Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


viernes, 13 de julio de 2018

PROHIBIDOS LOS MANTRAS


                          
Edi Kinde estaba asombrado por la paz y la armonía que se observaban en Bonaire. Trabajaba en una compañía interplanetaria de fabricación y venta de herramientas agrícolas y conocía suficientes mundos como para darse cuenta que éste era uno excepcionalmente pacífico. Sobre todo lo conmovía ver como las dos especies predominantes en el planeta, los nativos, humanoides llamados “trunges” y los humanos –llegados en una avalancha de colonos hacía unas decenas de años estándar- se mezclaban por las calles y en los mercados, derrochando amabilidad y cortesía. Quizás influía en eso que ambas especies se complementaban en la cadena de producción de bienes, que  había trabajo para todo aquel que lo quisiera y que el nivel de vida de todos era relativamente bueno. Incluso a los más desfavorecidos, de ambas especies, no les faltaba un techo sobre su cabeza y comida en su mesa, por lo que no existían serios motivos de conflicto y en consecuencia reinaba una paz que bien podía llamarse ejemplar.
Pero pronto descubrió que esta armonía y tranquilidad no eran perfectas y que existía una ocasión en que se transformaban en grandes rivales. Sucedía que ambas especies eran fanáticas del deporte más extendido por todo el universo conocido: el balompié, soccer o fútbol, así que cuando periódicamente se enfrentaban los equipos en la liga planetaria pues… cualquier cosa era posible.
Existían dos “ligas” independientes… una humana y otra trunge. Cada una de ellas tenía su campeonato y cuando estos culminaban, los ganadores de cada uno de ellos competían entre sí para elegir el mejor equipo del planeta, que luego representaría al planeta en el Campeonato Federal.
Por casualidad, el principal evento deportivo de la temporada, el juego que decidiría el Campeón Planetario, se realizaría durante la estadía de Edi en Bonaire. Un poco por curiosidad y mucho más por  obligación protocolar, no pudo negarse cuando lo invitaron a presenciar el juego desde las gradas, en el mismo campo de juego.

Ya a la entrada del enorme escenario y mientras aguardaban el control de sus tarjetas de acceso, Kinde observó un enorme cartel en donde se advertía sobre las prohibiciones, que aparentemente eran las usuales, escrito en los idiomas más usados por la Federación y por supuesto en trunge.
 A saber, estaba prohibido entrar al campo de juego, agredir de cualquier forma a jugadores, árbitros o seguidores, ingresar y por supuesto utilizar cualquier tipo de armas o cualquier elemento como arma, exhibir las “gnubles” o partes sexuales, sean masculinas o femeninas, abusar de bebidas alteradoras de la conducta, sea energéticas, alcohólicas o alucinógenas y utilizar elementos que obstaculizaran la visual de los demás concurrentes al espectáculo.
Pero lo que más le llamó la atención, fue que habían agregado uno más pequeño y obviamente más reciente que decía: PROHIBIDO LOS MANTRAS.
-¿Por qué este cartel?- preguntó curioso.
-¿Ese cartel?- sonrió su guía –Ya sabe que tanto humanos como trunges son fanáticos del balompié… y lo que más anhelan es ganar el campeonato planetario.
Edi sonrió a su vez, pues entendía las pasiones que desataba el balompié en todo el universo conocido. También eran un factor de unión entre todas las culturas que podían practicarlo, incluso fuera de la Federación.
-¿Pero porqué prohibir los mantras? ¿Qué relación tienen con el juego?
-Pues, sucedió algo el campeonato planetario de hace dos temporadas. Históricamente los trunges nunca habían podido ganar un torneo planetario…
-¿Nunca?
-No, ni una vez. Juegan bien, pero son algo, cómo decirlo… Tienen buena técnica y tácticamente no son muy malos, pero les falta todo lo demás.
-Si, entiendo, coraje, arrojo, valor, agresividad…
-¡Agresividad tienen! ¡Pero no la saben manejar!
-Lo entiendo.
-Pero querían ganar el torneo… Necesitaban ganar el torneo.
Edi lo miró con más atención.
-Por lo que fueron a hablar con un fabricante de mantras.

Prístino Gemes vivía semioculto en un oscuro lugar en los suburbios humanos de Gideon, una de las ciudades más importantes de Bonaire. No era de su interés sobresalir en nada así que olía como todos sus vecinos, hacía ruido como todos sus vecinos y acostumbraba sentarse en el frente de su casa a ver a sus vecinos, exactamente como estos lo hacían. Esto cuando no estaba trabajando, claro. Prístino era un destacado fabricante de mantras. Los hacía para toda ocasión y circunstancia. Los hacía complejos, simples, largos, cortos, oscuros y claros… Se sobresaltó un poco cierta tarde que, dentro de su casa y concentrado en un sendero de palabras que estaba explorando, aparecieron ante él avisando apenas su presencia, tres seres encapuchados… -¡Trunges! – se dijo.
-¿Qué se les ofrece, estimados?
-Si es usted el honorable Prístino Gemes, necesitamos su ayuda.
-Están con la persona indicada. Cuénteme qué necesitan.
Gemes escuchó con atención a los trunges. Además de que eran sus posibles clientes –y el cliente siempre tiene la razón-le parecía que los trunges realmente tenían motivos para ser ayudados.
-Está bien. En una semana les tendré pronto el mantra.
-¿Y cuánto nos cobrará, honorable?
-Lo que ustedes juzguen conveniente, estimados trunges.

El día del juego final del campeonato planetario, los humanos y los trunges se repartían exactamente a la mitad las butacas. Hubiera sido un día de juego normal, sino hubiera sido por algunos detalles que sumados lo hacían un día extraño. Los trunges, contra toda costumbre, entraron sin grandes banderas ni estandartes, sin instrumentos musicales, sin cornos ni tambores… simplemente a cada uno se le daba una hoja impresa con algo; una canción, pensaron los humanos que se percataron de tal suceso.
Cuando estaba por comenzar el juego, a un fenomenal alarido, todos los trunges tomaron sus impresos y comenzaron a entonar un sonoro y retumbante poema, una y otra vez, una y otra vez… Los humanos lo tomaron como un chiste y por lo demás no afectaba para nada a los humanos que estaban en el campo de juego, ni a los que miraban ni a los que jugaban… pero sí a los trunges. Estos jugaron con una ferocidad, con una velocidad y precisión nunca antes vista en ellos… tanto que, cuando se terminó el juego y los trunges detuvieron sus gargantas y a la vez el mantra, se encontraron con que por primera vez en la historia de la Copa Planetaria eran campeones de la misma, por varios goles de diferencia.
Los trunges festejaron varios ciclos planetarios el triunfo. Su alegría desbordante llenó las calles del planeta, y a pesar de que los humanos trataron de todas formas de que el triunfo fuera anulado por ilegal, tanta felicidad trunge pronto los hizo olvidar todos los reclamos.
Un campeonato perdido en cuarenta jugados no era el fin del universo… Pero prohibieron los mantras.

                                               FIN 


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