Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


jueves, 29 de noviembre de 2018

UN PROBLEMA AUDITIVO


Cuando recibí el desesperado pedido de ayuda de mi colega en ingeniería mágica Letoke Binoke, me tomé cierto tiempo para reflexionar sobre la conveniencia de acudir a ayudarle e incluso de responder a su mensaje.
No porque fuera un mal tipo, para nada. Había sido un excelente compañero de estudios, de buen corazón e intelectualmente muy capaz.
Pero tenía un problema… un serio problema quizás: una tendencia casi suicida por el juego.
Jugar en sí, tomándolo como entretenimiento, para distraerse, alejándose de la rutina diaria, no es un defecto en tanto se haga con moderación, con medida… pero Letoke era un torbellino de emociones mal manejadas. El juego era su pasión y su enfermedad y por él nunca tenía dinero en sus bolsillos…
Además, siendo ingeniero mágico y egresado de una reconocida academia –lo que lo hacía disfrutar supuestamente de excelentes ingresos- su crédito era alto –demasiado alto- por lo que sus pérdidas eran grandes, tanto que eran invariablemente mayores que sus ganancias.
Así estaba su vida. Trabajaba, ganaba dinero, lo jugaba y perdía más de lo que jugaba… siempre.
Hasta que varios acreedores se pusieron de acuerdo, lo secuestraron, lo llevaron al mercado negro de seres y personas y por media docena de años estándar de esclavitud absoluta se cobraron lo adeudado.
Así fue como Letoke Binoke fue a parar a Bentitus 23.
Y esas eran las últimas novedades que había tenido sobre él: que estaba cautivo en ese mundo y que debía trabajar hasta conseguir su libertad. En realidad no me parecía un problema tan grave. Me había enterado que Aristo Cuarto, el regente del planeta, era una persona amable y culta y que, si bien Bentitus 23 no era el más civilizado de los mundos, Letoke no lo estaría pasando mal… si hacía lo que tenía que hacer, claro… o dicho en otras palabras, si hacía lo que se esperaba de él, que era ni más ni menos que practicara la magia
Y eso fue lo que me llamó la atención de su pedido de auxilio; según sus palabras llevaba ya un mes estándar en Bentitus y había sido incapaz de llevar a cabo hasta el menos ambicioso de sus objetivos mágicos… y estaba desesperado.
Su anfitrión estaba perdiendo rápidamente sus buenas maneras y temía que en algún momento pudiera pensar que no tenía intenciones de cumplir con su parte del trato.
Necesitaba mi ayuda… y eso me decidió. No solo decidí auxiliarlo porque era un colega en desgracia –por más que la idea no me había entusiasmado mucho al principio- sino porque me intrigaba mucho que su magia no funcionara. Era extraño.
Cuando llegué a Bentitus 23 fui educadamente recibido, pero claramente el ambiente en el palacio del regente no era el mejor. Habían gastado mucho dinero por los servicios de Letoke y hasta ahora no les había devuelto ni una moneda.
No quise insistir en que estaba seguro de que lo que habían pagado por los servicios obligados de Letoke era solo una pequeña parte de lo que tendrían que pagar por un tecnomago contratado normalmente, además de que no creía que alguno del gremio aceptara estar seis años estándar en ese rincón alejado de la mano del Desconocido Creador.
Inmediatamente me dispuse a cumplir con mi objetivo, que no era precisamente “salvarlo” de su contrato forzoso sino ayudarlo a que pudiera practicar la magia y que pudiera cumplir su acuerdo, por informal que este fuera. Si bien el comportamiento de Letoke no era el peor comportamiento que hubiera visto en alguien del gremio nos involucraba –y nos avergonzaba- a todos; quizás si se le diera la oportunidad de enderezar su camino sabría aprovecharla.
Se sorprendió mucho al verme y me abrazó muy emocionado. Al momento me di cuenta de que no era al único que le había pedido ayuda, pero si el único que le había respondido. A los pocos minutos ya me estaba comentando sobre sus frustrados intentos por realizar determinadas tareas mágicas. Al parecer, su magia allí no funcionaba y estaba realmente desesperado, tal cual como me había comunicado en sus cartas.
Hay dos grandes “escuelas” de prácticas mágicas: los “canalizadores”, que son los que detectan y canalizan a través de sí o de algún artefacto o ser vivo la energía que reciben y los “creadores”, quienes fabrican su propia energía, que luego manipulan para realizar la tarea que deseen hacer.
Estas dos “formas” no se excluyen entre sí y en general se utiliza una mezcla de las dos prácticas… pero es cierto que la mayoría de los egresados de las escuelas mágicas son mejores en una forma que en otra.
En el caso de Letoke Binoke, la energía que utilizaba para su magia la extraía casi exclusivamente  del exterior, por lo que podría considerarse un canalizador casi puro. Además era adepto a una especialidad dentro de la canalización… él utilizaba energías planetarias. No energías cósmicas de ningún color, no energía de las estrellas –por cerca que estuvieran-, sino solamente energía planetaria… que es de las energías más poderosas que pueden existir… siempre que estés cerca y preferiblemente en contacto directo con un planeta.
Eso era lo que me preocupaba. Sabía que Letoke era bueno en lo que hacía… además me había dicho que el planeta desbordaba de energía, algo que yo mismo comprobé. Bentitus era un planeta joven, vital, impetuoso; tendría que haber podido hacer cosas increíbles con esa energía… pero no había logrado nada.
Luego de hacerle algunas sencillas pruebas para averiguar si los canales internos que solía usar funcionaban bien y comprobar que estaban en óptimas condiciones, la cuestión realmente me intrigaba.
Si Letoke podía “canalizar” bien… ¿Cuál era el problema?

Tardé bastante tiempo en hacerme una idea de lo que sucedía. Visité bibliotecas, hablé con científicos y personalidades de todo tipo, con filósofos, con presuntos místicos, todo para iluminar un poco la oscuridad en la que estaba con respecto a lo que pasaba con la magia de Letoke –o la ausencia de ella-. Mientras hacía esto, tuve que realizar tareas a cuenta de mi colega, pues me parecía era la única forma de ganar tiempo y de conservarlo en buen estado de salud, sin huesos rotos y todas esas molestias.

Finalmente me decidí y envié un mensaje urgente a uno de nuestros colegas… y amigo personal debo agregar, por lo que sabía que me respondería, el archifamoso ingeniero mágico Perepin Sulfhu. Oportunamente le comuniqué al Regente que estaba esperando una visita y tranquilicé a Letoke sobre que pronto estaría resuelto su problema o eso esperaba.
Perepin fue recibido como una celebridad, pues era conocido a lo largo y ancho del Universo por infinidad de fenomenales tareas que había llevado a buen término, además de dictar conferencias por todas partes y cursos en por lo menos cuatro universidades importantes.
Nos abrazamos efusivamente y saludó con cierta reticencia a Letoke. En realidad estaba convencido de que el comportamiento de Letoke y otros como él desprestigiaban a nuestra profesión; los magos, según él, tenían que seguir determinados códigos de conducta, tenían que ser honorables, evitar los excesos de todo tipo… así veía Sulfhu nuestra profesión, una visión bastante parecida a la mía. Pero no podía dejarse a Letoke abandonado a su suerte; había que hacer lo posible para ayudarlo.
Luego de cuidar que estuviera instalado y con algunos ligeros alimentos entre pecho y espalda, le comenté a Sulfhu todo lo que había averiguado, mis investigaciones, los resultados de los testeos y una tentativa de diagnóstico. Me escuchó con atención y realizó algunas pequeñas y rápidas pruebas que confirmaron lo que yo sospechaba. Sulfhu, además de ser uno de los más reconocidos tecnomagos era uno de los más grandes especialistas vivos en energías planetarias, lo que quiere decir que si había algún problema con algún planeta, él era el indicado para resolverlo.

Finalmente pidió bajar al lugar más profundo al que se pudiera acceder. Hizo el descenso con gran cantidad de instrumental, pero no requirió más compañía que todas esas herramientas, algunas de las cuales yo nunca había visto.
Junto con Letoke Binoke nos dispusimos a esperar en la misma entrada del oscuro y profundo pozo, un antiguo agujero que hacía mucho tiempo habían hecho para investigar determinadas cualidades del subsuelo.
Habían pasado ya cinco horas estándar, durante las cuales apenas nos animábamos a murmurar algo, cuando Letoke abrió inmensamente sus ojos. Su cara mostraba sorpresa.
-¡Qué diablos!- dijo.
-¡Lo logró!- dije a mi vez.
Los aparejos se movieron y al rato estuvo frente a nosotros un cansado pero risueño Perepin Sulfhu.
-¡Tenías razón!- me dijo, golpeándome un hombro- ¡El planeta estaba sordo!
-¿El planeta estaba sordo?- dijo Letoke, con una expresión indescifrable.
-Así es- dijo Sulfhu- Estaba sordo y por eso era imposible que te comunicaras con él y con su energía. O algo le sucedió hace muchos, muchos años, algo terrible y traumático, o nació con ese problema…; lo cierto es que su capacidad de “escuchar” estaba anulada… pero pude romper el bloqueo. Su fuerza, su poder, su energía, es toda tuya. Úsala bien… - Y concluyó- Y recuerda que por tu boca hablan también nuestras bocas y por lo que tú haces, todos somos juzgados…
Letoke enrojeció y se emocionó de tal forma que pensé se le iba a caer alguna lágrima.
-¡Gracias! Estoy en deuda con ustedes…
-Ya sabes cómo pagarnos- dijo Sulfhu.

Letoke Binoke pagó su deuda con Aristo y no solo se quedó dos años más trabajando en exclusividad con Bentitus 23 sino que allí estableció su hogar permanente, por más que ahora trabaje en distintos mundos, yendo de aquí para allá de tarea en tarea. Me he encontrado con él en diversas ocasiones y está muy satisfecho de su nueva vida y de su reputación.
Luego de aquel día en Bentitus jamás volvió a jugar ni la más mísera moneda y se convirtió además en el más férreo defensor del código que según Sulfhu, todos los magos deben seguir.

                                        FIN







No hay comentarios:

Publicar un comentario