A este relato lo escribí hace
bastante tiempo y es parte de una serie de cuentos de este tenor que mostré
poco y nada. Algunos de ellos tienen bastante humor, que no es el caso de éste.
Lo que mostraré ahora es la versión original y a continuación una versión
transformada. Como dije al principio es un ejercicio.
LOS OJOS DE ELLA
Yo
la amo. Amo sus muslos, sus pantorrillas, sus pies, su vulva, su ombligo, su
trasero, sus senos, su cuello, su boca, sus orejas, su pelo, sus ojos… Amo sus
ojos. Muchas cosas me atrajeron cuando la conocí, pero sus ojos fueron la
manzanita que nos condenó. Sin sus ojos yo no podría vivir ni dos días. Suerte
que los tengo cerca, allí, en el tercer estante, entre su pie derecho y sus
orejas, bien al alcance de las manos ¿Ves? Hay un rótulo debajo del recipiente
de cristal, en la estantería ¿Lo encontraste? Ahí dice claramente “OJOS DE
ELLA”. Siento indudable placer en tenerla siempre cerca de mí, a toda hora, en
invierno o en verano, en hermosos días soleados o cuando el viento y la lluvia
hacen apreciar más la intimidad del hogar. Nada de lo que suceda afuera me
importa mucho de todos modos, pues la tengo siempre al lado, mirándome ¡Sí! ¡Mirándome!
¡Con sus ojos bellos! A mí, a quien nadie jamás prestó mucha atención. Pero
ella es diferente, es tan hermosa, tan comprensiva, tan no sé qué. No me canso
de decirle que la amo, se lo digo diez, veinte, treinta veces por día y una vez
estuve seis horas seguidas diciéndole “TE AMO, TE AMO, TE AMO ...”. Esa vez casi se
me acalambra la lengua, por lo que ahora soy más moderado.
¡Qué
contento me siento! Ya no estoy solo. Antes salía a las fiestas, iba al cine,
al teatro, siempre tratando de encontrar una chica a la que yo le agradara...
infructuosamente. ¡Ahora sí! ¡Me resulta difícil de creer tanta felicidad!
¡Y
si supieran cómo la conocí! Simplemente caminando por una avenida una hermosa
tarde de otoño; iba a pasar junto a mí, la miré, creo que me miró y bueno, aquí
estamos, viviendo juntos...
FIN
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