que había hablado. Cada uno de ellos era el representante de una fracción de ese cuerpo de mercenarios, el mejor de todos los conocidos, y por un momento pensó en proponerles por separado algún tipo de acuerdo. Pero sabía que eso era imposible. Ellos estaban sindicalizados –de hecho eran un gigantesco y poderoso sindicato- desde hacía mucho tiempo y si bien eran millones, sin duda a la hora de tomar decisiones eran uno.

El tourí se inclinó levemente, sin dignarse a mirar la cara de desesperación de sus contratantes.

-Caballeros…-

Y se retiraron.

A partir de ese momento y a medida que iba llegando dicha orden,  todas las unidades tourís y zenkanas que operaban a lo largo y a lo ancho del universo conocido detuvieron sus actividades.”

 

-¿Eso sucedió? ¿Un paro por tiempo indeterminado?

-Esa es la versión más exacta que escuché de lo que sucedió.

-¡Y por eso se salvaron ustedes!

-Exactamente… ¡por un paro por tiempo indeterminado!

 

La periodista lo miró comprensivamente. Ahora comprendía cabalmente porqué el apodo.

 

 

                                                FIN

 

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