Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


viernes, 13 de julio de 2018

ARTESANÍA ARÁCNIDA


Pedro, que así se llamaba el hombre que sentado en una cómoda silla de oficinista se inclinaba sobre el escritorio, tenía frente a sí a cinco pequeñas arañas, todas compartiendo la misma silla. Solo hablaba una de ellas, Ernestina, con una vocecita de araña chiquita que apenas se oía… esa era la razón por la que Pedro tenía que inclinarse sobre el escritorio… ¡No escuchaba casi nada!
-¿Entendió?- le decía ella en ese momento.
Como Pedro se había perdido casi todo lo que ella había dicho anteriormente y no tenía ni idea de qué tenía que entender quiso distraerla un momento para luego reiniciar la conversación y quizás hacerla repetir todo.
-Esteeee, si…- dijo- ¿Quieren algo de beber o de comer?
-Lo que nosotros bebemos y comemos no creo que usted tenga –le dijo la araña que hablaba- aunque allí en el ventanal veo una mosca muy gorda.
Pedro miró hacia el ventanal. Allí una mosca grande y zumbante trataba de escapar de cualquier manera de la habitación, pensando quizás que por la ventana le resultaría más fácil. Pero ésta estaba cerrada. Una de las arañas miró a la que hablaba, como preguntándole -¿Puedo?- y esta le dijo -¡No!- con la cabeza, señalando a Pedro. ¿Qué pensaría el hombre si en su propia oficina se ponían a cazar moscas? ¡Sería una grosería imperdonable! Todo esto parecía decir la araña.
-Bien- dijo Pedro, pensando que había logrado su propósito. –Por favor, repítame lo último que dijo que no la escuché bien.
Y ella comenzó a hablar. Sin duda que le gustaba hablar, por algo la habían elegido para hacerlo, pues hablaba mucho, acompañando sus palabras con movimientos de avance y retroceso cuando el discurso lo exigía, o moviendo en círculo sus patitas anteriores, pero hablaba tan bajito que Pedro se perdía gran parte de lo que decía. De todas formas, asentía cada pocos segundos -al igual que las otras arañas, que sí escuchaban sus palabras- para darle a entender que le prestaba toda su atención.
-… porque las crisis internacionales han provocado… los insecticidas son funestos para… las moscas están cada día más difíciles de capturar y… nuestras telas pueden tener interés nacional… diversificar nuestros ingresos… y obvio que queremos entrar a la sociedad de consumo y esta es la forma… por lo que el Ministerio de Industria y Energía…- ahí se sobresaltó Pedro, que venía escuchando todos estos fragmentos del discurso, pues ¿qué tendría que ver ese ministerio con las arañas? Y la araña en ese momento terminaba -… y la real posibilidad es vender nuestras telas, que es lo sabemos hacer mejor!-
-Además de cazar moscas- agregó muy suavecito otra de las arañas.
-Moscas, saltamontes, mariposas y mariquitas…- agregó otra.
-También mosquitos…- dijo otra más
-Aparte de eso- dijo Ernestina y agregó -¡Cállense ya!
Pedro se las quedó mirando. No sabía bien como habían conseguido que el sindicato les consiguiera una cita con él. Obviamente era el sindicato que atendía a los trabajadores textiles. Y ahora le terminaban de plantear, ni más ni menos, que querían vender sus telas. Como estaba realmente cansado de escuchar tan poco, les pidió amablemente que subieran a su escritorio, de esa forma no se perdería ninguna palabra de las arañas. Algo más tranquilo, les preguntó:
-¿Y ustedes creen que la venta de sus productos puede ser viable?
-¡Sin duda! ¡Sobre todo para los sectores económicos más pudientes!
-¿Por qué, perdón?
-Nuestras telas son estrictamente artesanales…
-¡Muy artesanales!- dijo otra
-¡Sumamente artesanales!- agregó una tercera
-Si, si… ¡Basta ya! –las rezongó Ernestina nuevamente- Y como dan mucho trabajo, por ser artesanales, también son costosas.
-Entiendo- dijo Pedro, pensando ya en vender las telas en exclusivas casas en Montevideo, Punta del Este e incluso en la exportación para Europa y Estados Unidos- Pero… ¿Sus telas no son pegajosas? ¿No serán incómodas para quien se las ponga?
-¡Claro que son pegajosas! Y esa es una gran ventaja. Imagínese a una hembra de su especie usando una de nuestras telas, totalmente pegadas a su cuerpo… ¡A los machos les encantaría!
-¡Además no se les arrimaría ninguna mosca!- dijo otra.
-¡Y mosquitos tampoco!- agregó una tercera.
-No son nada estúpidas estas arañas- pensó Pedro. Y dijo –Tienen razón, creo que podría ser un exclusivo producto nacional y seguro llegaríamos a exportarlo.
-Además -dijo Ernestina- hemos estado pensando que si el mercado lo exige podemos hacer telas para colocar en ventanas  y rincones y de esa forma proteger a los humanos de toda clase de insectos.
-Bueno –dijo Pedro- pero eso lo vienen haciendo desde siempre… No sería tan novedoso.
-No, no, estamos hablando de realizar diseños revolucionarios, de hacer con las telas figuras a pedido, cosas hermosas…
-Y frescas- dijo otra
Ernestina la miró y afirmó -¡Y frescas! De esa forma, en vez de utilizar insecticidas y tejidos de plástico utilizarán medios naturales y además bellos, como serían nuestras telas.
-¡Tiene razón!- dijo entusiasmado Pedro y luego, como frenándose, dijo -¿Y son muy costosas sus telas? ¿Cuál sería su precio?
-¿Usted se refiere a cómo cobraríamos el trabajo?-preguntó Ernestina
-Claro, a eso…- dijo el hombre, algo confundido.
A eso la araña respondió algo vacilante –En eso no estamos totalmente de acuerdo-
-¿No están de acuerdo?- dijo Pedro, algo angustiado, pues presentía un obstáculo, que esperaba no fuera insalvable.
Se había dado cuenta de que las arañas estaban tensas. Sin duda había tocado un tema sensible.
Finalmente Ernestina dijo –Es que, para hablar claro, estamos debatiendo la forma en que queremos cobrar y ni que hablar del precio de nuestros trabajos.
-Pero podemos buscar la manera de satisfacer a todas las tendencias- dijo Pedro. –No quiero que esto sea un problema y sobre el precio seguro llegaremos a algún arreglo.
-¡Me gusta su actitud! ¡Es lo que les decía a ellas! Porque a mí, personalmente, no me gustaría cobrar todo en moscas, no, no, yo creo que un buen mosquito de tanto en tanto, o alguna langosta de esas grandes viene bien para la dieta. Hay algunas de nosotras que creemos que las moscas grandotas además tienen mucho colesterol… ¡Engordan! Pero no todas pensamos igual…
Pedro estaba callado. ¿Ernestina había hablado de cobrar en moscas, mosquitos y langostas o había escuchado mal?
-Esteeee, si… -dijo- Uno ve esas enormes moscas verdes y las imagina llenas de colesterol… Si, me pasa también.
-¡Claro! ¿Ven que podemos entendernos?- les dijo a sus compañeras, recostadas cómodamente en una agenda, encima del escritorio.
-Pues, solo faltaría la cantidad entonces - dijo Pedro, que ya estaba pensando de donde sacar tantas moscas. Afortunadamente las volquetas desbordadas eran abundantes en la ciudad… ¡Al final se les iba a poder sacar algún provecho! Era costumbre que esas cajas de metal que servían para depositar los residuos estuvieran llenas de bolsas hasta el borde y la basura se desparramaba por la acera y la calle… ¡Y donde hay basura, hay moscas, eso bien lo sabía, pues tenía una de estas “volquetas” siempre desbordada en la esquina de su casa!
-Sobre la cantidad no se preocupe que seguro será razonable. Solo tenga disponibles langostas, mosquitos y moscas de todos tamaños que nos vamos a entender.
-¿Y cucarachas no quieren?- dijo Pedro, rápidamente.
Ernestina lo miró y luego a sus compañeras. Una de ellas, al parecer fanática de las cucarachas, le hacía frenéticas señas con su cabeza… -Si, si…- le decía. Finalmente Ernestina agregó:
-¡También cucarachas!
-¡Muy bien!- dijo Pedro- Nos comunicaremos a la brevedad, para hacer un contrato y a partir de allí les enviaremos las especificaciones de las telas, tamaño, diseño, grosor, todos esos detalles técnicos.
Las arañas estaban muy contentas. Obviamente no podían darle la mano a Pedro, pero lo saludaron con sus patitas. Antes de irse una le murmuró algo a Ernestina y ésta preguntó, señalando la mosca, que dando rebotes contra el vidrio de la ventana todavía estaba tratando de escapar de la peligrosa habitación:
-¿Podemos? Es que no hemos comido nada en toda la mañana…
-¡Es toda de ustedes!- dijo Pedro y miró para otro lado.
La mosca zumbó aterrada unos instantes y luego se calló. Al ratito vio marcharse a las arañas muy contentas y satisfechas, dejándole de recuerdo a la infeliz mosca, atada con telas a un rinconcito de la ventana.
Langostas, moscas, mosquitos y cucarachas…  Veía que lo más difícil del negocio parecía ser el pago y dentro de este  las langostas… Porque moscas, mosquitos y cucarachas, desafortunadamente había por todas partes…

                                             FIN



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