Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


miércoles, 15 de mayo de 2013

EL DESCANSO


MIS DISCULPAS POR LA TARDANZA EN "COLGAR" CUENTOS... MI TRABAJO NO SIEMPRE ES COMPATIBLE CON ESCRIBIR Y NO ME RESULTA FÁCIL HACERLO, POR MÁS QUE IDEAS -DE CUENTOS Y NOVELAS Y AFORTUNADAMENTE- NO FALTAN EN MI CABEZA. ESPERO LES GUSTEN ESTOS DOS CUENTOS Y GRACIAS POR ESTAR AHÍ...

                                 EL DESCANSO

Con una diminuta malla, ojos cerrados, anteojos oscuros y con su cuerpo lleno de tatuajes, Julius parecía disfrutar intensamente de su baño solar. Tan ensimismado estaba comulgando con el sol que apenas sintió una agradable voz femenina que le dijo: ¡Hola!
-¿Qué? –dijo el hombre, enderezando su cuerpo gigantesco. La chica que le había hablado lo miraba curiosa desde su izquierda. No estaba sola, sino con un grupo de jóvenes, alguno de los cuales también lo miraba con gran atención. Se sentía algo desconcertado. Miró a la chica, a sus amigos y amigas, a la gran piscina que tenía frente a sí, en donde varios humanos disfrutaban de la agradable temperatura del agua y buscó con su mano un enorme vaso de refresco que había dejado a su costado. En ese momento la chica habló nuevamente.
-¿Está bien? Su refresco seguramente ya está tibio… por el sol –le dijo, señalándole el cielo-¿Puedo hacerle una pregunta? ¿Y a cambio lo invito con otro refresco?
 -¡Por un refresco puedes hacerme todas las preguntas que desees!
¡No es bueno deshidratarse! –dijo y terminó sonriendo -¿Qué pregunta deseas hacerme?
-¿Cuál es su nombre?
-Julius… ¿Esa es la pregunta?
-¡No! ¡Yo soy Pris! ¡Mucho gusto!- dijo la bella chica a la vez que se acercaba y le ofrecía su mano- Y como ves tengo varios amigos y amigas… Betty, Aura, Lucas, Carlos, Tino, Pamela, todos muy simpáticos…
-¡Hola a todos!- dijo el hombretón, mientras se sentaba y apoyaba sus pies en el piso- ¿Qué querías saber Pris?
-Es que uno de mis amigos, Carlos…-el aludido saludó con la cabeza- es tatuador profesional, ha trabajado en varios planetas, participado en concursos… ¡Y dice que hay tatuajes que tú tienes que nunca los había visto!
-¡Ah, mis tatuajes! Acérquense si quieren, mírenlos y pregunten. Sé que algunos son raros.
Carlos fue el primero en acercarse y mirarle atentamente brazos, piernas, cuello y torso…
-¿Qué opina, joven Carlos? –le preguntó Julius.
-¡Es usted una muestra de tatuajes extraños! ¡A la mayoría no los conozco! ¿Dónde se los ha hecho?
-En varios mundos… algunos no muy conocidos.
-¿Has viajado mucho?- le dijo Pris.
-Bastante, podría decirse…
-¡Este es uno de los más extraños que haya observado! –dijo Carlos, señalando uno en particular- ¡Nunca había visto una tinta tan brillante!
Julius miró el tatuaje en cuestión.
-Este es uno de los tatuajes más exclusivos que existen. Por eso se utiliza esa tinta.
-¿Qué quieres decir con eso de exclusivo?- dijo Carlos.
-¡Yo sé que quiere decir! –dijo otro de los chicos-¡Quiere decir que muy pocos humanos lo tienen! ¿Es cierto?
-¡Totalmente!- dijo Julius sonriendo.
-¿Y donde te lo hicieron?
-¿En realidad quieren saber?
-¡Claro! ¡Todos queremos saber!- dijo Pris, a la vez que le entregaba un gigantesco vaso de refresco.
-¡Gracias! –dijo el hombre y bebió lentamente del frío líquido, disfrutándolo- Me lo hicieron en Drixu-28, antes de entrar a El Pabellón Oscuro.
-Pero… ¡Drixu-28 es un planeta prisión!
-¡Y El Pabellón Oscuro no existe! ¡Es una leyenda!- dijo otro de los jóvenes.
-¿Es cierto que Drixu-28 es un planeta prisión?- le preguntó algo temerosa Pris a Julius, mientras se apartaba imperceptiblemente.
-¡No temas! ¡Hace largo tiempo que mi conducta es intachable! ¡Estoy disfrutando de un merecido descanso y lo que menos quiero es asustar o hacerle daño a alguien! ¿Por qué no hablamos de otra cosa?
-No, no, creo que nunca habíamos estado tan cerca de alguien salido de un planeta cárcel. ¡Es fabuloso! ¡Por eso tantos tatuajes!
-En realidad no todos me los hice allí…
-Y dinos… ¿Cómo es ese planeta prisión?
-¡Duro! Hay varios planetas donde tienen delincuentes y Drixu-28 es  de los más duros.
-¿Pero qué cosas hacen con su tiempo? ¿Qué sucede allí?
-¿Quieres saber que hacen los prisioneros? Lo normal, supongo, comer, dormir, trabajar la tierra y entrenar.
-¿Trabajan la tierra?
La pregunta evidentemente lo divertía a Julius, quien dijo sonriendo-¡Necesariamente! ¡El que no cultiva, no come! La Federación quiere que las cárceles sean autosuficientes, por lo menos en lo que respecta a su alimentación. Eso obliga a los prisioneros a trabajar, pues es necesario alimentarse bien.
-¡Por las peleas!- dijo Pris.
-¡Tú lo has dicho! Deben saber que todos los que cometen delitos con más de diez años de pena están obligados a combatir en El Campeonato… que es el caso de todos los que están en Drixu-28.
Julius pensó en El Campeonato, un torneo de luchas a muerte en donde participaban humanos y no humanos y que era uno de los deportes más extendidos en toda la Federación. Los premios en dinero eran muy importantes y cualquiera podía participar, pero muchos convictos estaban obligados a hacerlo.
-¿Todos tienen penas de más de diez años?
-¡Todos! ¡Y algunos llegan a tener condenas de más de cien años!
-¿Cómo es posible eso? ¡Nadie vive tanto!
-Hay muchos que por dinero, placer o por sus convicciones ideológicas han quitado decenas, cientos, miles de vidas. También existen quienes sin haber matado a muchos lo han hecho de una forma terrible, mostrando lo monstruoso de su ser interior… A todos ellos se los pena con muchos años de prisión, tantos que la vida no les alcanzará para cumplir sus condenas -Julius se puso sombrío –Pero para eso está El Pabellón Oscuro –dijo.
-¿Entonces El Pabellón Oscuro existe?
-¡Pensábamos que era una leyenda!
-Lamentablemente no es una leyenda- dijo Julius, pasándose la mano por el tatuaje que brillaba como si estuviera vivo –Y según los tribunales un año allí vale como diez afuera. De esa forma no importa que tan larga sea tu pena, siempre podrás cumplirla.
-¡Eso es tenebroso!- dijo una chica.
-¿Pero porqué dicen que es el peor castigo jamás inventado?- preguntó Pris.
-Porque el Pabellón Oscuro excede todos los castigos conocidos hasta ahora.
-¿Los torturan?
-¡Claro que nos torturan! Al principio, cuando recién llegas, es aterrador… ¡Realmente! Con el paso del tiempo, a medida que los castigos te van quebrando, la tortura disminuye y finalmente, cuando están satisfechos de los resultados que han logrado con sus asquerosos métodos, te dan algunas horas de descanso, de felicidad, de paz…- dijo Julius, entrecerrando los ojos.
-¿Pero qué les hacen exactamente allí?
-¡Veo que tienes un interés algo enfermizo en el sufrimiento ajeno!- le dijo Julius al joven –Lo primero que te hacen al entrar, es este tatuaje, este otro y por supuesto este –dijo señalando los tatuajes no sin cierto orgullo- Luego te colocan en animación suspendida.
-¿En animación suspendida? ¡No entiendo!- dijo Pris.
-¡Querida, te desnudan completamente, te hacen un exhaustivo examen físico, te conectan sensores por todo el cuerpo, una especie de casco en la cabeza y te meten en un ajustado tanque, donde te sujetan con una red de fuerza!
-¿En un tanque?- dijo asombrado uno de los jóvenes.
-¡Eso dije! ¡En un tanque! Luego lo llenan con una mezcla de gases que hace que tu ritmo metabólico baje, casi, casi, a cero… ¡Puedes estar muchos años así!
-¡Es horrible ese castigo!
Julius se rió –¡Ja, Ja! ¡Ese no es el castigo!
-¿Cómo que no es el castigo?
-No, jóvenes, no… Tu cuerpo está casi muerto, pero mantienen tu mente viva… ¡Y lo que castigan es tu mente! En una cárcel común, siempre tienes la posibilidad de pensar en cosas hermosas en algún momento. Puedes pensar en tu familia, si alguna vez tuviste una, o en una hermosa mujer, o en el aire libre, en bellos paisajes, en lo que quieras que te dé paz y tranquilidad, y olvido… pero no en el Pabellón Oscuro. Allí los carceleros están “dentro” de tu cabeza y ellos dicen que tienes permitido pensar y que no. Es una cárcel dentro de otra cárcel.
-¿Los carceleros son humanos?
-Humanos y no humanos y son muchos, porque allí no se duerme, nunca se duerme. Allí no existe la realidad como la conocemos, es todo sueño, o quizás una manifestación extraña de la realidad –dijo como para sí- y todo absolutamente es controlado por ellos. No sé de donde han sacado la tecnología, pero son capaces de llevarte, sin ningún tipo de resistencia, a donde ellos quieren. Te obligan a pelear por tu vida en planetas extraños, te obligan a vivir situaciones horrorosas y miserables en cien mundos distintos, te obligan a ver y tocar víctimas de sangrientos asesinatos, tuyos o ajenos, te obligan a revivir todas las malas decisiones que has tomado en tu vida –Julius estaba algo emocionado-. Incluso utilizan los recuerdos que tienes de los seres que más quisiste para torturarte, pues hasta el más infame asesino quiso a alguien alguna vez. Los carceleros buscan dentro de ti esas cosas buenas que te han pasado, esos recuerdos y los utilizan para castigarte, de mil formas. Chicos, les digo que hasta el más cruel y desquiciado asesino se quiebra allí. Todos, tarde o temprano.
-¿Y luego?
-¿Luego? No importa cuándo te “quiebres”, pues cualquiera sea tu condena debes cumplirla y debo decirles que es erróneo tomar un año allí dentro por diez de afuera ¡Tendría que ser cien años afuera! Aunque hay algo positivo y es que cuando notan que hay un cambio en tu mente, en tu forma de pensar, te comienzan a dar recreos, te envían a lugares hermosos, te hacen compartir momentos agradables con otros humanos, puedes distenderte, sentirte feliz por unas horas… Ustedes les llamarían vacaciones y nosotros “descansos”.
-¿Entonces cuando creen que están “reformados” o arrepentidos, dejan de castigarlos?
-¡Nunca dejan de castigarte! Pero te dan algunas válvulas de escape mentales.
Pris carraspeó y dijo –No quiero ser molesta pero desde hace bastante rato quiero preguntarte porqué te enviaron a El Pabellón Oscuro… y hace cuánto que saliste.
-¿Por qué estoy allí? ¡Hice cosas demasiado horribles para contarlas! Y sobre la segunda pregunta… creo que hay una confusión. ¡Yo estoy en uno de mis descansos aquí, mi cuerpo todavía está en El Pabellón Oscuro! ¡Pensé que lo sabían!
En ese momento todas las sorprendidas y juveniles caras se diluyeron, junto con el cielo, el sol, la pileta… todo se esfumó y Julius sintió una voz profunda que le dijo:
-¿Disfrutaste de tu descanso, Julius?
-Si, gracias, hasta pude sentir el sol en mi piel… ¡Y saborear el refresco!
-¡Estoy orgulloso de ti! Te has comportado muy bien.
-Si, es extraño… ¡Los chicos parecían tan reales! ¡Todo parecía tan real!
-¡Que bueno que te haya agradado! Ahora quiero que hagas un poco de ejercicio. Mira, existe un planeta llamado Prastikri en donde hay unos grandes animales a quienes les encanta la carne humana. ¡No, no te asustes! Solo debes mantener una carrera uniforme y ninguno logrará alcanzarte… ¿Quieres saber por cuánto tiempo? No te preocupes, no te exigiré más de lo que puedes dar… ¡Pero no te detengas hasta que yo te diga! –le dijo la voz, retumbando en su cabeza.
En un instante, Julius se encontró de pie en el blando y húmedo piso de una selva espesa y oscura.
-¿Mantener una carrera uniforme aquí, con troncos caídos y todo lleno de lianas y arbustos?- pensó. Levantó un pie, luego otro, el barro parecía sujetar sus botas…
-¿Cuánto tiempo soportaré corriendo aquí?- se preguntó. En ese momento un aterrador bramido se escuchó a su espalda, no demasiado lejos… y comenzó a correr.

FIN



EL DERECHO A ELEGIR


-¡Me siguen, me siguen y ya no sé que hacer!- le dijo Urti al zoopsicólogo -¡Usted es la única esperanza que me queda!
El profesional miró a Urti críticamente. Estaba bien que hubiera conseguido una cita, pues era su política no negar una consulta si era por un asunto de urgencia,  pero no entendía como su secretaria le había permitido el paso a un individuo tan mal entrazado… La ropa que lucía estaba sucia y desgarrada y parecía, sin duda, que se había vestido a toda prisa, quizás a la carrera… Se sentía un aroma a sudor y a suciedad, que traspasaba sin problemas los casi cuatro metros que los separaban, él en su cómodo escritorio, tomando notas y el paciente recostado en un sillón, que sin dudas necesitaría luego una concienzuda limpieza. Pero la mala imagen no terminaba ahí; su cabello estaba largo, sin peinar y ostentaba una barba bastante descuidada. En resumen, todo en su cliente dejaba ver descuido y desaseo… ¿Tendría para pagarle la consulta?
-¿Quiere usted decir que las ripechengas lo persiguen todo el tiempo?
-¡Así es! ¡Constantemente!
-Eso no es nada para nada normal- dijo el zoopsicólogo, de nombre Nindi Turi y que parecía algo más interesado en el caso.
Era extraño que las ripechengas, unos animalitos bastante movedizos y sumamente escurridizos persiguieran a un humano… cuando en general lo que hacen todo el tiempo es huir de ellos. Es que la carne de las ripechengas es sumamente sabrosa, ya sea asada, o cocida o aún cruda con una preparación especial que existe para el caso. ¡Y no tienen idea de lo exquisita que resulta la sopa con huesitos de ripechengas y unos opretes –sin semillas- y tronvas e inopetotes  cortados en cubitos! Bueno, es el plato típico de la región de donde soy originario, zona en donde, justo es decirlo, las ripechengas están al borde de la extinción. En fin. Me distraje un poco. Lo cierto es que a nosotros, los nativos de este sumamente hermoso planeta llamado Etunenen, nos encantan las ripechengas y las cazamos con verdadero entusiasmo, lo que hace difícil pensar que las ripechengas puedan sentir algo distinto a temor de uno cualquiera de nosotros.
-¿Cómo dijo que se llamaba?- preguntó el profesional, mostrándose cada vez más interesado. Además de su interés culinario por las ripechengas, veía una oportunidad única de indagar en la psicología de un animal tan sabroso. Se permitió pensar apenas cinco segundos en la mencionada sopa; se le hizo agua la boca.
-Urti… Mi nombre es Urti.
-Así que lo persiguen… ¿Y tiene idea de por qué?
-¡No, claro que no! ¡Pero me enloquecen! ¡Me hicieron perder los últimos cinco trabajos que tuve, no me dejan asear, ni cambiarme de ropa, nada…!
-De todas formas, a pesar de estas, digamos… molestias, se ve usted en buen estado de salud…
En verdad, Urti parecía bien alimentado, en contradicción con su estado exterior.
-Es que me alimento bien…
-¿Ah sí?- el zoopsicólogo, quizás por ser casi la hora del almuerzo, tendía a pensar en alimentos y obviamente en alimentarse… -¿Y qué come?- le preguntó finalmente.
-¿Cómo qué como? ¡Ripechengas! ¡Si es lo que tengo más a mano!
-¿Se come las ripechengas?- dijo el profesional, escandalizado -¡Yo pensé que les tenía cariño, que las cuidaba, las mimaba…!
-No, para nada… me encanta su sabor.
-¿Y como las prepara?- preguntó, mientras comenzaba a tomar nota mentalmente.
-Con una salsa de abrójolis con peturanante…
-¿Con salsa de abrójolis? ¿Le gusta el abrójoli?
-¡Me encanta! ¿A usted no le gusta?
-No es algo que me enloquezca precisamente… ¿Y siempre las prepara igual?
-¡Siempre! –y luego agregó- Pues a las ripechengas si las enloquece…
-¿A las ripechengas?
-¡Si, les encanta el abrójoli!
-Y siempre están a su alrededor, supongo…
-¡Claro! ¡Eso es lo que le quiero decir!
El zoopsicólogo se quedó pensando algunos minutos.
-Quizás, solo quizás- dijo- las ripechengas estén haciendo uso del derecho a elegir de cómo ser cocinadas…
-¿Le parece?
-Ya saben que posiblemente terminen en la cacerola de alguien, por lo que lo único que hacen es elegir cuál será…
-¡Es increíble!
-Esto demuestra que las ripechengas son más evolucionadas de lo que se pensaba… ¡Ha marcado usted un hito en la ciencia! ¡Seguramente habrá un antes y después luego de este fenomenal descubrimiento! ¡Haremos historia!
Urti carraspeó, algo impaciente, interrumpiendo el emocionado discurso de Turi.
-¿Pero como soluciono este problema, doctor?
-Fácil… ¡No cocine más con abrójoli y verá que las ripechengas se alejarán de usted!

Dos meses estándar más tarde un bien vestido, más delgado y prolijo Urti saludaba en su consultorio al siempre afable Nindi Turi.
Al verlo no pudo menos de notar que parecía algo despeinado, con una barba algo salvaje y la ropa que vestía estaba algo ajada y quizás hasta algo sucia… En contraste, parecía haber ganado tres o cuatro o hasta cinco kilogramos.
-¡Tenía razón!- le dijo al doctor, luego de apretarle fuertemente la mano –¡Abandoné el abrójoli y las ripechengas me devolvieron mi vida!
Nindi lo miró y sonrió. Urti no pudo contenerse y le preguntó -¿Le sucede algo, doctor?
-Nada… Solo que me estoy haciendo adicto al abrójoli –dijo, al tiempo que se tocaba el ya prominente abdomen…

                                            FIN