Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


domingo, 6 de agosto de 2017

EL AMOR ES MÁS FUERTE

                            
¡Estoy contento! ¡Qué planeta hermoso! Y sobre todo… ¡Oloroso! ¡Esa es la palabra que lo describe perfectamente: oloroso! ¡Perfectamente oloroso! O con los olores perfectos, quizás… Asomado a la ventana de mi hermosa y gris cabaña miro los bellos y ajados campos plagados de madrigueras y obras herrumbrosas y restos orgánicos sueltos por aquí y por allá –con fines puramente decorativos- y algunos hermosos esqueletos desperdigados aparentemente sin orden y aspiro o más que eso, me lleno totalmente los pulmones con ese olor a descomposición, a podredumbre, a desorden molecular, a materia orgánica que va camino a otro lugar… al inicio obviamente, al inicio de todo lo que hace este mundo –y todos los mundos-.
Y hoy todo tiene un olor especial, pues es el feliz aniversario de mi reencuentro con la primera mujer que me hizo entender el verdadero significado del amor.
                  

El refrigerador vacío, los bolsillos vacíos, la renta tan atrasada que solo a base de ruegos me mantengo en este humilde rincón que me hacen pasar por apartamento… y las facturas que siguen llegando y acumulándose. Ya no tengo energía eléctrica y el agua hace ya cierto tiempo que la traigo en contados cubos desde la habitación de mantenimiento –algo que funcionará hasta que el conserje me descubra-. Ya no tengo más crédito. Nadie en su sano juicio me prestaría ni un par de monedas pues todos saben que no tienen la mínima esperanza de recuperarlas. Ni siquiera tengo dinero para el vodka que debo beber todas las noches para poder dormir –necesito por lo menos medio litro… sin él no hay sueño-.
Como no puedo dormir, lo único que se me ocurre hacer es salir a caminar por esas calles en donde pasa de todo menos lo que yo desearía, algo como encontrar un miserable billete que me permita  comer o beber algo.
Nada.
Creo en la fortuna, es más, estoy convencido de que existe… la mala fortuna sin duda. Sobre la buena fortuna, supongo que existe en algún lugar… en algún lugar muy lejos de mi alcance.
Les diré que, aunque hayan escuchado o leído lo contrario, no merezco lo que me pasa, para nada.
Todo comenzó, como algunos sabrán, con un espléndido –y desgraciado- artículo sobre la utilización de zombies en algunos proyectos de colonización del gobierno interestelar. Si, si, dirán que la epidemia zombie ya pasó a la historia –o a la prehistoria-, que cómo usen los zombies es algo totalmente intrascendente y que los pueden usar como quieran pero… aquí comenzaron mis problemas. Al hacer una serie de artículos sobre esta curiosidad –que no era para menos- encontré algunos elementos, perdidos, no enlazados, que me hicieron sospechar en la zombificación forzosa auspiciada por el gobierno. Quizás no era algo actual; quiero decir que quizás no estaba ocurriendo en ese momento, pero había indicios de que sí había ocurrido. Supongo que alguno de ustedes, desde la comodidad de sus hogares y desde la perspectiva de poder mirar hacia atrás sin mayores preocupaciones ya casi han olvidado lo que supuso la epidemia zombie que comenzó a principios del siglo 22. Tuvo su origen en una peligrosa cepa viral que se escapó de un laboratorio en donde se experimentaba con estos microorganismos con fines, vale la pena recordar, nada amistosos o dicho en otras palabras, para ser usados como armas biológicas. Este virus provocaba la “zombificación”, que se manifestaba como una especie de enajenación rabiosa, con unas irrefrenables ganas de morder todo lo vivo que se cruzara. Morder, podría pensarse que era un reflejo alimenticio, pero es erróneo decir que los zombies se alimentaban así como nosotros… Su locura los llevaba a morder y morder contagiaba y así comenzó la epidemia. Obviamente fue controlada pero habían mantenido cepas aquí y allá en distintos laboratorios, para su estudio. Y éstos revelaron que los “muertos en vida” podían ser utilizados en la colonización espacial. Hasta aquí no había descubierto nada censurable, nada que cualquier ciudadano preocupado o curioso no hubiera podido descubrir. Pero luego la información se tornó turbia y progresivamente difícil de conseguir. Ya de por sí parecía un disparate utilizar zombies en la colonización… Pero soltarlos en planetas inexplorados era la mejor forma de sondear esos mundos, de estudiar su peligrosidad real, de ver la reacción de la vida nativa ante esta nueva especie e  incorporando cámaras y otros sistemas de vigilancia a los “visitantes” podían evaluarse una cantidad de factores de forma menos costosa y con más complejidad que utilizando ingenios mecánicos o mecanorgánicos. Los zombies no sentían dolor, no sentían miedo y arrasaban con todo lo vivo. Mejor imposible.
Tuvieron mucho éxito, especialmente en un mundo –el que actualmente conocemos como Esperanza-, en donde superaron todas las expectativas.
En el subsuelo de ese planeta viven unas criaturas muy industriosas llamados talaranes. Cabe destacar que además de industriosas son muy agresivas o dicho en otras palabras, totalmente inamistosas. Además de su mal humor siempre están hambrientas –quizás por eso siempre están de mal genio-. Lo cierto es que cuando liberaron zombies en ese mundo, los talaranes salieron a la superficie y descubrieron que los zombies eran irresistibles… ¡La carne zombie les fascinaba! Claro que mientras los talaranes salían masivamente a  cazar zombies en la superficie –zombies que las naves terrestres tenían buen cuidado de que fueran siempre abundantes-, equipos humanos se metían en el subsuelo y robaban un producto que fabricaban los talaranes. Era algo natural, una secreción, con lo que envolvían sus madrigueras y fabricaban casi todo lo que utilizaban…herramientas, vestimenta, muebles , todo… un producto que era extraordinariamente valioso y obviamente muy raro.
Así funcionaba esta “industria”. Los talaranes abandonaban sus cuevas a cada oleada de zombies y los humanos saqueaban sus madrigueras. Pero… -aquí viene el primer “pero” de la historia- el suministro de zombies tenía que ser continuo y abundante y no existían los suficientes “candidatos” usuales a la zombificación en los mundos conocidos. Me explico. Humanos ancianos, con enfermedades incurables, asesinos convictos, terroristas, rebeldes de cualquier tipo –era una solución perfecta para los opositores-,  todo ellos podían ser candidatos a la zombificación. Pero pronto no fueron suficientes y comenzaron a desaparecer personas que, bueno, eran personas comunes. Quizás eran personas descuidadas, vagabundos, gente que andaba sin tomar precauciones por las ciudades; incluso se perdían algunas naves de colonización o desaparecían asentamientos humanos de algún remoto planeta.
Eso fue lo que comencé a investigar y eso fue lo que me llevó a la ruina. En breve fui “borrado” de todos los circuitos laborales; nadie quería darme empleo, nadie aceptaba mis artículos… Caí en un abismo, en todo sentido.
 Nunca fui un gran periodista de todas formas, pero mis ingresos me habían alcanzado, hasta ese momento, para vivir como se debe… y eso se había terminado. Me las arreglé para cambiar de identidad por vez primera –algo que tuve que hacer periódicamente- y comencé a deambular por varios planetas y en ellos por varias ciudades… Casualmente fue en este último mundo, donde había ciudades especialmente grandes que decidí perderme en la más populosa de todas… y en donde mi suerte no cambió para nada. Apenas sobrevivía con algunos pequeños trabajos, cortos y con ingresos lamentables y para colmo de males, luego de una decena de cambios de identidad ya no estaba seguro de si había sido periodista alguna vez o si había pasado toda mi vida saltando de un mal empleo a otro, igual o peor de malo.
Así estaba mi suerte.
Caminando llegué a una de las grandes avenidas de la ciudad y por inercia terminé frente a los ventanales de la gran agencia UNINEWS… o Universo Noticias, la más importante empresa de videocontenidos de ese sistema estelar. Era un lugar ideal para distraerse, con esas enormes pantallas que muestran noticias y todos los demás programas de esta cadena.
Allí vi el aviso: “Se necesitan reporteros exteriores. Muy buenos ingresos.”
No entendí en absoluto lo que querían decir con “reporteros exteriores”  pero sí tenía bien claro el “muy buenos ingresos”. No sé qué tan buenos serían pero… ¡Qué falta me hacían! Dada la hora que era y la hora en que comenzaban las entrevistas, me pareció razonable esperar lo más cerca posible. Estaba claro que ya no iba a dormir.
Frente al edificio había una pequeña plaza, apenas lo suficientemente grande para una linda fuente, algunos bancos de cemento y poco más. En el centro de la fuente y con sus pies mojados constantemente por el agua de los surtidores, había una estatua que pude comprobar era un homenaje al fundador de Universo Noticias.
Sentado, trataba de no pensar en nada, aunque recurrentemente venían a mi cabeza los recuerdos de mejores tiempos; es más, hacía apenas una semana atrás tenía dinero para todo el vodka que pudiera beber… aunque también es cierto que ya me habían cortado la energía eléctrica y el agua.
Por dos veces fui interrogado por la seguridad del edificio y una por la policía que rondaba por el lugar pero mi respuesta, es decir que deseaba ser el primero en postularme a un trabajo por la mañana, les resultó aparentemente satisfactoria.
Un rato antes de que las oficinas abrieran e incluso antes de que la marea humana comenzara a inundar el lugar metí mis manos en la fuente, bebí unos sorbos y me higienicé lo mejor que pude –y obviamente, lo mejor que podía hacerlo en un lugar público-.
A la hora que el edificio abrió sus puertas, yo estaba preparado, fresco y elegantemente peinado a mano, aunque con un saborcito algo metálico en la boca –posiblemente la calidad del agua no fuera la mejor-.
En la recepción, a pesar de mi inclasificable aspecto, me atendieron amablemente y me indicaron el piso donde funcionaba la oficina de recursos humanos. Fue en el ascensor que me sucedió algo que cambiaría mi vida.
En el momento que ya había entrado en él y la puerta comenzaba a cerrarse, una chica llegó corriendo –imprudentemente debo decir-, tropezó y por poco se da contra el marco metálico. Afortunadamente no lo hizo, aunque cayeron –dentro y fuera del ascensor- una cantidad importante de carpetas –auténticas carpetas con papel impreso dentro- que llevaba en sus brazos.
Cuando levanté presuroso la mayor cantidad de ellas y se las ofrecí, advertí que estaba ante una de las mujeres más atractivas que hubiera visto en toda mi vida… y me estaba mirando fijamente.
-Este… son suyas, señorita- le dije
-Gracias- dijo ella, con una voz apenas ronca e inmediatamente me preguntó -¿Eres tú el que huele tan mal?
Su franqueza me conmocionó –o quizás fue su falta de tacto, no sabría precisarlo ahora- pero le contesté que ya hacía algún tiempo que no me higienizaba adecuadamente –omití comentarle sobre la
fuente-.
-Tendrías que haberlo hecho! ¡Francamente hueles mal!
-¡Y usted huele maravillosamente bien! Si consigo el trabajo que vine a buscar, la próxima vez que me vea estaré aseado y bien vestido, se lo aseguro- le dije entusiasta.
-¿Vienes a pedir trabajo?
-Necesitan reporteros exteriores… Yo seré uno. A propósito… ¿De qué se trata el trabajo en sí? ¿Tiene idea?
-Les llaman reporteros exteriores a los que cubren notas en otros planetas…
No pude evitar notar cierta pena en su mirada.
-¿Es muy malo ese trabajo?
-Depende de dónde te envíen… Pero sucede que las notas peligrosas son las que dan más dinero…
-Así que posiblemente me envíen a lugares peligrosos…
-Ajá.
-Pero se regresa… ¿o no?
-La tasa de mortalidad es elevada pero muchos regresan obviamente.
-Claro, por los que no regresan es que necesitan nuevos- dije, muy contento por mi deducción.
-Cuando hay vacantes se contratan nuevos periodistas; en todas partes sucede así.
-Lo entiendo- dije, sintiendo un ligera turbación en mi estómago, turbación que terminó en un incómodo sonido… podría ser miedo o preocupación pero creo que era simplemente hambre… ¿Hacía cuánto que no comía?
-¿Ese ruido es en tu estómago?
-Creo que sí… Es que no he estado comiendo muy bien, pero todo se solucionará -terminé, sonriendo, pues no podía dejar de sentirme optimista ante su angelical presencia.
La puerta del ascensor se abrió y me dijo que la siguiera. Caminamos por un pasillo hasta unas sillas, que empotradas al piso y a lo largo de algunos metros, seguramente querían hacer más cómoda la espera a los visitantes.
-Espera aquí un momento- pero ella no se marchó, por lo que seguí preguntándole.
-¿Trabaja en el mismo piso?
-Es el piso más concurrido de todo el edificio. Si te contratan…  ¿Harías eso que me dijiste?
-¿Bañarme y ponerme ropa limpia?
-Y comer…
-Claro… Aunque para eso necesitaría un adelanto.
-¡Ja, Ja, Ja!  -rió- ¡Claro que sí!
Yo también me sentí con ganas de sonreír.
–Pero primero tendría que conseguir el trabajo. A todo esto… ¿Qué se requiere para un trabajo de este tipo? Tengo algo de experiencia en periodismo…
-¿La tienes? ¡Espléndido! Pero no es lo más importante…
-¿Saber escribir? No escribo demasiado bien, pero tampoco muy mal…
-En realidad necesitas algo más que eso. Algo más importante…
-¿Qué cosa?- dije, intrigado.
-Para ese trabajo se necesita valor y deseos de vivir… esas son las condiciones más importantes.
Y dijo sonriendo nuevamente- Dame cinco minutos hasta que hable con la oficina de personal y luego ve hasta esa puerta.
-Espere… ¿Puedo saber su nombre?
-Emeralda…-me dijo y se perdió con un tenue aroma a mujer muy hermosa y simpática.
Apenas minutos más tarde la puerta –“esa” puerta- se abrió y una amable chica me invitó a pasar.
Fui interrogado, brevemente debo decir y me contrataron.
-¿En serio me contratan?
-Totalmente… me parece que encaja en el perfil de lo que necesitamos…
-Pero si no me ha preguntado casi nada…
-No fue necesario hacerlo en realidad. ¿Cuándo quiere comenzar?
-Ahora mismo…
-De acuerdo… pero primero no olvide que va a necesitar algo de dinero adelantado, para comprar ropa limpia y quizás algún alimento… -y quizás ponerme al día con la renta, pensé para mí- Así que le daré una tarjeta y así podrá retirar dinero de donde desee… no le daremos una cantidad importante pero le dará para sus gastos mientras recibe algo de entrenamiento…
-¿Algo de entrenamiento?
-¡Exacto! El sindicato exige que los reporteros exteriores reciban, como mínimo, cuatro meses terrestres o 120 días estándar de entrenamiento. Comienza mañana… tiene que estar aquí  a las 8 am.

Como dijo la chica, había dinero para mí, el suficiente para pagar la renta, las facturas de agua y energía, comprarme ropa -que no era demasiado costosa pero era nueva y sobre todo limpia- y comprarme  alimentos. Pensé en el vodka, pero me di cuenta que llevaba tanto sin beber –quizás tres o cuatro días- que no me haría mal no hacerlo por algún tiempo más-. Por la noche, cuando tuve nuevamente agua y energía eléctrica me higienicé bajo el agua de la ducha luego de… a ver… dos meses… Esa noche incluso llegué a dormir cuatro horas.

El adiestramiento fue verdaderamente interesante. Pasaba por técnicas a utilizar en la elaboración de historias, desarrollo de diálogos, diversas técnicas para insultar y provocar situaciones y cosas por el estilo hasta todo lo que pudiera ayudarnos a sobrevivir en nuestra profesión, como clases de defensa personal, ejercicios físicos tales como resistir golpes, nadar, correr, saltar cercas –incluso nos enseñaron como saltar alambradas de púas sufriendo el menor daño posible- y todos los conocimientos médicos que les parecían necesarios para atenderse uno mismo heridas que no lo mataran instantáneamente. Además los inevitables conocimientos sobre nuestras “ayudantes”, pues así les llamaban a nuestras imprescindibles colaboradoras. Cada periodista externo tiene tres pequeñas cámaras que se mueven flotando a su alrededor, captando todo lo que habla, lo que ve, lo que le sucede. No puede escaparse ni un respiro de información. Está claro que cuando un periodista es despedazado por un poporerso –una bestia horrible del planeta Trixi; a ese video lo vi- o devorado por algunas de esas raras criaturas de las selvas lataratianas las cámaras lo registran con gran exactitud y lujo de detalles. Esta información es transmitida luego a todos los mundos conocidos, provocando no solo increíbles ganancias para UNINEWS y para la viuda –o viudas del periodista- sino que además –y por eso estoy agradecido- vacantes en ese oficio.
Nos dijeron claramente que esos tres esferoides que tenían que girar a nuestro alrededor eran los responsables de que todo lo que nos sucediera fuera debidamente documentado y que además diera mucho dinero, por lo que su funcionamiento –y mantenimiento- debían de ser perfectos. El periodista lo único que tenía que hacer era buscar las situaciones, meterse en ellas y luego –si las cosas se ponían escabrosas, que sucedía casi siempre- huir a toda prisa. Si lo lograba, sería un héroe, conocido en todo el universo y no solo ganaría mucho dinero sino que también recibiría importantes y jugosos auspicios. Si no lo lograba… bueno, igual sería recordado.

Ya estaba casi terminando el segundo mes de duro entrenamiento  cuando vi a Emeralda nuevamente. Creo que me estaba esperando o eso me hubiera gustado.
Sonrió al verme y me miró de arriba abajo, sin ningún ánimo de crítica, creo…
-Bueno, no demasiado, pero definitivamente huelo mejor…-le dije, a modo de saludo
Ella sonrió. –Me han dicho que te va bien en el adiestramiento.
-Hago lo mejor que puedo, pero es interesante todo lo que enseñan. Además lo que se puede ganar en este trabajo hace que valga la pena.
-Si, es un trabajo interesante.
-¿Puedo invitarla a almorzar? Es casi la hora…
-¿Me invitas a almorzar? Pues, acepto, claro…

Fue el primero de varios almuerzos y luego alguna cena y luego, no sé ni cómo sucedió -y ciertamente no me lo puedo explicar- terminamos en su apartamento o siendo más específico, en su cama, no una sino varias noches. Todo esto en mis primeros seis meses de trabajo, en los cuales me enviaron a una decena de espectaculares misiones de las que regresé con apenas rasguños y en las que hice muy buen papel, tanto que comencé a ser requerido por la audiencia, los patrocinadores comenzaron a hacerme su favorito y por supuesto hice mucho dinero.

En esa época ya me había mudado tres veces, cada vez a lugares más lindos y espaciosos hasta que en este último apartamento ella se fue a vivir conmigo. La relación, que había comenzado como algo sin ninguna pretensión ni futuro, se estaba transformando en algo  “serio” y hasta pensábamos, de a ratos, en hacerla más formal.
En ese momento, apenas diez días luego de que ella se mudara, recibí la oferta más importante que hubiera recibido. Al principio pensé en comentárselo pero no lo hice. No solo fue porque cada uno de nosotros tenía cierta independencia en cuanto a nuestros respectivos desempeños laborales sino también porque con una cantidad de dinero tan considerable pensaba hacerle un regalo también importante. Me imaginaba un mes estándar de vacaciones en donde quisiéramos, comprar una casa de veraneo, una vivienda definitiva en la ciudad… podía hacer muchas cosas.
Así, ilusionado y solo avisándole que me iba a un nuevo trabajo, partí a Esperanza.

¿Recuerdan la primera parte de mi historia? ¿Mi “caída” profesional, por llamarle de alguna manera? Pues la segunda parte es más interesante…

 Los zombies no eran víctimas pasivas de los talaranes; los atacaban, los mordían y pretendían alimentarse con ellos –aunque insisto en que, hasta ese momento, no necesitaban alimentarse-. Nada menos previsto que la carne de los talaranes tuviera un raro efecto en los zombies: los humanizara, haciendo posible que recobraran su inteligencia, hiciera retroceder la enfermedad y a todas luces, los hiciera algo parecido a normales. No totalmente, pero eran una versión nueva de los zombies, versión que terminó derrotando a los talaranes, domesticándolos y explotándolos y haciéndose prácticamente dueños del planeta. Pronto comenzaron a comerciar con los humanos, quienes no solo se beneficiaron con la fluidez del suministro de materia prima sino que ya no corrían riesgo alguno en su obtención.
Ese es el origen del único planeta gobernado por zombies del Universo Conocido: Esperanza.
Irónicamente hacia allí me dirigía y sería la obra cumbre de mi carrera como periodista externo. Pensar que investigar sobre los orígenes de esa colonia había resultado en mi gran fracaso profesional –algo que casi termina con mi vida- no me reconfortaba… pero no era la primera vez que me encontraba en situaciones inquietantes y esta vez, según me habían dicho, solo se trataba de un simple reportaje y no se trataba de poner en peligro mi vida.
Mi visita coincidía con El Día del Misionero, la festividad más importante del planeta. Había toda una sangrienta historia tras esta celebración y todavía queda tiempo para continuar narrándola… Cuando se instauró el gobierno zombie en Esperanza, numerosas iglesias –que como se debe pululaban por todos los planetas descubiertos- se vieron en la obligación, en el deber, de ganarse su favor… Nunca antes una tarea pareció tan desafiante, tan difícil y tan hermosa… ¡Ganar las almas zombies para su causa!
Pero claro… los zombies, civilizados y todo no habían perdido parte de su característico amor por la carne humana y en esta ocasión sí la usaban como alimento, metabolizándola fantásticamente. El resultado
fue que innumerables expediciones de misioneros, de muchas iglesias –inclusive una creada especialmente para tal fin, la famosa “Iglesia para la Salvación Zombie”, lamentablemente extinta- fueron masacradas y sin duda devoradas por los inescrupulosos habitantes de Esperanza.
En ese punto discrepo absolutamente con los no muertos, porque las intenciones de los misioneros eran las mejores… En fin… Las masacres se sucedieron hasta que el gobierno federal tomó cartas en el asunto.
Actuando de mediador, convenció a todas las iglesias de que enviar misioneros a Esperanza era algo parecido a sacrificarlos en bien de la dieta de los nativos y sin ningún beneficio espiritual. A la vez, para evitar algún esperado berrinche por parte de los zombies, instauró un día en el año de Esperanza… un día que se llamaría El Día del Misionero, en dónde enviaría una cantidad importante de humanos –los indeseables de siempre… mendigos, enfermos irrecuperables, ancianos, opositores políticos, terroristas o presuntos terroristas, presos por actos de violencia, intelectuales rebeldes y en general todo aquel que anduviera descuidado por las calles en la época de este especial reclutamiento forzoso-, soltándolos en una extensa llanura –llamada por eso Llanura de los Misioneros-. Desde allí huirían hacia todas partes, obviamente, lo más rápido que pudieran.
A partir de ese lugar de desembarco los zombies los cazaban.
Era el único día que oficialmente se permitía la caza de humanos, por más que existía la costumbre de que hasta que no cazaran hasta el último de los “misioneros” el Día no se declaraba terminado.
Este acontecimiento, ni más ni menos, tenía que documentar. No parecía tan difícil.

El gran salón del espaciopuerto estaba desolado, totalmente vacío… a excepción, claro está, del personal de limpieza –observándome-, del personal de seguridad –observándome-, y del escaso personal que había tras algunas ventanillas de la larga hilera de mostradores –también observándome-… todos zombies. Luego tenía frente a mí al extraño ser, aunque bastante humano -indiscutiblemente zombie- que en ese momento me preguntaba trabajosamente si yo era misionero…
-No parece un misionero- balbuceó como para sí mismo.
-¡No, no soy un misionero, soy un periodista!- aclaré
-Nunca nos visitan periodistas… ¿Está usted seguro que es uno?
-¡Claro! –dije- ¡Tengo una identificación! Por alguna parte…- y comencé a buscar, rápidamente, la pequeña tarjeta de semimetal que me acreditaba como periodista externo de “Universo Noticias”.
-¡Vaya! ¡Es cierto!- me dijo el agente de aduanas cuando tuvo el documento entre sus manos -¡Bienvenido señor periodista Takero Hume! ¡Nunca antes había visto un periodista! –agregó luego.
-¿Nunca antes?
-No, aunque quizás hayan venido y los hemos confundido con misioneros… A decir verdad recuerdo que a veces venían individuos diciendo ser periodistas, que querían entrevistar a tal o cual, pero se parecían tanto a los misioneros que terminamos clasificándolos como tales…
-¿Y cuál es la diferencia?
-Este, bueno…, siendo usted periodista preferiría que esos aspectos los hablara con alguien más capacitado que yo… A todo esto… -dijo recuperando su aire funcionarial- ¿Viene aquí con algún propósito específico?
-¡Claro! ¡A documentar la Festividad del Día del Misionero!
-¡Por supuesto! ¡Una fiesta muy importante para nuestro planeta!
-Si, lo sé, por eso vine… ¿Ya puedo marcharme?
-¡Por supuesto! ¿A dónde se marcha?
-Pues, a tomar un taxi y buscar un hotel…
-No, no, no, tengo órdenes de subirlo a usted en un vehículo oficial y por supuesto se alojará en una residencia gubernamental… ningún extranjero anda solo en Esperanza…
Resultaba previsible que me estuvieran esperando, pues había realizado la correspondiente gestión para la visita pero no entendía por qué no podía manejar por mi mismo la situación y así lo hice saber -¿Pero por qué?
-Es que nadie sabe que usted es periodista… Pueden pensar que usted es un misionero… y eso no sería nada bueno.
-¿Odian a los misioneros?- pregunté sin pensar.
-Noooo, los amamos… Tuvieron gran importancia en nuestro desarrollo como sociedad… Pero es por eso mismo que no puede ser confundido con uno. Deme un minuto y lo conduciré a su transporte.
Me alojé en un lugar especialmente acondicionado para mí. Me adjudicaron dos fornidos custodias personales en la puerta y al anochecer me indicaron que la cena estaba preparada. Mientras cenaba –algo que hice en la misma habitación- me comunicaron que a la mañana siguiente, inmediatamente después de desayunar, sería recibido por El Jefe –así le llamaban al que dirigía el planeta-.
Así que al otro día, luego de un café y de unas galletas, hacia él me condujeron.

Cuando entré al despacho donde me esperaban, quedé impresionado por un gigantesco hombre, bueno, un gigantesco zombie –que debió de haber sido un gigantesco hombre- que estaba cómodamente instalado en un amplio sillón, aunque se levantó para recibirme. A su lado había una chica que me dejó impresionado por su rara belleza.
-Soy sencillamente El Jefe, como todos me llaman y ella es mi hija Brísina- dijo el hombretón dándome la mano –Tome asiento, por favor- me dijo a continuación, señalándome otro sillón no menos amplio y supongo no menos cómodo.
-¡Tú eres Takero Hume, el periodista!- exclamó la chica –¡No puedo creer que estés frente a mí!
-Claro… ¿Me conoce?- repuse, algo sorprendido
-¡Claro! ¡Cómo no habría de conocerte! ¡Todos te conocen!
Pues no todos, pensé para mí, pues nadie en el astropuerto pareció conocerme…
-Pues me siento muy honrado- le dije sinceramente, mirándola con curiosidad.
-¡Eres famoso! ¡Y yo soy tu más grande admiradora!
-Pues solo he tratado de sobrevivir- le dije- La fama vino por añadidura –y sonreí, pues su admiración parecía sincera y apabullante.
Brísina era totalmente zombie. Sus cabellos, la zonas de decoloración de su epidermis, sus raros ojos, su mirada de cazador que pretendía hacerse pasar por presa, su olor… todo era zombie. Hasta su ropa lo era. Era ropa nueva, posiblemente hecha a medida por un calificado artesano, pero indudablemente era ropa zombie.
Podría haber sido una linda chica… ciertamente. Sin todos esos detalles posiblemente sería hermosa… o muy hermosa. Ella pareció notar cierto interés en mí y se me quedó mirando…
En ese momento su padre carraspeó y con mucha suavidad le pidió que se retirara.
-Tenemos que tratar un asunto delicado, hija mía… Por favor, déjanos solos…-
La chica se retiró de la oficina, no sin antes dirigirme una mirada que me erizó hasta el último de mis humanos cabellos.
-¿Bebe?- Me preguntó El Jefe. Su oficina no era demasiado distinta de otras oficinas de otros jefes. Junto al infaltable escritorio había una pequeña mesita con varias botellas y copas.
-Claro- le dije, aceptando.
-¿Qué le apetece?- me preguntó- Tengo bebidas humanas…
-¿Ustedes se preparan sus bebidas?
-A la mayoría las preparamos nosotros aunque importamos muchas. Es que nuestros sentidos no son igual que cuando éramos humanos… hay sabores y también olores, que ahora nos agradan y antes nos resultaban francamente desagradables…
-Recomiéndeme algo…
-Bien- dijo satisfecho, a la vez que servía dos copas…
Me instalé lo mejor que pude en mi sillón, frente a mi anfitrión, que ya se había sentado. Me sentía incómodo, bastante, pues tenía la sensación de que aquella conversación iba a ser trascendente y no sabía por qué.
-¿Cómo estuvo su viaje? ¿Algún inconveniente? ¿Lo trataron bien en el aeropuerto?
-Bien… el viaje fue agradable… No, no tengo ninguna queja… Observé pocos viajeros en el aeropuerto… ¿Siempre es así?
Una rara sonrisa se dibujó apenas en su cara.
-Siempre… Es que la mayoría de los que viajan aquí lo hacen por negocios y en sus propias y pequeñas naves. Prácticamente nadie ingresa por donde usted llegó…
-Excepto los misioneros… -agregué.
-Excepto ellos-
-Y los incautos como yo-
-También…-
La bebida tenía un sabor algo extraño pero sabroso.
-¿Sabe quién es el padre de su novia?- me preguntó abruptamente.
Me extrañó un poco la pregunta pero no había razón para no contestarla; de todas maneras no sabía prácticamente nada del padre de Emeralda.
-Solo sé que es un importante empresario, no sé mucho más-
-¿Sólo eso sabe? –dijo y continuó-El padre de su novia es el dueño de la empresa donde usted trabaja.
Algo comenzó a andar mal en mi cuerpo -¿Qué quiere decir?
-Que su patrón es su futuro suegro…
-No, no puede ser- Mi cabeza había comenzado a trabajar a una velocidad increíble y posiblemente por eso comenzaba a marearme. Con razón mis ascensos y mi rápida fama y tantas puertas que se abrieron en los momentos justos ¡Y de ahí mi rápida contratación! ¡Ella me había estado ayudando durante meses! Aunque supongo que mi contratación fue un gesto de pura lástima… ¡Que me había hecho mucho bien!
-No tendría por qué ser una noticia tan mala…- continuó él.
-No es una mala noticia, pero sí es inesperada- respondí.
-Si no fuera porque es una muy mala noticia- dijo, mirándome con más seriedad, si “más seriedad” es posible en un zombie.
-No le entiendo-
-Su suegro no lo quiere a usted como yerno.
-Sabiendo quién es no me extraña… lo poco que tengo de fortuna se lo debo a mi trabajo; se lo debo a su hija…
-Y quiere que lo mate.
-¿Quiere que usted me mate?
-Y me pagó muy bien por ello.
Así que por eso me enviaron a Esperanza. ¡Esa era la razón! ¡Yo que pensé que me enviaban allí porque era la misión más difícil del periodismo actual, de la que nadie había regresado! Mi estupidez me dejó mudo, pues yo mismo me había metido en la trampa.
 Pero había algo extraño allí y no era que mi futuro suegro quisiera matar al hombre que su hija amaba –y que pensaba que no era el adecuado para ella- sino esta conversación, la conversación que estaba sosteniendo. Eso era extraño. Finalmente mi curiosidad pudo más.
-¿Por qué todavía no estoy muerto?
-Lo mataré, de eso puede estar seguro, pero por ser usted le doy dos opciones.
-¿Por ser yo?
-Usted es un famoso periodista…
-No tan famoso como otros…
-Más famoso que muchos. Ha demostrado un valor excepcional, un coraje que hace que sus reportajes sean muy vistos… Y mi hija lo quiere.
-¿Ella me quiere?
-¡Lo adora! Desde hace bastante tiempo. Como bien se lo ha dicho es una de sus “fans” más entusiastas. Dado que prometí matarlo y siempre cumplo mis promesas, le doy a elegir entre matarlo, descuartizarlo y comerlo o solamente transformarlo en uno de nosotros, que estamos técnicamente muertos.
-¿Transformarme en uno de ustedes?- dije en una especie de lastimoso quejido.
-Transformarse en uno de nosotros. No es tan malo.
-¿Le parece que no? ¿Cazar personas para comer?
-Creo que está algo confundido… Nuestra especie ha cambiado mucho desde la época en que el virus “Z” asoló los mundos… Casi somos humanos…
-Ese “casi” suena poco alentador, con todo respeto, señor- No quería irritar a mi anfitrión, pero tampoco podía dejar de expresar mi desacuerdo.
Pero él continuó sin inmutarse-Y en este planeta en particular, “nuestro” planeta, nos alimentamos casi exclusivamente de la carne de las criaturas subterráneas, los que llaman topos “Z” o talaranes.
-¿Ya no comen humanos?
-A los humanos no les gusta que los coman, por lo que tenemos que restringir ese plato –dijo eso mirándome significativamente- a una ocasión por año… De todas maneras la carne de las criaturas subterráneas es mucho más sabrosa y nutritiva. Es por su exquisito sabor que comenzó este planeta, no se olvide. Supongo que se habrá informado de esto antes de venir…
-Si, bueno, conozco bien la historia-
-Sabemos que la conoce… y esa es la segunda razón por la que le doy la posibilidad de elegir. No es común que los humanos se interesen por nuestra historia, por nuestro origen y de una forma tan… racional.
-¿Racional?
-Usted no nos odia.
-¿Odiarlos? ¿Por qué habría de hacerlo?
-Es una pregunta extraña, pues son contadísimos los humanos que no nos odian… Incluso la mayoría de los que ganan mucho dinero con nosotros, los que comercian con nosotros, nos odian.
Por eso es que usted también tiene mi respeto… Nosotros nunca pudimos controlar nuestra condición hasta que llegamos a este planeta.
-Bueno… no pretendo contradecirlo, pero todavía comen humanos…
-¡Es para mantener la tradición! Es parte de nuestra cultura… Entenderá que tenemos pocos rasgos culturales propios y entre ellos, comer humanos es uno... –dijo, terminando con una lúgubre sonrisa o quizás parecía lúgubre por ser una genuina sonrisa zombie.
-¿Y no tengo elección? ¿Se da cuenta que a mi regreso de este reportaje quizás me casaría? ¿Y que estoy muy enamorado?
-Lo entiendo, pero no puedo hacer nada más que dejarlo semi-vivo… o semi-muerto, como quiera llamarle.
-¿Y podré comunicarme con ella?
-¿Con su novia? Claro… Podrá hacer muchas cosas… menos marcharse. Sabe que a los de nuestra especie nos resulta casi imposible salir de este mundo.
-¡Estaré muerto y en una cárcel!
-Este mundo es inmenso… hay muchísimos lugares sin explorar y muchas criaturas totalmente salvajes esperando ser descubiertas… ¿Por qué no piensa positivamente y sigue su carrera aquí?
-¿Mi carrera periodística?
-¡Claro! ¡Nos encantaría tener nuestros propios programas! ¡Hasta podría dirigir nuestra propia estación televisiva! ¡Ya estamos cansados de contenidos hechos por humanos y para humanos!-
No era algo que me consolara, pero supongo que eso era mejor que nada… Además no veía muchas opciones, escapar era imposible… ¿Adónde lo haría, en un planeta donde a cualquiera le encantaría cazarme y comerme? Pero me molestaba haber caído en esta trampa, de esa forma…Y dejar a mi amor atrás; eso iba a ser lo más duro… Por lo demás no estaba asustado, ni conmovido, ya que tenía asumido que ir a los lugares que iba podría ser peligroso –era peligroso- y eventualmente podría ser mortal. Aquí moriría, aunque extrañamente seguiría vivo, o casi-vivo. Así me consolaba.
-Está bien- dije –Dígame qué tengo que hacer o cómo lo hacemos… ¿Cómo contraigo el virus?
-Eso se lo explicará Brísina y ella será la encargada de su, bueno, transformación. Recuerde, gracias a los talaranes y su carne somos casi, casi, humanos.

Fue así que me volví zombie y así fue que comenzó la segunda etapa de mi brillante carrera periodística, pues resultó que cuando logramos montar nuestro canal televisivo y comenzar a emitir nuestros propios contenidos –y sobre todo “esos” violentos contenidos que gustaban tanto- no solo resultó ser un éxito en Esperanza, lo que era obvio porque tampoco había mucho para elegir, sino que comenzamos a ser vendidos para el exterior.
No sé si fue por curiosidad o porque los formatos eran realmente originales o porque a muchos humanos parecía agradarle la estética zombie –por lo menos vista a la distancia- que teníamos una gran y sorprendente cantidad de telespectadores.
Tengo que reconocer además que si bien el trabajo absorbía gran parte de mi tiempo y energía me iba adaptando agradablemente a la vida allí. Brísina realmente me quería y pues, al cambiar mi sentido estético casi mágicamente advertí que era muy, pero muy bella. Los desafíos del trabajo y la amabilidad y belleza de Brísina hacían que cada día me sintiera más a gusto.
Aunque sabía que algo me faltaba… y me faltaría, quizás por siempre. Brísina lo advertía, por más que nuestro ritmo de vida era acelerado y cansador y no había nunca demasiado tiempo para reflexiones y nostalgias.

Hasta que unos meses estándar después de que nuestros contenidos comenzaron a ir de aquí para allá en el universo me comunicó que había alguien que había venido a ayudarnos en nuestro trabajo.
-¿Alguien viene a ayudarnos?- le contesté- ¿Por qué?
Ella simplemente me dijo que nuestro negocio había crecido mucho, que seguramente seguiría creciendo y necesitábamos especialistas que nos ayudaran en la expansión. Solo eso.

Así que cuando unos días estándar después conocí al especialista que nos ayudaría la sorpresa no fue total. Pero en cierta forma fue más que eso, pues allí estaba Emeralda, mirándome. Mi cuerpo parecía haberse quedado de piedra.
¿Creías que ibas a escaparte tan fácilmente de mí?- me dijo finalmente, tan humana como la primera vez que la vi.
Con mucho esfuerzo, logré contestarle-Nunca quise escapar de ti… Nunca tuve la menor oportunidad de no hacerlo… ¿Qué haces aquí? No es seguro…
-Vine a ayudarte, a ayudarlos a ambos… y tu amiga me protege…
-¿Mi amiga?- pregunté incómodo
-Si, tu amiga, tu amante, tu esposa… ¿Cómo te parece que deba describirla?- su voz sonaba bastante molesta…
-Deberías saber que no tuve elección…
-No sé si creerte… pero eso no es lo más importante ahora sino saber si todavía me amas…
-¡Claro que sí! ¡Siempre lo haré!
Fue recién en ese momento que pensé que solo había querido seguir con vida para no perder la posibilidad de verla nuevamente… Si era así, todo había valido la pena.
-Entonces, si es cierto que todavía me amas, me quedaré contigo…
-Pero… ¡Eres humana! Y además mi amiga…
Mi “amiga” había aparecido a un lado de la escena, mirándome fijamente… más no parecía tan enojada como debería estarlo.
-Ya hablé con ella sobre eso…- me dijo Emeralda entonces.
-¿Sobre qué?
-Sobre volverme zombie y quedarme aquí contigo… con ustedes…
-¿Lo harías? ¿Con nosotros?- dije, mirándola a ella y luego a Brísina, quien estaba totalmente calmada. Sin duda nada de lo que allí estaba escuchando era una sorpresa para ella…
-¡Ustedes han arreglado todo eso!- les dije.
-¡Claro que lo hemos hecho!-exclamó Brísina-¡Si es por ti hubieras seguido penando hasta el fin de los tiempos! Ella te ama y yo te amo… y seguramente cuando deje de ser una humana lucirá hermosa y atractiva…
Miré a Emeralda y me devolvió decididamente la mirada.
-¡Ah! Ya tienen todo muy bien pensado… Parece que no les importa lo que yo pueda opinar…
-No, no nos importa- dijeron ambas al unísono.

Desde la ventana contemplo este dulce planeta y pienso en cómo el amor puede cambiar nuestras vidas. Ya hace un año que Emeralda está conmigo nuevamente… y junto a Brísina no solo hemos conformado un formidable equipo de trabajo sino que nos amamos cada día más.

Y me siento el ser más feliz de Esperanza, compartiendo mi vida -¿o semivida?- con las dos zombies más hermosas del planeta.


                                             FIN


UN PLANETA AZUL Y ESCONDIDO

 ¡Quién hubiera pensado que este planeta que tenemos frente a nosotros estaría tan lleno de sorpresas!
La primera –y quizás la más importante- es que este mundo ya había sido descubierto, aunque hacía mucho, pero mucho tiempo.  
La segunda, es que si bien en los registros de la nave descubridora había quedado claramente establecido que no se había podido encontrar allí ninguna conciencia media o superior –un tipo de conciencia comercializable digamos- ahora parecía que la situación había cambiado mucho, o por lo menos eso era lo que indicaban los sensores.
Para nuestra civilización es tan importante la exploración estelar que guardar rutas, secuencias y duración de saltos, registros de viaje, descubrimientos planetarios, configuraciones estelares, es algo primordial. La misma naturaleza de los viajes por el espacio, luego de que se comenzó a navegar por el “segundo espacio”, “hiperespacio” o “espacio dentro del espacio”, como quieran llamarle, que consiste en “saltar”, usando este “atajo”, de un punto a otro del espacio normal hace vital guardar esta información. Así que cuando llegamos a este lugar buscamos, como era costumbre, en los registros y sorprendentemente  allí estaba.
Y no solo hallamos mención a este mundo en la bitácora de la Ariarcos, la nave que realizó el descubrimiento sino también en un diario de a bordo, que las autoridades habían tenido la gentileza de anexar a la bitácora. Este diario, personal, incompleto y no en muy buen estado, fue el que terminó aportando información fundamental para conocer lo que había sucedido allí.
La Ariarcos no había sido una nave cualquiera. Todavía los investigadores no se ponen de acuerdo si eran exploradores o comerciantes o piratas o contrabandistas o todas esas cosas a la vez. En lo que sí están de acuerdo es que realizó muchos e importantes descubrimientos, algunos muy alejados de lo que sería el espacio llamado “conocido” en esa época.
Lo cierto es que solo por casualidad habíamos redescubierto este mundo, explicable solamente porque el propósito de nuestra expedición era explorar y a veces vagábamos sin rumbo entre las estrellas. Lejos de todas las rutas comerciales conocidas, alejado de la mayoría de los planetas de cultivo, lejos de todo en realidad, fue una afortunada coincidencia encontrarlo nuevamente.
Aunque no parecía el mismo planeta. El Azul que ellos descubrieron –así le llamaron a ese mundo- era sustancialmente distinto al Azul que nosotros redescubrimos.
En el primero no había humanos, ni conciencias y no podía decirse que existiera nada parecido a una civilización. En cambio, en este mundo que tenemos ante nosotros hay una civilización, bastantes humanos y aunque no de excelente calidad, hay conciencias.
Recordemos que las conciencias –y todos los subproductos de ellas- son de las más valiosas mercancías y moneda de cambio en nuestro Universo… por eso existen los planetas de cultivo, justamente. Lo extraño aquí es que Azul no es un planeta de cultivo… ¿Cómo serlo? Pero con la cantidad de conciencias que encierra en su biosfera perfectamente podría ser calificado como tal, por lo que nuestro descubrimiento –redescubrimiento en realidad- era maravilloso… Y algo extraño también.
Afortunadamente, como ya mencioné, teníamos fragmentos de un diario y fue este el que nos ayudó a responder algunas de nuestras preguntas. Hubo algunos contratiempos, claro… el deterioro del diario me llevó a improvisar un poco –era obvio que se habían perdido algunas páginas y partes de ellas-. Tampoco ayudó que el tripulante no escribiera periódicamente en él. Supongo que sus tareas o su ánimo no lo hacían posible, por lo que pasaba largos períodos de tiempo sin escribir absolutamente nada y peor aún, encontré algunos párrafos que evidentemente habían sido escrito en un estado mental algo alterado, como bajo la influencia de algún modificador de conciencia… en fin. Lo cierto es que de entre todo ese desastre pude rescatar un fragmento que nos ofreció toda la información que necesitábamos sobre Azul. Este es:
“Recuerdo que cuando por fin pude lograr que me aceptaran en la Ariarcos, me sentí el marinero más feliz de todo el espaciopuerto de Tortucan. ¡Esa nave era la más famosa de todo el sector! Sus viajes, sus botines, su mítica tripulación, hacían de la Ariarcos un navío legendario, en el que muchos querían navegar.
Estaba tan contento y eran tantas mis ganas de conocer nuevos mundos y de vivir aventuras que tardé mucho tiempo en darme cuenta de que la leyenda y la fama de ese navío se debía, en gran parte, a afortunadas casualidades. Claro, hubiera sido más poético pensar que el renombre de la Ariarcos y de sus espectaculares descubrimientos tenía su origen en la sed de aventuras de su capitán o de su tripulación o en el afán de encontrar y recolectar sustancias o artefactos raros y valiosos, pero no… no sería cierto.
Tengo que confesar que la causa de ese delirio viajero era la elevada cantidad y variedad de drogas y de bebidas alienantes que se consumían a bordo… Si, si, no estoy diciendo que fuera una costumbre sana, pero estaba muy extendida, fuertemente arraigada y se practicaba con verdadero empeño.
 ¿Saben  qué es un navegante? Si bien el capitán y su segundo y en cierta forma también la tripulación eligen dónde se dirigirá el navío, es el navegante el encargado de llevar la nave hasta su destino.  Saltar de aquí para allá en un espacio tan lleno de estrellas y planetas –que son esas enormes masas que ni siquiera tienen brillo propio, algo que las hace tan peligrosas- es realmente una tarea para especialistas. Nuestro navegante era bueno –o muy bueno, si tenía que creerle al resto de la tripulación- pero tenía un pésimo hábito: jamás lo vi programar nuestra ruta sin estar severamente intoxicado con algo… y eso era –y me avergüenza decirlo-  lo que hacía nuestros viajes interesantes. Dibujaba rutas nuevas, trazaba derroteros nunca antes vistos, se lanzaba entre las estrellas a perseguir quién sabe qué cosas y en algún momento, cuando su “combustible” interior se terminaba o cuando los excesos lo vencían y caía rendido, era cuando todos nos preguntábamos: ¿Dónde estamos?
Y podíamos estar en cualquier parte. Él solo nos mantenía a salvo de estrellas, rocas, agujeros gravitacionales o de cualquier obstáculo que hubiera dañado o destruido nuestra nave y a nosotros con ella. Pero dónde nos deteníamos… eso era otra historia.
¡Claro que se hicieron descubrimientos extraordinarios! Minerales raros, planetas exquisitamente apropiados para la vida, maravillas sin cuento… aunque algunos hallazgos estaban tan lejanos y tan fuera de toda ruta comercial que sabíamos que se tardaría largo, pero largo tiempo en explotarlas o tan siquiera visitarlas nuevamente.
Y fue luego de una de sus fenomenales intoxicaciones –con no sé qué droga experimental-  y su consiguiente viaje que dimos con un recóndito sector de la galaxia que seguramente nadie había visitado con anterioridad. Fueron saltos y saltos y saltos por el hiperespacio, sin ton ni son, hasta encontrarnos ante ese planeta azul, azul y escondido.
Cuando el capitán llegó a la conclusión de  que los saltos se habían detenido, de que el Navegante se había quedado dormido frente a sus controles, totalmente vencido por el sueño y de que éste, de alguna forma era nuestro destino, alertó a la tripulación y se enviaron sondas al planeta.
Había cosas interesantes y valiosas en él, les aclaro. El aire no era muy bueno –demasiado sano quizás-, pero había agua… si, si, ese compuesto tan gracioso y útil que mezclado con la topinolina y con un detonador apropiado les dará una explosión realmente estupenda…  además de ser excelente combustible. Así que estábamos contentos, porque si algo gastábamos en nuestras aventuras era combustible y allí había cantidades inconmensurables.
También buscábamos otras mercancías, algo que intercambiar con otros comerciantes pero sobre todo con los seres que llamábamos “celestiales”, pero no tuvimos éxito… Lo que para ellos era valioso –conciencias- en Azul brillaban por su ausencia.
La conciencia era un atributo propio de un estado relativamente avanzado de la vida y pues, allí no había nada como eso… ¡Una pena!
Fue en ese momento que a Tubin, la amante principal del capitán, la número 1, se le ocurrió dar un paseo, sí, un paseo por la superficie del planeta, como si fuera el jardín de su casa, a Ella. No era Maleana, la número 3 o Contubara, la número 8, no, era la principal y por eso hubo escolta, armas y armaduras, como si fuéramos a un pinche abordaje. Pero el capitán era muy estricto en eso. Amaba profundamente a Tubin y no quería que nada malo le ocurriese.
Tubin, a pesar de su privilegiada posición era bastante amigable… bueno, no tanto como hubiéramos deseado. Los de la tripulación solíamos quedar embobados mirando sus esculturales líneas cuando se cruzaba con nosotros –era inevitable mirarla y  eso implicaba perder por unos momentos la noción de lo que estuviéramos haciendo- y nuestro interés era tan obvio que siempre temíamos que nos reportara ante el capitán… pero ella nunca acusó a nadie y eso hacía que la amáramos más todavía.
Lo que nunca llegué a entender es porqué bajó con nosotros Kúleador, mascota sexual y fornido amante de Tubin. A Kúleador lo había adquirido Tubin, sin duda contra la voluntad del capitán, en el mercado de esclavos de Teret, ya hacía cierto tiempo. Era un individuo realmente grande, enorme más bien, musculoso, de rasgos faciales delicados, largos cabellos… y era mirado por la mayoría de la tripulación femenina y la cuarta parte  de la masculina con inconfundibles deseos, bueno, “carnales” sería una buena palabra para describirlos. Además de su indudable fortaleza física, complementada por una alimentación especial y mucho ejercicio en sus ratos libres, Tubin le administraba una mezcla de drogas afrodisíacas que hacían de su esclavo una verdadera máquina amatoria, tanto que acostumbraba escaparse de la cercanías de Tubin y efectuar sus cacerías “románticas” entre la tripulación. Como dije, a gran parte de ella no le parecía inconveniente –es más, algunos solían deambular por los pasillos ligeros de ropa tentando algún encuentro- pero para muchos sus excursiones predatorias eran algo desagradable y no bien visto. Pero claro, la responsabilidad de tal inconducta era totalmente de Tubin, que tenía al pobre Kúleador siempre sumergido en un exceso de estimulantes sexuales.
Estaba claro que Tubin, aun siendo una exuberante mujer, hermosa, preciosa, curvilínea, era incapaz o eso parecía de calmar totalmente el ímpetu de Kúleador.
En la tripulación comentábamos que el abuso de esos estimulantes y drogas seguramente había causado una alteración permanentemente en el comportamiento de Kúleador y si bien algunos le teníamos algo de envidia –bueno, mucha envidia en realidad- también muy en el fondo, nos daba un poco de compasión…
Lo que absolutamente no entendíamos era porqué el capitán toleraba esa relación entre Tubin y su amante… es que Tubin estaba absolutamente encaprichada con su bestia del sexo y a veces realizaban todo tipo de escenas inapropiadas en lugares también inapropiados. Era indudable que el amor que el capitán sentía por Tubin era enorme, aunque todos suponíamos que sufría y mucho, en silencio, calladamente. Sin duda el amor es cruel.
Lo cierto es que en la Ariarcos ya nos habíamos acostumbrado a esta relación tan especial. El buen capitán sin duda era rehén del gran amor que sentía por Tubin y estaba claro que Kúleador llenaba los espacios que, supuestamente, no lograba llenar el capitán en su amante. Algo así.
Y allí estamos, Tubin, Kúleador y seis hombres armados a guerra, entre los que me encontraba yo. No tenía mucha experiencia en batalla pero según decían allí el mayor riesgo era darle la espalda a Kúleador,  el mismo peligro que corríamos en la nave, así que no esperaba nada fuera de lo normal.
El planeta era hermoso, como todo planeta en donde la civilización no ha comenzado a prosperar. Había innumerables especies vivas, vegetales, animales… y de todo porte.  Pero no descubrimos especies amenazantes… los animales que podían huir lo hacían al advertir nuestra presencia… y los seres microscópicos, que por experiencia sabíamos que podían ser los más peligrosos, eran retenidos por nuestros filtros.
Nuestra agradable caminata por una hermosa planicie de pasturas cortas y algunos vegetales arbóreos aislados nos llevó a un lugar donde encontramos algo que hizo detener nuestra marcha.
Era un grupo de antropoides, peludos y feos… horripilantes realmente…  Y en ese momento pasó. Creemos que una o varias de las hembras que allí había estaban en celo, algo que excitó inexplicablemente a Kúleador  -todo culpa de la ya mencionada “sobreexcitación” de la cual era responsable Tubin- e hizo que corriera enloquecido hacia la tribu.
Y allá va Kúleador, totalmente fuera de sí por esas salvajes hormonas que flotan en el aire, y a la vez Tubin comienza a gritar, llamándolo. De eso no me olvidaré jamás –creo que ninguno de los tripulantes presentes allí lo harán-¡Kúleador,  corriendo como desesperado tras unos antropoides peludos  y dejando atrás a la mujer más hermosa y bien formada que uno pudiera soñar! ¡Qué ejemplo de estupidez! ¡Teniendo a su alcance algo tan hermoso como Tubin ir tras de esa… de esa especie de mono!
Pero allá fue, como si fuera a vivir más por llegar antes…
Tubin sin dejar de gritar comienza a correr tras él y sacudiéndonos la sorpresa, borrando nuestra cara de “¡No lo puedo creer!” corremos tras ellos.
La tribu de antropoides quizás hubiera soportado el embate de Kúleador, pero indudablemente no estaban preparados para ser atropellados por toda una patrulla armada a guerra y por una mujer gritando desesperada, por lo que huyeron lo más rápidamente que podían.      
Corren y corren, a veces sobre sus cuatro miembros, a veces sobre dos y tras ellos Kuléador da zancadas alegremente… más atrás corría Tubin, moviendo enérgicamente su hermoso -¿Qué digo? ¡Hermosísimo! ¡Incomparable!- trasero…
-¡Querido, querido, no te vayas! ¡My love, my love, no me dejes!- gritaba desconsolada, mientras corría tras su amante.
Ante la agradable perspectiva de sus posaderas, nosotros también corríamos enérgicamente –además teníamos claro que el capitán no se tomaría las cosas con calma si algo desagradable le sucedía-… y así estaban las cosas, corriendo los antropoides, corriendo Kúleador, corriendo Tubin y tras ellos corriendo nosotros, hasta que chocamos con una especie de pared, verde, alta, impresionante. La selva espesa y oscura y húmeda y aparentemente impenetrable se cerró primero sobre los monos, luego sobre Kúleador –que no dudo ni un instante en entrar a la espesura- y luego sobre Tubin, que sin dejar de gritar por el desquiciado amante que la estaba abandonando, tampoco dudó en lanzarse a la oscuridad…
Pero nosotros no compartíamos esa locura. Nos gustaba muchísimo Tubin, pero más nos gustaban nuestras vidas y no teníamos equipo para entrar en un lugar así, desconocido, oscuro y quién sabe con qué tipo de alimañas. No, no, que fueran felices… Y lo más posible es que el capitán enviara luego un equipo de búsqueda mejor preparado… Sin duda que haría algo por el estilo.
Cuando regresamos a la nave y contamos nuestra historia, el capitán se enfadó mucho, pero en el fondo creo que sintió cierto alivio ante lo sucedido. Se hicieron algunas expediciones al planeta, pero extrañamente ninguna para buscar a los perdidos y así, en silencio, terminamos de equipar la nave y marchamos nuevamente hacia nuevas –o no- zonas del espacio.”
Estos son los fragmentos que pude ordenar y que son de inestimable ayuda para conocer la situación actual de este planeta.
Sin que  sus habitantes humanos se enteraran de nuestra existencia –algo que no fue muy dificultoso, en realidad- hemos recolectado todo tipo de datos culturales y biológicos.
Encontramos cosas realmente interesantes, como que varios mitos mencionan que los humanos descienden de una primera y única pareja de macho y hembra… ¡Y descubrimos que todos los humanos analizados hasta el momento tienen las marcas genéticas de esta única pareja!   
Así que no hay duda de que todos los humanos fueron originados por Adán y Eva… ¿O debo llamarlos más apropiadamente Kúleador y Tubin?
¡Estaba claro que los pillines habían estado muy ocupados en ese planeta! ¡Qué romántico!
Y del romanticismo de su origen tenemos que pasar a la decisión de agregar o no   este planeta a las rutas comerciales, con el status de Planeta de Cultivo… ¡Tantas conciencias no tendrían que desperdiciarse!
Aunque es un planeta tan lejos de todo que no sé si valdrá la pena su explotación.
De lo que sí estoy seguro es que sería extremadamente cruel hacerles saber a los habitantes de este mundo su verdadero origen… ¡Es que parecen tan orgullosos de sí mismos!

FIN