Xerc, Truc y Nec estaban muy
nerviosos. En pocos instantes recibirían la visita de El Excelso Trin,
Supervisor de Xenobiología de Primera Clase, un científico extremadamente serio
y de los más destacados entre los certunianos. No era la primera vez que Trin
visitaba el Centro de Investigaciones, pero esta vez no era una visita común y
corriente; esta vez había algo muy importante para mostrarle.
Su proyecto consistía en el estudio
de una de las especies más crueles y destructoras del universo conocido, una
con la que todavía no habían tenido mucho contacto, pero que era precedida por
su reputación. Era para estar preparados que querían estudiarlos y finalmente,
luego de innumerables operaciones entre las cuales la más inocente era el
contrabando interplanetario, habían logrado hacerse de un número bastante
importante de embriones y de todos ellos, finalmente, habían logrado un
espécimen en su estado adulto. ¡Solo uno!
Eso era lo que Truc le comentaba al
visitante en ese momento, haciendo hincapié en todo el despliegue de inventiva
y el esforzado trabajo de todos ellos para llegar a ese objetivo.
-¡Resulta curioso que una especie
tan dañina resulte a la vez tan frágil y que tenga tan bajos índices de sobrevivencia!-
decía El Excelso.
-¡Son extremadamente débiles!- dijo
Truc.
-¡Y sumamente sensibles a los
mínimos cambios en temperatura, presión ambiente y humedad!- dijo Nec.
-¡Y ni que hablar de su
alimentación!- terminó Xerc.
Ya estaban frente al ser en cuestión,
que tras una pared transparente, los observaba sin hacer el más mínimo gesto.
-¿Y cómo los llaman?- preguntó el
visitante.
-Nosotros los llamamos “humanos”, pues
es así como ellos se autodenominan.
-¡Humanos! –exclamó, mientras lo
observaba detenidamente- ¡Parece tan inofensivo! No tiene exoesqueleto, ni
pelaje, tiene todas sus partes blandas expuestas, no tiene garras, ni grandes
dientes… ¡Ni siquiera parece muy fuerte! –Pensó unos instantes, mientras seguía
contemplando al humano- ¿Este animal es capaz de destruir mundos? ¿No se habrán
confundido y les trajeron los embriones equivocados? ¡Esta cosa parece ser
incapaz hasta de cazar al más tonto de los “rispichis”! –dijo, soltando una
risa muy certuniana. Era evidente que el visitante se estaba divirtiendo.
-Tiene razón, Su Eminencia- dijo
algo avergonzado Xerc- Quizás nos engañaron.
Y agregó Nec –A nosotros nos parecía
sospechoso que una especie tan peligrosa resultara tan frágil y desvalida…
¿Recuerdan que hubo que darle de comer en su boca por centenas de nuestros
ciclos temporales? ¡Sino se hubiera muerto de hambre!
-¡De hecho la inmensa mayoría de los
embriones que nos trajeron se murieron!- afirmó otro.
-¡Creo que nos burlaron!- dijo
entonces Nec, quien ya sabía cual sería la consecuencia de haber gastado tanto
tiempo y recursos desarrollando y estudiando algo que evidentemente no merecía
tantas molestias y esfuerzos.
-¡Pero tienen fama de peligrosos!-
protestó Xerc-
-¡Estimados colegas, creo que los
han timado vergonzosamente! ¡Esa “cosa” no puede ser peligrosa! –dijo finalmente
El Excelso, con un tono que sonó a sentencia.
-¡Hagamos una prueba!- dijo Xerc,
fuera de sí, pues sentía que su carrera estaba pendiente de un hilo -¡Una
última prueba!
Sus compañeros de trabajo, que nunca
lo habían visto tan exaltado, lo miraron sobresaltados.
-¿Qué prueba sugiere?- dijo Trin,
mirándolo con curiosidad.
Xerc se movió rápidamente y sacó, de
un escondite de la pared a sus espaldas, una pistola láser.
-¿Qué pretende hacer con esa arma?-
le preguntó el supervisor asustado.
-¡Quiero someter al humano a una
última prueba! ¡Si es cierto que son peligrosos, instintivamente tomará el arma
e intentará atacarnos!
-¡Pero sin aprendizaje no sabrá
siquiera qué cosa tiene ante sí!- protestó Nec.
El Excelso Trin miró con profunda
curiosidad a Xerc. Le llamaba la atención esa conducta tan inestable en un
científico de su categoría. Estaba claro que sin aprendizaje el animal no
sabría ni donde estaba el tubo de descarga del arma… Pero también sentía cierto
placer al ver como alguien tan racional como Xerc se dejaba dominar por la
desesperación. Así que lo instigó a seguir.
-¡Yo estoy convencido de que esa “cosa” es totalmente inofensiva,
sepa o no sepa distinguir un arma!- dijo
-¡Está todo dicho entonces!- dijo un
decidido Xerc. A continuación entró a la habitación y sin ninguna reacción por
parte del humano le colocó ante sí el arma.
Este se acercó lentamente a la
pistola, la miró, la tocó con un dedo, luego intentó tomarla, se le cayó…
finalmente la tomó entre sus manos.
-¡Era hora!- dijo entonces Trin, con
una risa; los demás observaban con cierta frialdad lo que sucedía.
El arma daba vueltas entre las manos
del humano…
-¿Y usted espera que “eso” tome el
arma y nos apunte?- le dijo muy divertido Trin a Xerc.
Este se quedó callado.
-¿Y que sucedería –continuó Trin- si
por una rarísima casualidad acciona el gatillo del arma y esta se dispara?
-¡Sería imposible! Tiene el seguro
puesto y además la carga está desactivada…
Mientras tanto, el ser pálido y
totalmente desprovisto de pelo seguía estudiando y palpando la pistola…
De pronto un zumbido brotó de la
misma.
-¿Me parece o ese zumbido indica que
la carga está activada?
-¡Bah, puede ser, mera casualidad!
Pero ni siquiera toma el arma correctamente…
El humano seguía dando vueltas en
sus manos el arma, hasta que encontró lo que buscaba. Al quitarle el seguro,
tomó firmemente el arma y con cuatro disparos puso fuera de combate a los
científicos, traspasando el cristal y sus gruesos cuerpos. Luego hizo saltar de
un disparo la traba de la puerta y antes de huir se detuvo frente a los
científicos para rematarlos. Uno a uno les fue dando una última descarga en el
medio de su acorazada cabeza. Antes de darle el disparo de gracia a Trin este
solo atinó a decir: “¡Y parecía tan inofensivo!”.
El “Incidente del Laboratorio” como
le llamaron los certunianos puso sobre aviso a esta cultura sobre el cada vez
más próximo contacto con la Federación y sobre todo con los humanos. Como allí
también creen que “A buen entendedor pocas palabras bastan” multiplicaron por diez
sus defensas y su producción de armamento.
FIN
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