Queridos amigos y amigas, reapareciendo en un mundo cada vez más a tono con la ciencia ficción... Por la ciencia ficción y la fantasía!!! Es un secreto, pero nunca me fuí... Aquí estaré: pablodaniel.gandalf@gmail.com... Un gran abrazo!!!


sábado, 30 de diciembre de 2017

DISTINTO

En la cabina de reuniones de la nave, ante el enorme ventanal por el que se veía una fracción de lo que parecía ser un gigantesco artefacto espacial, los siete miembros del Consejo Gobernante del Syrene, nave-mundo de colonización terrestre, mostraban semblantes sombríos. Frustración, pesar e incredulidad era lo que se veía en sus rostros.
-Tres de nuestros mejores tripulantes han muerto en esa cámara- dijo la consejera Rumisu Itba.
-Y el mensaje no deja de emitirse- dijo otro
-¡Es una burla! ¡Destruyamos todo! ¡Enviemos a nuestros técnicos a desmontar el artefacto pieza por pieza!-dijo alguien más en subido tono.
-¡Cortemos todo en pedacitos y reutilicemos el metal- opinó otro…
Así hablaban hasta que dijo nuevamente Rumisu, pensativa -Evidentemente el artefacto se averió o…
-Es seguro que se averió-interrumpió alguien
Rumisu continuó –… o no se averió y sea otro el problema.
-¿Pero qué otro problema puede ser, Rumisu?- intervino entonces Salke Nolke. Salke no era de hablar en demasía y era un añoso y respetado consejero, por lo que su intervención dejó a los demás callados, escuchando con atención.
Rumisu lo miró. Rumisu y Salke no siempre opinaban lo mismo sobre algunas cuestiones y eran famosas sus discusiones en torno a muchos temas importantes, pero eran los consejeros más respetados y quizás los de más autoridad. Cuando sus intereses coincidían –que también sucedía- su fuerza era tal que los otros cinco restantes nada hacían para interponerse. Y este problema parecía  uno de los que tendrían que resolver juntos.
-Hay algo extraño aquí, Salke –dijo Rumisu finalmente- y es mucho lo que nos jugamos para descartar ninguna teoría, por descabellada que parezca.
-¿Pero de qué habla, consejera?- intervino otro.
-Precisamente de que es posible de que todo ese… ingenio de ahí fuera –dijo señalando la visible estructura del espacio- no esté averiado…
-¡Pero es imposible! ¿Por qué no va a reconocer a ninguno de nuestros tripulantes entonces?
-Eso voy a averiguar. Iré por una solución.
-¿Por una solución? ¿Quién tiene la solución?
-Creo que Los Distintos pueden tenerla.
-¿Los Distintos?-dijo Salke.
-¡Los Distintos son un mito!-dijo uno
-¡Una leyenda!-dijo otro
-¡Un disparate nacido en la oscuridad de las más profundas bodegas!-dijo uno más
-Espero que no creas en ese cuento de niños, Rumisu- añadió Salke.
-No es un cuento de niños, ni un mito… yo misma los conocí cuando era estudiante- contestó ella
-¿Los conoció?- exclamó alguien
-Y llegué a vivir con ellos. Fueron parte de mi tesis de graduación, para ser más exactos; pero claro, imposible que ustedes lo supieran. Ellos existen y pueden ayudarnos.
-¿Pero cómo podrían?-preguntó el viejo consejero, intrigado.
-Estimado Salke, cuando regrese, ustedes y tú en particular, serán los primeros en saberlo.
-Pareces muy decidida, así que lo intentarás de todos modos-aseveró él.
-Mientras ustedes siguen analizando el artefacto, yo traeré a Los Distintos.
Casi todos menos Salke la miraron como si estuviera desquiciada, pero vieron que hablaba en serio.
-Está bien- le dijo éste en tono conformista…
Antes de que Rumisu se retirara agregó, cambiando su tono –Llévate guardaespaldas contigo Rumisu, por favor-
-Lo haré, lo haré…- dijo la mujer, marchándose y dejándolos a todos quizás más pensativos que antes.

Llevaban de viaje doscientos diez años, cuatro meses, veinticinco días, catorce horas y treinta y ocho minutos con veintidós segundos estándar cuando comenzaron a recibir el mensaje. En una docena de idiomas terrestres, éste decía, una y otra vez:
“Solo para humanos: En el origen de esta señal encontrarán valiosa información sobre planetas habitados y como llegar a ellos. Es indispensable para vuestra sobrevivencia acceder a esta información.
Solo para humanos:…”
Los mecanismos de la nave ubicaron el origen de los mensajes en un lugar del espacio apenas un puñado de millones de kilómetros de donde se encontraban.
Y hacia allí se dirigieron. Estaba claro que el emisor se había activado ante su proximidad y ellos eran los destinatarios. Ni por un momento pensaron en una trampa -¿Por qué? ¿De quién?- Así que una mezcla de curiosidad y tensión era la sensación climática reinante.
Cuando llegaron al origen de la señal advirtieron que era un artefacto mucho más complejo que una simple fuente radial. Junto a un enorme aro de metal plateado –tan grande que la nave entera podría pasar por él sin ninguna dificultad- y unido al tal anillo como si fueran la misma estructura, había una serie de burbujas, del mismo metal, semejando habitáculos o contenedores de algún tipo.
Sabían que de allí salían las señales.
Una de esas cámaras mostraba visiblemente una puerta abierta. Y hacía allí decidieron los estudiosos enviar a uno de los tripulantes.
Cuando éste fue, al cabo de unos minutos, expulsado sin vida por esa misma compuerta, pensaron que había sido un accidente o una triste casualidad. Pero al tercer tripulante enviado y muerto estaban seguros de que había algo más…

La Consejera Rumisu, envuelta en una holgada capa y con cinco guardias bien armados había descendido hasta donde comenzaban las bodegas más oscuras de la nave. No sentía temor, aunque parte de su tranquilidad se debía a la ligera armadura integral que vestía bajo su capa y por supuesto a sus preocupados guardaespaldas. Estadísticamente los delitos en la nave se mantenían estables y no eran muy numerosos –aunque  le hubiera agradado que fueran muchos menos- pero bajar a las bodegas y sobre todo a “esas” bodegas, descuidadas, oscuras y parcialmente abandonadas, suponía un riesgo extra.
A medida que caminaban, Rumisu no podía menos que mirar con disgusto lo que veía ante sí. Aunque obviamente no era nacida en esa época, sabía que en las primeras decenas de años de viaje el reaprovechamiento de materiales de todo tipo había sido casi perfecto y no había gas, líquido o sólido que no se depurara y se reutilizara; y en ese entonces, reciclaje y limpieza eran la misma cosa. Pero poco a poco ambos conceptos se fueron separando… y no solo el reciclaje había dejado de ser lo que era sino que la limpieza no era algo que pareciera demasiado importante… ni allí en las más profundas bodegas, ni arriba en los puentes, donde se mezclaban autómatas, androides y humanos, trabajando y conviviendo. Allí era necesario –e imprescindible- mezclarse y al fusionarse esas sub-culturas se habían lanzado hacia cosas nuevas, cosas distintas, nunca antes imaginadas. Eran algo innovador, un concepto diferente de sociedad, sociedad que sería arriesgado decir que era mejor o peor que la anterior… solo eran algo nuevo y el cambio era su principal motor.
El reciclaje seguía siendo fundamental para la vida en la nave, pero indudablemente había cambiado mucho la visión de los viajeros a ese respecto. Si bien en algunos sentidos eran más estrictos y disciplinados y era fácilmente observable una constante evolución, en otros se habían estancado o simplemente retrocedido. Eso sucedía con una gran proporción de residuos que escapaban de las recicladoras para ir a depositarse en algunas enormes bodegas. El que necesitaba algo en particular, solo tenía que ir a buscarlo, si tenía la suficiente fuerza como para no temer un encuentro con los habitantes de allí, seres que huían de la autoridad debido a algún delito o se tomaban algún descanso en la ajetreada vida de los puentes o simplemente no querían ser vistos ni ver a ningún otro ser que no fuera de su elección. Por eso algunas bodegas habían bien ganado su fama de peligrosas.
Pero los expedicionarios no fueron molestados. Sus ropas y los hombres pesadamente armados –y que no disimulaban su armamento además- no auspiciaban nada bueno para quién los importunara.
Rumisu imaginó que a los ojos escondidos de los habitantes de la bodega parecerían perdidos, pero ella simplemente seguía la ruta que guardaba en sus recuerdos. En su época de estudiante había realmente convivido con Los Distintos, ese grupo de raros humanos que habitaban allí donde nadie más vivía, lejos de todos y viviendo según sus propias reglas.
Avanzaban entre estrechos senderos, marcados por  montones de basura de todo tipo que hacía que los envolviera ese olor tan característico respirable incluso en algunos lugares habitados de la nave, un aroma levemente parecido a la descomposición orgánica, ese olor que todos conocían tan bien, el olor de los metales, plásticos, trazas de elementos orgánicos sintéticos y a veces hasta naturales, aceites, desechos electrónicos y todas sus mezclas, esos olores que sabían encerraban texturas y formas. A veces el tránsito se había imposible y había que retroceder, buscando algún nuevo camino para seguir hacia adelante, hacia la oscuridad. No sabía que opinaban sus custodios, pero ella misma estuvo dos o tres veces por renunciar a su empresa y otras tantas tropezó o resbaló en sustancias y pequeños objetos que encontró bajo sus pies. Iluminados por pequeños faros, el grupo estaba  adentrándose en un mundo totalmente distinto…
-Aquí es- dijo de pronto- Sigo sola…
-Lo siento- dijo uno de sus guardias- pero no podemos permitirlo.
-Sigo sola y es una orden –repitió cansada- La grabaré si lo desean.
Para nada quedaron convencidos, pero pocos argumentos tenían si era una orden directa.
-Tengo que hacerlo sola- les explicó- Si me ven llegar con guardias posiblemente se dispersen y tendríamos que traer a cien de ustedes para encontrarlos.

Siguió caminando hasta que advirtió una pequeña lucecita, unos metros por delante. Hacia allí se dirigió. Cuando llegó, advirtió a un hombre barbudo, de largos cabellos, con ropas y calzado de color indefinibles. Había levantado la vista de una pantalla de cristal tenuemente iluminada, en la que estaba sin duda leyendo algo.
-Hola- le dijo simplemente, tendiéndole la mano –Soy Rumisu Itba.
-Hola- contestó el hombre, tomándole la mano con suavidad para responder el saludo, pero sin levantarse -¿Debería recordar tu nombre?- dijo después.
-Estuve hace muchos años aquí…
-Me pareció que tu nombre me era familiar- dijo el hombre, sonriendo levemente, mostrando una boca en la que parecían faltar la mayoría de las piezas dentales. De todas maneras su sonrisa parecía cálida, para nada temerosa.
-¿Quieres sentarte, Rumisu?- le dijo –Allí- y le señaló una especie de improvisado asiento sin posabrazos ni espaldar.
-¿Me recuerdas? Tú eres…
-Geldar, hijo de Notu y Bernie…-como dejando en suspenso la posibilidad de que los recordara.
-¡Los recuerdo! Si, a ti también… ¿Ellos? ¿Los demás dónde están?
-Ya no están- dijo Geldar, sencillamente –Soy el último; los demás han muerto.
-¿Muertos? ¿Cómo?
-Enfermedades, sobre todo. Aparecieron algunas enfermedades nuevas. También los alimentos han ido cambiando ¿Qué han estado haciendo ahí arriba? Claro que al principio estábamos contentos porque comenzaron a llegar más y más cosas, pero luego, supongo que sufrimos las consecuencias… Ni siquiera el aire parece ser el mismo… ¿El reciclaje ya no funciona?
-Ya no funciona tan bien como antes. Nada es igual, Geldar. Los cambios se han hecho más intensos, más drásticos, la nave ha crecido mucho también… Se han desarrollado sectores totalmente nuevos.
-¿Cómo? ¿Cómo han logrado hacer eso?
-Hemos tomado recursos destinados a la colonización, que estaban acumulados en algunas bodegas y hemos agrandado la nave. Era necesario. Pero la decadencia y el desorden también han crecido. Quizás es solo aparente, quizás no sea tan grave, pero sí existe… quizás las palabras adecuadas sean Evolución y Progreso o quizás Adaptación y Sobrevivencia.
-Lo entiendo…
-Difícil de creer que seas el último… ¿Por qué no pidieron nuestra ayuda? ¿Por qué no se integraron al resto de la población?
-¿Y a qué precio? –respondió Geldar- ¿Qué precio hubiéramos pagado por integrarnos? ¿Por dejar de ser Distintos?
-¡Pero todos estarían vivos!
-Nosotros no aceptamos pagar el precio que ustedes pagan…y yo tampoco lo acepto- le dijo desafiante.
Ella lo miró, enojada, apenada. Los Distintos existían desde hacía ya más de cien años y nunca habían sido muy numerosos. ¡Y ahora quedaba solo uno! ¡Un desastre! ¡Habría que haberlos preservado por lo menos por una necesidad histórica! O por una necesidad como la que la había traído hoy aquí… pensó.
En ese momento Geldar habló:
-Estoy muy agradecido por tu visita… supongo que estabas preocupada por nuestro bienestar, pero aunque sea el último mi forma de pensar no ha cambiado, ni cambiará.
-En realidad, no estoy aquí para hacerte cambiar de idea sobre tu forma de vivir –le parecía cruel y vergonzoso decirle que ni siquiera había pensado en Los Distintos hasta ese momento-. Vengo no solo como amiga sino también como Consejera de la nave…
-¿Eres consejera? ¡Felicitaciones!
-Gracias… y tenemos un problema, uno que posiblemente tú puedas ayudar a resolver.
-¿Ayudarlos? ¿Y cómo podría?
Y la consejera le explicó lo más rápidamente posible la forma en que pensaba el último de Los Distintos podría ayudarlos.
Como si fueran un grupo de fantasmas, subieron lo más furtivamente posible al lugar donde ya los esperaba un grupo médico. Luego de una prolongada ducha –más prolongada de lo que cualquiera de los tripulantes podría permitirse- Geldar fue analizado, revisado, tocado… Todos estaban sorprendidos ante el humano que tenían delante.
-¡Es increíble!- dijo uno de los médicos -¡Es algo sorprendente!
Incluso el consejero Salke Nolke –el único de los consejeros presentes aparte de Rumisu- estaba impresionado.
-¡Existen! ¡Realmente existen!- le dijo a Rumisu, emocionado.
-Y con él probaré mi teoría, estimado Salke…
Luego de algunos suplementos alimenticios, para asegurarse de que no se desvanecería de hambre en medio de la misión, se le vistió con un traje para los contados minutos que estaría en el vacío y fue llevado hasta la pequeña nave que lo dejaría casi en la compuerta abierta del gran artefacto de fuera.
-Solo tienes que entrar allí- le había dicho Rumisu, señalándole la compuerta que parecía esperarlo –Es lo que dice el mensaje, solo entra y espera allí el tiempo necesario. No sé qué sucederá, pero espero sea tan importante como dicen en ese mensaje. Si eso es cierto, dependemos de ti, viejo amigo.
Necesitó apenas un pequeño salto para pasar de la navecita a la cámara… y apenas entró la puerta de ésta se cerró tras él.
Podría decirse que toda la nave de colonización estaba expectante, pero los que estaban plenamente pendientes de lo que sucediera eran los consejeros y todos los auxiliares, incluyendo médicos, que miraban nerviosos la compuerta.
Pasaron tres interminables horas estándar para que ésta se abriera y algunos minutos más para que un cansado y muy emocionado Geldar estuviera frente a todos ellos.
-¡Es maravilloso!- les dijo -¡Maravilloso- y las lágrimas le corrían por las mejillas.
-Tranquilízate- le dijo Rumisu –Algo para beber, por favor- pidió y le alcanzó además una fina hoja para limpiarse su rostro… -Cuando te tranquilices cuéntanos…
-Está bien… ya estoy bien. ¡Es que me dijeron cosas increíbles!
-Tranquilo… solo cuéntanos lo que te dijeron…
-¿Quizás desde el principio?
-Por supuesto…
-Desde el principio entonces… que es quizás lo más importante: me contaron que cien años después de la partida de la primera nave colonizadora con motores estándar, los terrestres descubrieron el hiperespacio, la posibilidad de plegar el espacio haciendo que viajes de cientos de años luz pudieran hacerse en apenas semanas de viaje, en saltos controlados por ese espacio fuera del espacio… Algo así me explicaron… -Respiró y bebió algo de su vaso- Ese enorme artefacto que ven allí es un portal que al activarse nos llevará directo a un sistema planetario ya colonizado por la humanidad…
Las involuntarias exclamaciones de todos llenaron la atestada estancia. Algunos hasta soltaron algunas lágrimas… ¡El viaje había terminado!
-Y si no nos gustan esos planetas, podremos ir a otros- agregó Geldar.
-¿Así que ellos se adelantaron y colocaron portales para nuestras naves?- preguntó Rumisu.
-Si, algo así… les era imposible ubicarlas exactamente, pero sí podían colocar portales en sus rutas o cerca de ellas… y eso hicieron. Muchas naves se recuperaron… Y otras muchas naves se perdieron o continúan en viaje –terminó con tristeza.
-¡Es magnífico!- dijo Salke –¿Pero por qué esa cámara mató a tres de nuestros tripulante? ¿Por qué no lo mató a él también?
Y ésta última pregunta se la hizo a la consejera Rumisu. Ésta carraspeó…
-Míranos Salke, míranos… ¿Qué ves?
-Humanos, personas…
-¿Realmente ves eso? ¿Tú qué ves, Geldar? Dilo libremente… no me ofenderé…
-Veo seres que… ya no parecen humanos…
-¿Ves monstruos?
-Veo humanos que pues… parecen monstruos.
-¡Tú eres el monstruo! ¡Tú lo eres!- le gritó uno de los consejeros.
-¿Yo? Tuve que explicar allí lo que les había sucedido, contestar preguntas, todo… ¿Saben que eso que hay allí puede escanear toda la nave y a cada uno de ustedes? ¿Acaso se han puesto a pensar que por culpa de las modificaciones que se han hecho para adaptarse, para poder sobrevivir mejor, su sangre ya es distinta de la humana? ¿Y cuántos de ustedes usan implantes? ¡Todos! Desde que comenzaron esa tonta carrera con los autómatas por ser más funcionales y ganar más dinero y más energía y más espacio comenzaron a cargarse con más y más implantes… y estoy seguro de que muchos de esos ni siquiera son funcionales. ¡Estoy seguro de que muchos de sus implantes son solo para verse mejor o lo que ustedes creen que es verse mejor! Y por alargar su vida, algo bueno sin duda, han reemplazado todos los órganos que no estaban funcionando bien… ¿por órganos orgánicos? ¡No! ¡Por órganos sintéticos! Ojos, oídos, hígado, corazón, brazos, piernas… ¿Ya han llegado al cerebro? -Rumisu bajó la vista- El progreso… cuando yo era un niño y Los Distintos éramos todavía bastantes, el cerebro todavía era tabú, por lo menos para los humanos… Parece que ya no. ¿Y ustedes se dicen humanos? ¡Son metal, plástico y tejido orgánico! ¿Cuánta población es autómata? ¿Cuántos androides hay? Por sus miradas bajas seguro que muchos… ¿Y pensaban que un detector de humanos los iba a dejar pasar sin más?
Rumisu finalmente lo miró. Su rostro, con más de la mitad cubierto de metal, en el cual Geldar identificaba por lo menos un ojo metálico, parecía dudar… Su cuerpo, apreciablemente, tenía por lo menos tres de sus cuatro miembros de metal, metalplast o con importante proporción de él… Y los que los rodeaban, todos, invariablemente, tenían tanto metal y plástico sobre sus cuerpos que seguramente lo orgánico, la carne, era lo que menos pesaba en sus estructuras… Muchos lucían adornos, caprichosos apéndices e incrustaciones sin ninguna función más que la meramente estética.
Geldar observó todo esto y continuó.
-¿Por qué piensan que nos llamamos Los Distintos? Somos los que rechazamos desde el primer día injertarnos metal y plástico, cambiar nuestra sangre y nuestros órganos por artefactos artificiales… Al principio conseguíamos trabajo, pero luego resultó imposible, con la feroz competencia laboral de los autómatas y de todos ustedes con sus mejoras mecánicas… Y nos escondimos en la más profunda de las bodegas, pasando a vivir de lo que pudiéramos. Allí estuvo ella…- dijo señalando a Rumisu-Y ella sabe de lo que hablo. Por años nos han tratado como parias, como basura, como indeseables, como Distintos… pero recuerden este momento para siempre… Fue un Distinto el que les salvó su vida… y es un Distinto el único verdaderamente humano que tiene esta nave.

Cuando apenas dos semanas estándar después se encontraban en órbita del planeta donde seguramente descenderían a instalar su colonia, fueron abordados por una nave de reconocimiento. Los humanos que la tripulaban fueron recibidos, como menguado comité de recepción, por un único y muy delgado tripulante, quién los tranquilizó sobre la naturaleza de los extraños seres con extravagantes adornos metálicos incrustados en sus cuerpos plateados y mates, plásticos y aleaciones.
En ese planeta, ya nadie lo llamó Distinto.

                                    FIN












No hay comentarios:

Publicar un comentario