Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


viernes, 30 de agosto de 2013

LOS LADRONES

NO HE PODIDO DEDICARME A ESCRIBIR EL TIEMPO QUE ME GUSTARÍA...AFORTUNADAMENTE IDEAS TENGO,  PERO COMO SIEMPRE Y POR MUCHAS RAZONES -ALGUNAS LABORALES- DEMORO EN CRISTALIZARLAS... ES LA LUCHA CONSTANTE Y DIARIA!!!

                                                   LOS LADRONES

¡No podían creerlo! ¡Habían descubierto el décimo planeta!
La algarabía a bordo de la “María del Carmen” era tal que llenaba hasta el último rincón de la nave exploradora. Risas, gritos y el intenso golpeteo de paredes, mesas, sillas y todo elemento metálico que pudiera ser utilizado para tal fin… todo contribuía con su parte al estruendoso festejo.
Sin duda que si hubieran estado en un puerto todos sus vecinos se hubieran enterado; tampoco ha de dudarse que eso hubiera justificado un llamado de atención de la guardia. Pero no allí, no en esa zona desolada del espacio, no en los lugares donde ellos generalmente hacían su trabajo…
Y pensándolo bien, lo que estaban celebrando difícilmente fuera motivo de reprimenda.
Es que seguramente con su espectacular serie de descubrimientos –estupenda razón para festejar- se habían ganado un destacado lugar en la historia de la colonización y por supuesto en el corazón de decenas de millones de colonos.
La “María del Carmen” no solo era la primera nave de exploración en hallar diez planetas habitables sino que estos planetas eran de una calidad excepcional, como diez joyas únicas y raras… Misterio y casualidad, conjugadas en diez mundos hermosos y perfectos diseminados en un sector relativamente pequeño del universo, brillantes descubrimientos que además significaban el fin de su carrera de exploradores espaciales. Así lo habían decidido tiempo atrás.
Apenas habían descubierto el cuarto planeta cuando Dipi -una humana que venía del planeta Ubternis-,  en una de las tantas conversaciones sobre esa espectacular racha que estaban viviendo, mencionó por primera vez su intención de retirarse.
-No estoy pensando en retirarme ahora… -aclaró- pero me gustaría, no sé, fijarme una meta…
-¿Y cuál sería tu meta?- le preguntó Zup.
-¡Ocho planetas!- dijo entusiasmada Dipi
-¡Estoy de acuerdo!- le respondió Zup, con raro entusiasmo en él. Nativo de Israelia, un penumbroso mundo, tenía tan buena visión nocturna como apagado estado de ánimo.
Más Anton sugirió –Si estamos pensando en retirarnos cuando descubramos el octavo planeta, cosa que sabemos es casi imposible… ¿Por qué no retirarnos cuando descubramos el décimo, algo casi igual de imposible?
 Todos estuvieron de acuerdo, aún Happy, que era con seguridad el que menos deseos tenía de abandonar la vida de explorador. Pero si lo hicieran con diez planetas descubiertos –“¡Diez planetas! ¡Que hermoso sueño!”, pensó- seguramente estarían dadas las condiciones para que ese retiro fuera muy placentero.
Hablaron mucho sobre lo que sucedería luego de descubrir ese décimo planeta. Se veía cada uno asentado en cualquiera de esos mundos, con enormes extensiones de territorio y grandes mansiones y viajando de un planeta  a otro para visitarse… Imaginaron sus nombres en ciudades, en vías de transporte, en mares y ríos… ¡Y hasta era posible que usaran alguno de sus nombres para designar algún mundo de los descubiertos!
Por otro parte no dejaba de intrigarles la curiosa “terraformación” de los mundos descubiertos, ni la forma en que llegaron a ellos. Es que ninguno pudo explicar porqué la nave fue a dar a esas coordenadas… Anton, que era el navegante, juraba que nunca las había introducido en el rumbo.
Una nave exploradora saltaba de aquí para allá, prácticamente a ciegas, buscando cualquier cosa de provecho, desde asteroides de metal o agua hasta planetas y planetoides relativamente habitables. Saltar y explorar… saltar y explorar… Y que en esa rutina de saltos y búsquedas se encontraran con una serie de mundos casi perfectos… ¡Era difícil de explicar! Es que raramente una nave llegaba a encontrar dos o tres planetas “útiles” y  había tripulaciones que se retiraban sin haber hallado jamás algún planeta que permitiera siquiera algún tipo de asentamiento humano.
Pero no era así con los mundos que ellos habían descubierto… Estos estaban prontos para ser habitados… ¡Como si los hubieran estado esperando!
Eso era inexplicable y no menos inexplicables eran las particulares coordenadas bióticas de los mundos descubiertos.
Fue Elgath, quien realizaba los análisis –indispensables para llenar sus informes y acreditarse el descubrimiento- la que encontró algo totalmente inusual en los resultados.
Es que según el sistema de clasificación de planetas más utilizado –una de las gigantescas ecuaciones en donde se introducían las numerosas variables, expresiones numéricas de los “rasgos” que definían a los mundos- estos tenían casi la misma aptitud para ser habitados… ¡Aptitud extraordinariamente alta! Intrigada, llamó a sus compañeros.
-¡Vean esto!- les dijo Elgath, emocionada, mostrándole los datos y el resultado, ese índice tan extrañamente igual para todos los planetas descubiertos.
-¿Y eso que significa?- preguntó Zup.
-Significa –explicó Elgath – que entre otras cosas, la atmósfera no es perjudicial para los humanos, siendo perfectamente respirable, que la gravedad no es un obstáculo insalvable, que no hay especies animales ni vegetales ni de ningún tipo que amenacen nuestra predominancia, ni formas de vida inteligente que compitan con los posibles colonos en la utilización de recursos.
-Es como para pensar…- dijo uno
-¡Es realmente poco creíble! –continuó Elgath-Es que todo parece apuntar a que hubo una intervención externa sobre todos estos mundos, para irlos “adaptando” a nuestra forma de vida y más aún, hacerlos parecidos entre sí…
-¡Pero eso es imposible! ¿Quién haría eso? ¡Este es un sector donde nunca antes habían estado los Mundos Federados!
-No existe ninguna tecnología ni poder que sea capaz de hacer una cosa así, por lo menos no dentro de Lo Conocido…
-¿Entonces…?
-Que hay algo muy raro en todo esto…
Se miraron, incómodos… pero todas las preguntas y  sus posibles respuestas fueron dejadas de lado nada más pasar unos minutos, pues todas esas circunstancias misteriosas, esas coincidencias y casualidades, quedaban opacadas ante sus espectaculares hallazgos. Tal era la fama que habían ganado apenas encontrar el tercer planeta –tan extraño como llegar al décimo- que una gigantesca flota de naves de colonos había comenzado a seguirlos, llamándolos “La Bendición del Universo”, haciéndole altares y rindiéndoles pleitesía a la “María del Carmen” y su divina tripulación y siguiéndolos como si en ellos estuviera la solución a su incierto futuro.
Al parecer no se equivocaban.


La secretaria avisó con un destello perfumado su entrada en el despacho de Phetre.
-¡Su Serenidad!- le dijo, con unos discretos códigos naranjas, llamando su atención.
Phetre la miró, contemplando todas sus herbotantes líneas, sus difusionadas curvas, sus aromatizadas elenques… ¡Daban ganas de comérsela! –pensó finalmente para sí -¡Pero no lo haría! No era fácil conseguir secretarias capaces en estos tiempos… ¡Y la última tenía un implante de xereseros que casi lo envía al cirujano!
-Diga, estimada secretaria…
-No son buenas noticias las que tengo que darle… -dijo ella, temblequeante en su colorosidad…
-¡No, otra vez no!
-Si, Su Serenidad… ¡Han llegado al décimo planeta!
Pleno de furia, pateó el recipientes con siturenos que aromatizaban el punclido… luego pareció que el Universo le hubiera caído encima… -¿Y cuánto llevo perdido?- anímose a preguntar.
-Son ya seis mil millones de sixtrillones de cuatranines…- y pareció que esa enorme, inconmensurable cantidad llegara galopando encima de una leve brisa, totalmente olorosa, totalmente Ella…
Se sintió desfallecer. Le faltaba el otroxón, le titilaba el setenio y sus registros dejaron de ser lo fiables que siempre habían sido. La secretaria se asustó temiendo que se desvaneciera y le dijo:
-¿Llamo a un cirujano?
-No, no, querida, no es necesario… Su grandilocuocidad estaba desmoronada, pero igualmente tuvo fuerzas para pensar en alguna solución… ¿Qué haría? No creía que pudiera hacer mucho… Quizás era el momento de retirarse, quizás… Miró nuevamente a su secretaria. Ella también lo miraba, seguramente tratando de adivinar que se escondía tras su veloso caratudelo…

El sabía desde el principio que el mercado clandestino de planetas tenía sus riesgos. Tenía claro también que La Autoridad no consentía y obviamente no podía enterarse de lo que se hacía con esos mundos… de hacerlo, seguramente le pistitararían los endrenos y posiblemente le drupenearan los trulos hasta que solo viera en amarillo. Pero estos riesgos eran indispensables si quería, algún día, retirarse a algún lugar tibiamente radiado, inundado de esas ondas tan líquidas y refrescantes solo existentes en los Paraísos Envolventes. La Autoridad odiaba que Ellos modificaran mundos… le parecía algo aberrante. Que lo hicieran los seres orgánicos, le caía mal pero lo consentía, por ser portadores de la Enfermedad Original, pero Ellos, Los Alados… ¡No! ¡Ellos no!
Sus sonteros se agitaron con enojo y desencanto.
¡Claro! ¡Pero La Autoridad era incapaz de ver que Ellos también necesitaban vacaciones! ¡O que querían retirarse de la actividad en algún momento! ¡Y que ser Alados, por más respetable que fuera su trabajo, no le abría las puertas de ningún Centro de Descanso! ¡Ellos también necesitaban dinero! Lo que más le molestaba era que cualquier ser orgánico, o semi-orgánico o cualquier estrujo de energía podía tomarse vacaciones, descansar, radiarse, templarse, entoropinarse… ¡Pero Ellos no!
No, no, no… ¡No estaba de acuerdo! Y por eso él y otros como él manejaban varios negocios “por el camino de la izquierda”, para reunir el suficiente dinero y marcharse, si, si, lejos de todo esta “bondadosidad” o “regularidad” o más bien “rutinaroriedad” que le tenía los trulos por el zenete –disculpando lo burdo del lenguaje-.

Había trabajado como nunca, encontrando mundos, aniquilando especies, modificando atmósferas, plantado la potencialidad de que cualquier cosa que se sembrara seguro crecería libre y fuerte… ¡Hasta había movido levemente el eje de cuatro de estos diez planetas! ¡Muchas cosas había hecho!
¡Y se los habían robado!
Nunca pasó por su intelectualidad que pudiera ocurrir algo parecido. ¿Cómo es posible? –se decía- ¿Cómo puede haber pasado tal cosa?- exclamaba.
-¡Esos inmundos seres! ¿Quién iba a pensar que ese mundo lleno de monos iba a engendrar criaturas tan molestas? ¡Habría que haberlo desertificado y vuelto a plantar! ¡Humanos, Humanos…! Palabras que a sus netantes sonaban como “¡Ladrones, ladrones, ladrones!”
Era totalmente inexplicable que hubieran podido dar con esas coordenadas… a menos, claro está, que alguno de sus competidores hubiera manipulado sus mecanismos de salto para que llegaran allí “por casualidad”.
Pero el negocio era así, lamentablemente… ¡Y poco podía hacer para cambiarlo! El mercado negro de mundos, dentro de toda su ilegalidad, era uno de los negocios conocidos que más ganancias daba… y había resultado también uno en lo que más dinero se podía perder… millones y millones y millones de cuatranines!
Había muchas organizaciones energéticas que compraban mundos para sembrarlos de los productos que les resultaran más rentables… Los cultivadores de conciencias pagaban mucho por los planetas, pero no eran los únicos… Los recolectores de sentimientos y los fabricantes de almas gastaban fortunas en siembras y cosechas y tampoco era despreciable la cantidad de energía que podía recolectarse de un mundo si las cosas se manejaban adecuadamente…
Pero él se retiraría, ya estaba decidido… ¡Este último atropello era intolerable!
¡Intolerable e incambiable…!
Ahora tendría que hablar con sus clientes, los que estaban preparados para comprarle sus mundos -¡Porque eran “sus” mundos!- y decirles que su oferta habíase reducido. Mal vendería los cuatro que le quedaban y se retiraría…
¡Si, si, diez planetas perdidos eran suficientes!
Realizó las ventas directamente, supervisó el pago y finalmente truneó a su secretaría y le preguntó:
-¿Usted tiene alguna relación duradera con algún ser?
-¿Yo? No, Su Excelentísimo, no, estoy por completo dedicada al trabajo…
-¿Aceptaría tomarse unas vacaciones conmigo?
-¿Vacaciones?
-¡Claro! Podemos comenzar con unas vacaciones y luego continuar con una licencia y luego quizás seguir con un retiro… Pensaba en las playas de Astaratatán o en las Pistas Desarrollables de Pitín… ¡Claro!… ¡Vacaciones! ¡Descanso! ¿Me entiende?
-Claro que lo entiendo- dijo ella colorisadamente excitada, vibrosa y sumamente bellísima… -¿Cuándo partimos?-preguntó finalmente.
-¡Ahora mismo!- dijo Phetre.
Preparando ultrarápidamente las blatos, desplegó sus britístulas y se dispuso a comenzar esas vacaciones tan merecidas, tan deseadas y tan forzadas.
 No sabía si regresaría alguna vez a ese negocio… no tenía idea. Su génesis había estado involucrada en el tráfico de mundos desde hacía evos, pero eso no significaba que si él tenía otros intereses, otros gustos u otras necesidades no pudiera satisfacerlas… ¡Pero lejos de los humanos! ¡Lejos de esos Ladrones! ¡Su impunidad lo deprimía!
Afortunadamente su secretaria estaba bella y deseable como nunca, lo que hizo que casi se olvidara de sentir algún tipo de pena por su despedida.


                                       FIN