Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


viernes, 20 de octubre de 2023

EL CAMBIO

 El Ratoncito Pérez advirtió que algo estaba cambiando cuando debajo de las almohadas de los chicos comenzó a encontrar, de tanto en tanto y luego con más frecuencia, unos dientes de leche que lo impresionaron mucho. No eran esos dientes chatos, de bordes romos, hechos para morder, machacar, triturar o acaso desgarrar, no, no… Los dientes que estaba encontrando ahora eran dientes más largos de lo normal y punzantes, puntiagudos, afilados y sin duda atemorizantes. Nunca había visto dientes así en su larga carrera como ratón de los dientes, bueno, en su larga carrera para lo que es la vida de un ratón, que por más que sea un ratón de los dientes muy larga no es. También tuvo que cambiar su horario de trabajo; si, eso era realmente un problema, porque el cambio en la forma de los dientes o incluso que fuera más peligroso manipularlos –ya se había cortado con más de uno- digamos que no era un cambio esencial  en el cumplimiento de sus deberes, pero tener que comenzar a cambiar los dientes por monedas durante el día, porque la mayoría de los niños dormía de día y salían de sus camas de noche, eso sí era un cambio y aunque no era usual que se molestara por algo, se sentía molesto.

 Al principio de todo este cambio, los niños que dormían de día y dejaban sus camas de noche eran los menos… Poco a poco comenzaron a aumentar, más y más, hasta que fueron la gran mayoría. Mientras tanto, los niños que dormían de noche como debía ser eran cada vez menos y le daba mucho trabajo encontrarlos… desperdigados, por aquí y por allá, perdidos y a veces hasta aparentemente olvidados, ellos también merecían cambiar sus dientes por monedas… aunque el Ratón Pérez sospechaba que esos niños, tarde o temprano estaban destinados a ser como los demás.

Lo cierto es que él debía cumplir con su tarea, por lo que terminó trabajando tanto de día como de noche, casi sin parar.

 

Pero lo que hizo que renunciara a su trabajo no fue el cambio de forma de los dientes y las dificultades de trabajar con ellos; tampoco fue que no pudiera dormir casi nunca… no, no… Lo que hizo que renunciara fue que comenzaran a dormir en ataúdes, unas cajas a veces de madera, a veces de metal y hasta de hormigón o piedra, herméticamente cerradas y casi imposibles de abrir desde fuera.

 

Mientras que con su valijita se encaminaba al campo, donde lo esperaba una, suponía que monótona pero mucho más sana vida de campesino y ya en los suburbios, se volvió hacia la ciudad y gritó: “¡Adiós, pinches vampiros! ¡Y ojalá esto haga que sus pinches niños los odien!”.

 

                                           FIN

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