Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Soy Pablo Daniel Rodríguez Remedios y aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


jueves, 20 de febrero de 2025

¿POR QUÉ NO AUTOMATIZAN?


Gan Gan se desplazaba raudamente, muy molesto con las instrucciones recién recibidas.

-¿Por qué no automatizan?- iba diciéndose- ¿Por qué yo, Gan Gan, funcionario de correcta figura, prolijo, que jamás rompo las reglas, que siempre estoy maquillado correctamente, aquí este color, allá aquel otro, mesurado, elegante –no como hacen otros que parecen nonokos ambulantes- tengo que estar cumpliendo estas ingratas tareas? ¿Por qué yo, Gan Gan? Podría estar haciendo lo que hacen todos, revisar formularios, enlentecer trámites, sofocar peticiones, pero no… ¡Hago los trabajos que nadie más quiere! ¿Acaso me castigan por ser tan correcto y formal? ¡Que no se mezclen, que no se mezclen, me ordenan! ¿Por qué no automatizan?

Envuelto en sus murmuraciones, protestas y quejas, pronto estuvo en su lugar de trabajo designado.

 

De un momento para otro pareció que comenzábamos a vivir dentro de una película, una clásica y trillada película de ciencia ficción… y terror. Nuestra percepción del universo, del lugar que según nosotros teníamos en él, nuestra arrogancia, todo, se desmoronó de un momento a otro y nos dejó temblando de miedo.

La película comenzó con el descubrimiento de una enorme masa que se acercaba a la Tierra desde fuera del sistema solar; el intento de destruirla antes de que su proximidad fuera peligrosa, las medidas defensivas de la nave que al final de cuentas eso era y el posterior lanzamiento hacia el planeta de miles de lo que parecían proyectiles que, como dijeron las autoridades, tenían como objetivo todas las ciudades de cierto porte, todo eso… fue el principio.

Si bien un importante número de esos proyectiles fueron interceptados  -recordemos que en la Tierra desde hace mucho tiempo nos veníamos preparando para una eventualidad sino igual, parecida… cosas de humanos, digamos- los que no fueron destruidos siguieron su camino.

Afortunadamente las ciudades que eran sus objetivos estaban claramente identificadas y se tomaron todas las medidas de protección que fueron posibles dado el poco tiempo de que se disponía; los ciudadanos, alertas, esperaron aterrorizados los impactos y las devastadoras explosiones.

Pero lo que vino luego de los impactos no fueron explosiones, sino… liberaciones.

Cada uno de los proyectiles liberó enormes nubes de microorganismos, tan pequeños como virus, que por la onda expansiva cubrieron una extensísima superficie y que fueron aspirados por todos los seres vivos de los alrededores.

Como estas siembras habían ocurrido simultáneamente en centenares de ciudades grandes y medianas en todo el planeta, la totalidad de los gobiernos y científicos del mundo unieron esfuerzos para estudiar a estos invisibles invasores.

Lo primero que averiguaron es que esta especie de microorganismo podía infectar a todos los seres de sangre caliente que encontraba en su camino y que si no hallaba un huésped –animal o humano- moría en un par de horas.

Lo segundo, es que los animales infectados no cambiaban para nada su comportamiento, hábitos, nada… en cambio los humanos comenzaban a las pocas horas a manifestar síntomas ligeros, que luego devenían en severos cambios corporales.

Lo tercero que se descubrió es que había cinco cepas distintas, que habían sido lanzadas además en lugares bastante separados geográficamente entre sí y que los cambios que provocaban en los humanos cada una de las cinco cepas eran diferentes. Algunos de estos cambios eran sutiles e internos y por lo tanto no visibles a simple vista, pero otros...

Una de las mutaciones más importantes que sufrían los infectados era la coloración de su epidermis… así que por esta característica se pudo identificar a las cepas por sus colores: verde, naranja, amarillo, azul y rojo. No importaba el tipo racial, ni el sexo ni la edad… los infectados en apenas una semana quedaban totalmente –“totalmente” de manera literal- del color de su cepa.

Estas no solo se diferenciaban por su color o por su distribución geográfica –pues al principio cada color ocupaba una región planetaria bastante bien delimitada- sino también por algunos cambios dentro de los portadores, cambios que suponían mayor o menor cantidad de determinadas sustancias, algunas de ellas muy extrañas, dentro de su organismo.

También descubrieron que los humanos infectados, luego de determinado período de tiempo, eran los que continuaban  propagando la enfermedad. Esta necesidad de contagiar a otros humanos–incontrolable al parecer- despertaba luego de diez días de infección, cuando ya el color característico estaba consolidado, junto con otros cambios más desagradables como numerosas ampollas o burbujas subcutáneas llenas de líquido del color que correspondiera, ampollas de todo tamaño que aparecían aleatoriamente sobre los cuerpos.

Todos los datos de los que se disponía apuntaban a que el método de propagación era, por decirlo de alguna manera, poco convencional y de ahí el nombre de “Epidemia de los Besuqueiros” o “de los Besuqueadores” que se les terminó dando a esta invasión, incluso formalmente. Es que la infección se transmitía por un largo y apasionado beso en la boca entre el portador y su víctima.

Partiendo con la contaminación inicial y continuando con los “besuqueiros”, una gran cantidad de ciudades fue conquistada. Luego, al no encontrar a quién besar, los “besuqueadores” se derramaban como una marea de colores por las afueras, suburbios, villas, pueblos y campos.

Cuando llegaban a alguna desventurada ciudad que no había sido contaminada, luego de caminar por kilómetros sin dar ni un solo beso, eran consumidos por un frenesí “besuqueador” que los hacía prácticamente imparables. Nada los detenía.

 

Los humanos, para impedir ser besados, usaban todo tipo de bozales, mascarillas, cascos y protecciones pero nada de eso ofrecía una garantía segura y paulatinamente los civiles, policías y militares –los que iban quedando- comenzaron a tomar medidas de protección más drásticas, como dispararles con sus armas de fuego. Es que nadie quería terminar completamente pintado de un color chillón, lleno de ampollas y además besando en la boca a cuanto humano le pasara por delante… no, no. ¡Era muy desagradable!

Pero ni siquiera tirar a matar a los infectados fue suficiente para detener el avance de estos diminutos invasores y sus portadores… y la epidemia de largos y apasionados besos continuó. Se sabía que se trabajaba febrilmente en una vacuna, pero todavía no había novedades sobre ella.

Se pensó en algún momento en lanzar armas nucleares sobre las zonas infectadas pero las autoridades sobrevivientes convinieron que era una medida suicida… Si quedaban humanos al final de toda esta pesadilla ¿Que planeta heredarían luego de que estallaran decenas y decenas de bombas nucleares?

Lo  cierto es que quienes todavía no estaban contagiados, fueron retrocediendo paulatinamente, buscando zonas poco afectadas, fortificándolas en ocasiones, un retroceso que la mayoría de las veces terminaba en una rápida y aterrada huida hacia donde creían que podían encontrar algo de seguridad. En ningún caso podría decirse que fueran muy optimistas sobre el futuro que los esperaba…

Hasta que, y no se recuerda bien en qué momento, comenzó La Recolección, como se le llamó. Algunos creen que cuando la infección llegó a un punto crítico en cuanto a contaminados, comenzó esta operación. Fue sencillo darse cuenta de que era ni más ni menos que el paso siguiente… primero sembrar, luego cosechar… La Recolección consistió en una gran cantidad de grandes contenedores voladores que con unos dispositivos mecánicos parecidos a enormes aspiradoras tomaban a todos los humanos infectados y los colocaban en su interior. Al parecer, cuando se colmaba su capacidad, desaparecían en el cielo profundo, donde supuestamente esperaban contenedores más voluminosos, dejaban su carga y regresaban al planeta. Los humanos infectados no solo no huían sino que, atraídos quién sabe por qué cosa, se dirigían por sí mismos a lugares despejados para ser aspirados. Tal operación transcurrió por días y días hasta que todos los infectados fueron capturados.

 

La “Epidemia de los Besuqueiros”, dejó a la especie más inteligente y poderosa del planeta muy mal parada. Indefensión e impotencia en sus estados más puros, era lo que sentía lo que quedaba de la Humanidad. Nuestros grandes avances tecnológicos, nuestros planes y ambiciones, todo lo que era importante para nosotros, resultaron ser insignificantes…  La Humanidad estaba perpleja y muy golpeada… En un lapso ridículamente corto había sido transformada y secuestrada casi las tres cuartas partes de la población mundial, sin especificar si eran verdes, naranjas, amarillos, azules o rojos, y todavía se desconocía quiénes habían sido los agresores, su motivación… y el destino de todos los humanos secuestrados. ¿Cómo había sucedido eso? ¿Cómo es que no habíamos sido capaces de defendernos eficazmente? Y peor aún, la pregunta que se hacían todos los sobrevivientes: ¿Volverían?

Todas esas preguntas, todos esos miedos e incertidumbres, hicieron que la Humanidad o lo que quedaba de ella, comenzara a vivir su Edad más oscura.

 

¿Por qué yo? ¡Siempre Gan Gan! Me dijeron que era algo temporal… bien; que sería solamente por un planeta…me mintieron, pero… bien; que necesitaban a alguien responsable y capaz… bien… ¡Pero todavía no me han comunicado que regrese a mi puesto habitual! ¡No me gusta este trabajo! ¿Por qué no automatizan?- se decía Gan Gan- ¿Qué hice mal? En Tarsites, Gan Gan, en Petrubio, Gan Gan, en Miriano, Gan Gan y ahora en este mundo que ni recuerdo cómo se llama… sí, Titian… ¡Otra vez Gan Gan! ¿Cuándo van a automatizar? ¡Podrían automatizar profundamente esto y no tendría que estar aquí, supervisando absolutamente nada! ¡Nada! ¡No tendría nada que supervisar! ¿Pero qué es eso? ¿Qué es eso? ¡Detengan esa cinta! ¿No ven que están mezclando bonokes con trulos? ¡No mezclen los colores! ¡No los mezclen! ¿Es que los potroniles les comieron los sensores visuales? ¡Los colores no se mezclan! ¿Qué les parece que puede pasar si en Xipondia, por ejemplo, piden treinta contenedores de pinules y les aparecen con trulos, bonokes, sinfanos o sokotes mezclados? ¿Qué creen que pasaría, eh? ¿Se dan cuenta acaso del escándalo de sabores que ocurriría? ¡No los mezclen, no los mezclen!

¿Por qué todavía tenemos que trabajar a la antigua? ¿Por qué no automatizan?

¡Y que tortura pensar en lo exquisitos que son los sokotes o los pinules con salsa de minuros! Podría hurtar alguno, quizás alguno de los pequeños… ¿quién se daría cuenta? ¡De solo pensarlo se me movilizaron todos los estómagos!

 

Lopli Diqui, Alto Funcionario de Alimentos y Accesorios de la Empresa Fusionada Paraestatal Sintu´Rah estaba muy satisfecho. “Alimentar es Avanzar” era el lema de la empresa y estaban avanzando a pasos increíblemente rentables. ¡Las últimas cosechas habían sido magníficas! ¡Su bono se vería incrementado sustancialmente! Y en vista de esto, haría un pequeño cambio… había un funcionario a quién se le había encargado supervisar las tareas temporalmente y que había mostrado compromiso y responsabilidad en su función, obteniendo excelente resultados. Le iba a adjudicar la supervisión de la cosecha en forma permanente, un cambio que le significaría un ascenso y un aumento salarial importante. Ese tal Gan Gan indiscutiblemente se lo merecía.

 

                                            FIN

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