Hace ya algún tiempo, una amiga de una
red social, hizo un comentario sobre alguna de sus vecinas, el típico “se
interesan más en la vida de los demás que en las suyas propias” o “¿Qué tanto
interés por las vidas ajenas? ¿Acaso no tienen vida?”… cosas así. En ese
momento le prometí, algún día, escribir algo sobre eso.
Dedicado a Adriana.
LA INVENTORA
Corría
desesperadamente… Sabía que solo la casualidad había determinado que tuviera
una oportunidad, la única, de poder escapar de la peligrosa situación en que se
encontraba. Corría y corría y su corazón y sus pulmones y toda ella se
rebelaban ante ese esfuerzo tan inusual, tan extraño y sin embargo tan
necesario.
Etelvina
repartió abundantes sonrisas mientras servía a sus invitadas
la segunda ronda de una exquisita torta de chocolate. Instaladas cómodamente en
varios mullidos sillones, dispuestos de forma que su visión de la hermosa
avenida a través del amplio ventanal fuera inmejorable, saboreaban el horneado
casero y disfrutaban de un suave y aromado té, conjunción ideal para sus tareas
de observación.
Un
capricho en la arquitectura de la ciudad había dispuesto que una de sus más
hermosas vías de tránsito, luego de transcurrir por cientos de metros de
ajetreado remolino de personas y todo tipo de negocios y viviendas de una hasta
diez plantas, fuera dividida en dos por lo que parecía la quilla de un barco. Y
allí, en esa privilegiada ubicación, como si fuera su mascarón de proa, estaba
el hogar de Etelvina, una estilizada casa de tres plantas.
A
los lados, la avenida transcurría todavía populosa; pero lo verdaderamente
interesante, lo que valía la pena observar, estaba totalmente frente a las
ventanas de la hermosa construcción.
La
verdad es que, al comprar la casa, ni ella ni su difunto marido habían pensado
en que su estratégica ubicación y el gran ventanal de la segunda planta
pudieran ser la razón de una futura actividad social tan relevante y productiva.
Tarde
a tarde, sus amigas y ella y ella y sus amigas, se reunían a observar,
simplemente. Jardines, aceras, el tránsito, las personas - sobre todo a las personas- que pasaban para
un lado, pasaban para el otro y participaban –involuntariamente claro- de ese
paisaje viviente que desde su privilegiado puesto de observación siempre
estaban deseosas de interpretar.
Aclaremos
que Etelvina era un ama de casa común y corriente. Se había casado hacía cierta
cantidad de años con un hombre al que no amaba especialmente, pero que le
garantizó una vida en la que la única cosa que podía llegar a preocuparla era
la falta de preocupación alguna. Bueno, tenía algunas preocupaciones, pero
nunca eran “¡Que horrible! ¡Llega fin de mes y no me alcanza el dinero!” o
“¿Podremos salir de vacaciones este año?”, no, no ese tipo de preocupaciones.
Más bien eran del tipo “¿Por qué en aquella casa apagan tan tarde las luces?” o
“¿Por qué el marido de tal llegó hoy una hora más tarde de lo que llega siempre
del trabajo?” o “¿De qué color me pintaré las uñas mañana? “ o quizás “¿Qué nuevo
peinado puedo probar?” o además, sabiendo que su marido tenía por lo menos una
amante –lo que era obvio porque con ella de sexo “nada” desde hacía meses ¿O
eran años ya?, había perdido la cuenta… ¡Y el tiempo pasa tan rápido!- y aún con
la certeza de su infidelidad, le daba vueltas y vueltas a la cuestión de
mencionar el tema o no… ¿Cómo se lo diría? ¿Qué diría él? ¿Tenía que llorar
mientras trataban un tema tan trascendente o lo diría con tranquilidad, como
hablando de algo ya masticado y pensado y llorado con anterioridad? No, no le
diría nada… ¡Prefería seguir así! No tenían hijos y ninguno de los dos habíase
detenido a pensar por qué no los tenían. Hubo una época en que podían haberlos
tenido, años en que sus cuerpos y las sábanas quedaban empapados de sudor por
las noches, ejercitando sus cuerpos en el sexo, pero ya no, eso había pasado…
Podríamos
decir entonces que no le faltaba nada –bueno, o casi nada- y siempre había
otras cosas que podían quitarle el sueño –no el apetito, afortunadamente, por
lo que había pasado de ser una mujer espigada a sumar más y más peso-, decía,
siempre había cosas que la intrigaban como la familia que vivía cuatro casas
más allá que, evidentemente, había cambiado el aerocoche… ¿o habían comprado un
segundo vehículo? ¿En qué trabajaban? No era un carro volador barato, no, no,
era un exquisito coche importado… Y así por el estilo eran sus preocupaciones, preocupaciones
que no hay que menospreciar, pues le consumían tanta energía como cualquier
otra actividad intelectual…
Y
un día su esposo se murió. Lloró mucho, aunque nunca le quedó muy claro si era
por desahogo o por las perspectivas que tenía de una vida nueva. Sabía que no
era por temor, pues su marido había tenido la gentileza de no dejarle deuda
alguna y sí dinero suficiente para vivir dignamente por el resto de sus días.
Como
parte de su recuperación comenzó a organizar esas reuniones entre amigas, que
al principio suponían dos o tres horas por la tarde, con una o dos tazas de té
y confituras y que de a poco ampliaron su horario. Había participantes que
llegaban poco después del almuerzo –casi para la sobremesa- y siempre había
quien se quedaba hasta ya entrada la noche. Ni que hablar que de las dos o tres
participantes iniciales, a las que habría que agregarle ella misma, la
concurrencia normal –con altas y bajas- llegaba a la docena, todas mujeres, de
varias edades, que vivían en las cercanías de la casa de Etelvina, algunas en
la misma avenida, pero la mayoría en los alrededores.
Lo
cierto que la información que allí se divulgaba nacía de lo que observaban día
a día en el vecindario, de lo que se enteraban en sus paseos y deberes
cotidianos y sobre todo del entorno de ese mundo, esa avenida-mundo observada
por horas, entorno cuya vida se trataba de descifrar. Ese era el ejercicio que
más disfrutaban.
Y si en algún momento Etelvina pensó que el
mundo donde vivía, la ciudad donde vivía, la casa donde vivía, no tenía nada
que pudiera arrancarla de la rutina, de lo diario, de lo común, ahora estaba
convencida de lo contrario o dicho de otra forma, a pesar de su rutinaria vida
era, al fin, feliz. Un tipo especial de felicidad digamos, pero felicidad al
fin.
Es
que lo rutinario no siempre supone aburrimiento, no siempre supone infelicidad…
A veces lo rutinario supone crear diversiones, entretenimientos... y las
reuniones de las tardes proveían de esos ingredientes en abundancia. Obviamente
que no solo tenían que comentar el hermoso paisaje que veían a diario –eso sí
hubiera resultado aburrido- sino todo lo que a ellas pudiera parecerles
interesante… en el espectro más amplio del “interesante”.
Pero
no crean ni por medio momento que las vidas ajenas eran el objetivo de estas
reuniones…
¡Por
favor! ¡No! Pero la conversación derivaba accidental e indefectiblemente hacia
la vida de todos sus vecinos y vecinas, como si todo lo que no estuviera
relacionado con las vidas ajenas no fuera más que un “calentamiento”, una
introducción, una entrada de mesa al plato principal… Con quién charlaban, a
qué hora se apagaban las luces de sus casas, si aparecía algún vehículo extraño
frente a alguna de sus casas, sonidos, silencios… todo era analizado e incluso
traducido. Estaba claro que sus vecinos no podían ser perfectos y seguramente
tenían muchas actitudes censurables, como no cortar el césped de sus jardines en
tiempo y forma, o permitir que sus mascotas perrunas ladraran a la hora que los
vecinos más deseaban descansar, o que sus hijos o hijas se embriagaran y
gritaran luego de una noche de fiesta o no acondicionar adecuadamente los
recipientes de residuos… pero había otras cosas, todavía peores, como volver a
una hora que no era la acostumbrada del trabajo… o incluso salir antes hacia el
mismo –cuando lograban percatarse de esta anormalidad-… o un plomero o
electricista o cualquier visita que se tardara más de lo necesario en una casa
donde solo estaba una mujer –la “dueña de casa”-. Todos estos datos terminaban
alimentando las reuniones de las tardes y estaba claro que a partir de esos
datos se construían hipótesis… o explicaciones. Un “por qué” tenía que tener
una respuesta… “Y puede ser porque…” Y allí terminaban los hechos y comenzaban
las suposiciones…
Se
analizaban las situaciones, se discutían posibilidades y se sacaban
conclusiones, atando cabos aquí y allá, confrontando informaciones de distintas
fuentes y dirigiendo los resultados hacia lo que pensaban era la verdad o lo
más cercano a ésta. Odiaban las dudas y las incertidumbres, por lo que a veces,
bueno, a veces había que improvisar, llenar ese “vacío”.
Todas
estaban relativamente duchas en suponer por qué las cosas sucedían de una forma
y no de otra. Imaginaban sanamente las posibilidades… aunque espontáneamente
tenían cierta tendencia, totalmente inocente debo agregar, a suponer lo peor.
Entonces una demora suponía adulterio… una infracción –cualquier fuera-
seguramente escondía un pecado mayor… la demora en pagar una factura –si
llegaban a enterarse de tal horror- significaba, casi seguramente la quiebra de
la economía familiar…
Pero
si bien todas las amigas eran capaces de llenar esos “vacíos” de información,
esas interrogantes… ninguna como su anfitriona. Ella era una artista, una
creadora innata, una inventora superlativa… En eso se destacaba Etelvina… su
habilidad se desplegaba justamente cuando las observaciones dejaban vacíos e
interrogantes, intrigantes puntos suspensivos en las vidas de las personas…
¿Qué habrá pasado? ¿Qué estará haciendo? ¿Por qué tardará tanto?
Era
una verdadera artista en lo que hacía.
Y
así hubieran seguido, por años y años, si no hubiese sucedido algo que
cambiaría totalmente su vida…
Fue
“ese” aviso publicitario, de forma tan casual, tan original, tan incitante, que
llegó a una de las amigas de Etelvina, pura fortuna, en una tanda publicitaria
de un drama televisado de esos que tanto gustan, en donde los actores disfrutaban
de la más absoluta desnudez –quizás por eso estaba en una red clandestina de
telenovelas-, una especie de porno-romántico a los que su amiga era aficionada.
Según ella fue algo automático e imparable: lo vio e inmediatamente pensó en
Etelvina.
Es
que todas sentían una gran admiración por Etelvina, por más que a veces ésta
caía en el exceso de “inventar” algo de alguna de ellas, cuando se ausentaban
de las reuniones diarias por alguna razón. Pero ellas entendían que un vacío
tan importante como el ocasionado por cualquiera de ellas debía ser llenado de
alguna forma… ¿Y qué mejor que lo llenara Etelvina, su mejor amiga y mentora,
fundadora de ese divertido club?
Cuando
el aviso fue puesto frente a Etelvina, ésta lo miró detenidamente.
Sin
prisas, pesó sus implicancias. Midió sus consecuencias. Separó lo más
nítidamente que pudo las bondades y los defectos de ese paso que tenía la
posibilidad de dar.
El
aviso decía claramente:
“¿QUIERE
HACERSE PROFESIONAL EN EL ARTE DE INVENTAR
VIDAS?
¿QUIERE
TRABAJAR EN LA MEJOR FABRICA
DE VIDAS DEL
UNIVERSO CONOCIDO?
¿CREE
QUE INVENTAR VIDAS PUEDE SER SU DESTINO?
CONTÁCTENOS.”
Al
finalizar decía como podía contactarse con ellos. Y así comenzó todo…
No
fue fácil comunicarse finalmente con la organización empresarial que le podía
–según sus amigas- dar un giro total y sumamente positivo a su vida. En
realidad, si no fuera por sus amigas del club hubiera desistido. No era que le
disgustara la aventura, pero tuvieron que superar muchos obstáculos para lograr
una comunicación fiable. Direcciones ocultas, vínculos intermediarios,
contraseñas y códigos, todo eso, cosas que le llevaron a pensar que ese trabajo
debía de ser algo muy especial si se rodeaban de tanta seguridad. Además, nunca
logró que le explicaran de qué trataba, solo le hacían preguntas personales,
llenaba cuestionarios, pero nada que le iluminara sobre lo que se esperaba de
ella; eso vendría después, le decían. Es cierto que estaba algo desanimada por
estos tropiezos, pero sus amigas le decían que cuanto más dificultoso
resultara, más valdría la pena. De todas maneras… ¿Cuáles eran sus
alternativas? ¿Tenía alguna? ¿Acaso no deseaba, desde el fondo de su inmensa
felicidad, un cambio, un gran y profundo cambio, un quiebre de la rutina, un
accidente que le pusiera un poco de real condimento a su vida? ¡Esta era su
oportunidad! ¿Qué prefería, una felicidad chata y totalmente terrenal o una
felicidad inmersa en nubes que parecían algodón? La decisión era clara y sus
amigas la vieron con claridad.
Finalmente
acordó una entrevista personal, por lo que un mes estándar después, descendió
en el principal astropuerto de un planeta llamado Fullty-9, instalación que
estaba, como era costumbre según le dijeron, atiborrada. Para ser el principal
lugar de aterrizaje –y despegue- de ese mundo, no era muy grande o hablando más
claro, no era lo suficientemente grande para la cantidad de pasajeros que
evidentemente pasaban por allí… Por otro parte, al parecer se acostumbraba la
venta de todo tipo de productos dentro de la instalación, así que no solo podía destacarse
la gran cantidad de colores que revoloteaban aquí y allá en forma de variadas
prendas de vestir y entre expresiones dichas en multitud de idiomas, sino
también una abrumadora ola de olores, entre los que predominaban –creía ella-
los de comestibles… Era una mezcla de atributos de feria al aire libre, con un
flujo intenso y constante de viajeros, en un enorme lugar cerrado.
Ya
había comenzado a sudar en ese microclima, desconocido y oloroso y en donde
parecía casi imposible encontrar un lugar donde sentarse a descansar. También
tenía sed, pero tenía claro que prefería morirse deshidratada antes de tomar
cualquiera de las bebidas de aspecto sospechoso que vendían allí. Sintió más
que alivio cuando divisó el cartelito con la leyenda: “Señorita Etelvina”. ¡Era
tiempo!
Los
dos humanos que la esperaban la trataron con gran amabilidad y la condujeron a
un lindo hotel. Por la mañana, luego de permitirle desayunar abundantemente la
llevaron a una moderna instalación en donde le hicieron gran número de pruebas.
A medida que éstas iban avanzando, el trato que recibía iba cambiando. Dejó de
ser impersonal, dejó de ser frío, y comenzaron a interesarse algo más
cálidamente por su bienestar. Incluso se presentó ante ella la pareja que la
había ido a recibir al espaciopuerto, dándole un aparato transmisor para que
les avisara si necesitaba algo.
Tevo
y Teva… así dijeron llamarse cuando la llevaban nuevamente al hotel.
Finalmente,
luego de lo que le parecieron inacabables horas consagradas a pruebas y
testeos, tuvo su primera reunión con los que serían sus jefes.
En una no demasiado grande oficina, se encontró ante
dos hombres maduros y sonrientes, metidos en trajes impecables de colores algo
brillantes, seguramente hechos a medida.
-Siéntese, siéntese por favor, póngase cómoda- le dijo
uno de ellos.
Etelvina así lo hizo, acomodándose lo mejor que pudo
en la silla acolchada que le ofrecían. Ellos se sentaban en dos cómodos
sillones, frente a ella, algo separados y totalmente envueltos en cordialidad.
La habitación, por su sobriedad y tamaño, parecía haber sido hecha
exclusivamente para ese tipo de conversaciones.
-Nosotros somos sus jefes inmediatos…-dijo uno
-En realidad todo su trabajo estará monitoreado por
nuestros excelentes cerebros electrónicos…-continuó el otro
-Cerebros de primer nivel, debemos decirle…
-Pero siempre es bueno tener referencias humanas,
personas a las que acudir…
-Nosotros estamos a sus órdenes…
Etelvina pareció vacilar ante la avalancha de frases.
Luego pareció lanzarse hacia adelante, como cobrando impulso para lanzar una
pregunta…
-¡Pregunte, pregunte!
-¿Qué es este lugar y qué tengo que hacer exactamente?-preguntó
finalmente.
-¿Cómo explicarlo brevemente? –dijo uno de ellos, como
para sí…- Veamos… Usted debe de estar al tanto de que nuestra
Federación está en guerra constante con varios enemigos… algunos fuera, en sus
fronteras –le recuerdo que la Federación es casi tan vasta como el Universo
Conocido- y otros muchos dentro, en forma de
rebeliones y movimientos armados… No son pocas las especies que valoran lo que
la Federación hace por ellas, dándoles orden, paz, prosperidad, protección…
Pero hay muchos, dentro y fuera de nuestras fronteras, humanos y no humanos,
que inspirados en el Mal, y en los deseos y discursos más absurdos, luchan
contra nuestro orden. Nosotros, que somos los Defensores del Orden y de la
Democracia, Los Verdaderos y Auténticos Paladines del Bien, de la Justicia y de
la Libertad, tenemos que soportar ataques y rebeldías por todas partes- dijo,
sonando escandalizado por la injusticia que suponían estos “ataques y
rebeldías”.
El
hombre se había evidentemente entusiasmado con su discurso, tanto que apenas
advirtió que Etelvina lo miraba con los ojos muy abiertos. En realidad, a ella
la política le había sido totalmente indiferente, aunque había llegado a votar
alguna vez hacía mucho tiempo, pero tenía que reconocer que el discurso era muy
emotivo. El hombre continuó:
-Algunos
confunden nuestros buenos deseos, nuestra bondad, nuestras buenas y sanas
intenciones, con deseos de expansión, de adueñarnos de los recursos naturales
ajenos y lo que es peor, nos acusan de colocar gobiernos títeres por las buenas
o por las malas, de amañar elecciones, de pagar políticos corruptos para que
nos beneficien, de perseguir y erradicar a todos los que se oponen a nuestros
buenos deseos, de manejar a nuestra conveniencia los precios de todos los
productos básicos y de monopolizar su comercio, de hacer la guerra solo para
que la industria armamentística siempre esté trabajando… ¿Ve? Contra esas y
muchas injusticias tenemos que luchar… ¡Y desde aquí luchamos, señora! Perdón,
señorita, debí decir…
-¿Pero
qué hacen aquí, exactamente?-intercaló ella.
-¡Tengo
el orgullo de comunicarle que esta es una de las más importantes oficinas de la
Agencia de Desinformación y Rumores de la Federación!
-¿Agencia
de Desinformación?
-¡Claro!
Aquí podrá utilizar ampliamente sus habilidades… sus innatas o adquiridas
habilidades, esas que usted nos mostró en los “tests” y pruebas…
-No
entiendo…
-Nuestro
trabajo es Desinformar… que no es más ni menos que manejar la información de
manera que le resulte conveniente a los intereses de la Federación, de nuestro
gobierno.
-Ah…-
Etelvina no estaba muy convencida de estar entendiendo algo.
-Es
muy sencillo… Por ejemplo… Nuestras tropas nunca, pero nunca, matan civiles de
ningún tipo en sus operativos… ¡Nunca! Ese tipo de acciones solo las realizan
nuestros enemigos de turno… -Le hizo un guiño y le preguntó- ¿Entiende?
-Algo,
algo sí…
-Nuestro trabajo –dijo con evidente orgullo- hace posible que naciones,
planetas enteros, caigan bajo nuestra influencia, muchas veces sin ni siquiera
disparar un arma… -respiró-Fabricamos y distribuimos rumores y mentiras a lo
largo y a lo ancho de todo el Universo Conocido. Abrimos las puertas a nuestras
tropas y a nuestros intereses en cualquier lugar donde nuestra benéfica
influencia sea necesaria y mantenemos a raya a todos los que no nos ven con
buenos ojos.
-Un trabajo hermoso…- dijo Etelvina deslumbrada; la
luz finalmente la había iluminado.
-Y además pagamos muy, pero muy bien- agregó su jefe.
-¿Cuándo comienzo?- dijo Etelvina, entusiasta y
decidida.
-Esteee… veo que está de un ánimo excelente, pero
primero, antes de comenzar a trabajar, es indispensable que se capacite…
-¿Capacitarme?
-¡Claro! Usted es una valiosa herramienta pero tiene
que afilarse más todavía… Recuerde que por más que nuestros cerebros
electrónicos puedan brindarle toda la información necesaria para juzgar una
situación, no está de más que usted conozca lo mejor posible cada escenario,
cada circunstancia. Así funcionará mejor, ya lo verá… y lo disfrutará
completamente -agregó condescendiente el hombre.
Y su compañero agregó –Verá que hay detalles,
sutilezas propias de nuestro trabajo que hay que aprender a dominar, a
utilizar…
-Pero usted tiene un gran futuro aquí- dijo el otro.
-Un gran, gran futuro…
Etelvina carraspeó como preparándose a hacer una
pregunta…
-Hable, hable, pregunte, pregunte- la animaron ambos
hombres, sonrisas y trajes, trajes y sonrisas.
-Es que desde antes de llegar hasta aquí tengo una
pregunta que me ronda por la cabeza…
-Se la contestaremos si está a nuestro alcance
contestarla- le dijo uno de ellos, firmemente.
-¿Por qué mostraron interés en mí cuando hay tantas
pero tantas personas allí afuera que seguramente pueden hacer mejor que yo este
trabajo?
Ambos sonrieron aliviados. Quizás pensaron que la
pregunta sería otra. Finalmente comenzaron a hablar, siempre entre sonrisas…
-¡Amamos el talento natural!
-Lo amamos…
-Amamos su talento y usted es, pues, totalmente
natural…
-Su talento es totalmente natural…
-Innato
-¡Genético!
-¡Una herencia genética espléndida!
-¡Magnífica!
-Obtenemos excelentes resultados con, bueno,
“chismosas” naturales –dijo en un tono bajo uno de ellos. Quizás no quería ser
escuchado; quizás no quería ofenderla.
-Inventoras, quiso decir –aclaró el otro-; personas
que son capaces de inventar sucesos, de ver lo que no hay, de disimular con su
preclara inteligencia su ignorancia sobre las motivaciones y vivencias ajenas,
de inventar situaciones y resolverlas a su gusto, todo al mismo tiempo…
¡Inventar! ¡Crear!
-¡Esas son las palabras! ¡Invención! ¡Creación! Usted
es excelente en eso y queremos que trabaje con nosotros.
-¡Y sin duda será una de las mejores!
Ella
sonrió. La tarea parecía sencilla.
Y
era sencilla, pero agotadora. La Federación, sus tropas de intervención, sus
agentes, jamás mataban civiles ni hacían daño a estructuras civiles de ningún
tipo. Eso estaba claro. Pero a alguien había que responsabilizar de todas estas
acciones. Y el buscar responsables era algo que abarcaba desde achacarle esos
delitos a organizaciones que sí existían hasta inventar otras que “se hicieran
responsables” de todos esos hechos. Afortunadamente había una gama de
indeseables que estaban disponibles para que les cargara cualquier acto
terrorífico, real o inventado que fuera menester y necesario. Ella misma
operaba toda una batería de responsables, reales o no, de cuánta barbaridad
pudiera suceder o a ella se le pudiera ocurrir que podría suceder. Todo eso y tapar
errores, cambiarle la etiqueta a los mismos, redireccionarlos hacia donde
resultaran más benéficos a los intereses de la Federación… era algo agotador.
Etelvina
además con el tiempo se hizo especialista en atacar personas y personalidades…
Difamar, hablar mal, sugerir, inventar… eran cosas que a ella se le daban muy
bien… ¡Era una artista en eso! ¡La mejor! Y en acciones de ese tipo llegó a
ganar tres Medallas al Mérito. ¡Tan buena era!
Y
con el tiempo y con los buenos resultados llegó a ganar mucho, pero muchísimo
dinero. Para ese mundo, la Agencia era una más de las empresas comerciales que
habían sentado su base allí. Fullty-9 era una encrucijada de rutas de comercio
y también de información de un amplio sector del Universo y nadie hacía
demasiadas preguntas, quizás para evitar hacer la pregunta inadecuada, por lo
que podía gastar su dinero sin mayores problemas. ¡Y vaya que lo gastaba!
Ganaba
tanto dinero que apenas sabía qué hacer con él. Había llegado donde ni en sus
más locos sueños había soñado llegar. Tenía no solo un hermoso y muy amplio
apartamento con una magnífica vista sobre la enorme ciudad turística de
Tinti´ka y de donde podía ver las enormes montañas de Obres –donde había magníficos sitios para el
esparcimiento- sino también dos masajistas, tres amantes totalmente
profesionales –dos hombres y una mujer- y algo indispensable, cuatro
guardaespaldas que la guardaban de cualquier peligro, que se sumaban a la
protección que le brindaba la Agencia.
Por
si fuera poco, era muy respetada en su trabajo.
Fue
Beneldo, uno de sus tres amantes y totalmente su favorito, un robusto plestoriano
de cuatro brazos –cada uno de ellos con sus respectivas manos de gruesos y
hermosos dedos- que le había dicho ya hacía cierto tiempo de tener una vía de
escape.
Fue
a consecuencia de algún comentario que a ella se le había escapado mientras
disfrutaban de la intimidad. Pero le contestó que en su trabajo ya habían
previsto esa posibilidad y que todo estaba arreglado para una posible
evacuación.
-¡No!-
le dijo Beneldo tiernamente –Siempre es mejor que tengas tus propios planes de
escape, sin depender de nadie. Si a alguien le cayera mal la gente de tu
trabajo, estaría al tanto también de sus planes de escape y actuaría en
consecuencia.
Ella
lo escuchó atentamente. ¡Era tan atento Beneldo! Él era por lejos el que más la
complacía y escuchaba tan atenta y cariñosamente sus quejas que le encantaba
contarle algunos detalles, cosas sin importancia, nada secreto por supuesto.
De
manera que le pareció natural que el plestoriano adivinara el objeto de su
trabajo. Quizás dejó traslucir un fugaz gesto de desagrado cuando ella le
confirmó el lugar donde trabajaba, pero fue tan momentáneo que no pensó ni un
segundo más en él. De todas maneras era bien consciente de que los plestorianos
habían sido duramente castigados por la Federación y todavía se combatía contra
los rebeldes en las selváticas montañas de su planeta. Fue un toque de alerta…
pero Beneldo era tan dedicado y la hacía sentir tan bien que desechó cualquier
sospecha y siguió conversando con él, sin llegar a ningún secreto como dije,
con total comodidad.
Incluso
intercambiaron opiniones sobre la invasión de la Federación a su planeta natal,
Plestoria, sobre los sangrientos y lamentables episodios donde las tropas
federales habían masacrado a incontables civiles, sobre la resistencia, sobre
la implantación y el fortalecimiento de un gobierno totalmente dominado por los
intereses federales… de todo eso hablaron, en una charla que comenzó
tímidamente pero poco a poco se transformó en tema cotidiano. Él estaba muy
enterado de la realidad de su planeta y de hecho fue huyendo de todas las
calamidades que estaban sufriendo que había ido a parar a Fullty-9, ofreciendo
sus servicios.
Afortunadamente
la había encontrado y se sentía tan bien con ella que casi había olvidado las
horribles circunstancias que lo habían hecho huir de su mundo.
Ella
lo adoraban y si bien había descubierto algunas inconsistencias en sus relatos
y obviamente sabía que él no era un amigo de la Federación, que al fin al cabo
era para quien trabajaba ella, no veía mérito para profundizar la investigación
o para hacerlo interrogar por los agentes de la Agencia…
Pero
también alcanzó a vislumbrar la realidad que se escondía tras su trabajo y el
trabajo de sus colegas. Se tomó el trabajo de investigar todo lo sucedido en
Plestoria y habían realmente sucedido cosas horribles, en donde aparecía la
mano no solo de las fuerzas armadas federales sino de la misma Agencia de
Desinformación, por más que ella en esa época no trabajara todavía en ella.
Se
puede llegar a pensar que en esos días cargaba con cierto conflicto en su
conciencia, que no obstaculizaba su trabajo pero estaba allí, bajo la
superficie, esperando aflorar, manifestarse, hacer algo…
Ya
había organizado, siguiendo los consejos de su amante, toda una línea de
salvamento –documentos nuevos, maquillaje morfológico adecuado, una rápida nave
monoplaza para huir rápidamente del planeta hacia la estación de salto más
próxima y mucho, muchísimo dinero- cuando éste la sorprendió con un pedido.
Mostrándose
inusualmente cariñoso, le dijo que había tenido un sueño sobre ella y que no
debía de ir a trabajar al día siguiente.
-¿Por
qué? ¿Qué soñaste?
Beneldo
le dijo muy serio que había soñado que al día siguiente todos morirían en su
trabajo, todos, nadie escaparía.
-¡Quédate!-
le pidió finalmente.
-Lamento
que hayas tenido un sueño tan desagradable, pero no puedo quedarme. Hay, bueno,
asuntos en marcha, ya sabes, y no puedo dejarlos pendientes.
Beneldo
la miró y otra vez Etelvina vió el atisbo de un gesto inusual en su rostro,
pero esta vez de cariño y quizás de pena.
A
la mañana fue como todos los días a trabajar. Les pidió a sus guardaespaldas
que permanecieran en los accesos del complejo de oficinas y preocupada, puso
manos a la obra. Los servicios de desinformación estaban en plena campaña para
desprestigiar a una fuerza revolucionaria que ya se había manifestado en doce
planetas. Había que detenerlos… de cualquier forma.
El
ataque sucedió tan de pronto que estaba realmente impresionada de cómo había
reaccionado. Estaba tan concentrada en alterar una información que
recientemente había llegado de Belin-5, donde los rebeldes estaban
especialmente activos, que había olvidado totalmente la advertencia de Beneldo,
desestimándola como algo dicho sin pensar, en un momento donde esas cosas
podrían decirse. Pero cuando las explosiones comenzaron a sacudir el edificio y
los disparos de armas de fuego y los sinuosos sonidos de las armas láser
comenzaron a teñir de infierno su día, se dio cuenta de que su amante había
tenido con ella un gesto amoroso, protector y absolutamente romántico.
Si
no escapaba se sentiría doblemente estúpida. Rápidamente ejecutó sin pensar las
instrucciones. Apretó el botón rojo de debajo de su escritorio por el cual la
información de su terminal se destruía. Luego, el botón amarillo contiguo. Una
alarma cortante y precisa comenzó a sonar. Si nadie destrababa este botón en
diez minutos se destruiría la información de todo el complejo. A continuación
tomó de un frasco un par de pastillas vigorizantes que tragó con algo de agua,
tomó una pequeña mochila preparada para tal fin, un arma de su escritorio –por
más que sabía que en la mochila ya había una- y corrió lo más rápidamente
posible a la salida de emergencia más cercana. En todo eso no tardó más de un
par de minutos.
Los
disparos continuaban y cada tanto una nueva explosión parecía romper la
monotonía. Se luchaba con intensidad allí. No tenía ni idea de cuántos agentes
custodiaban el lugar, pero no eran pocos. Además, todos pernoctaban en el
edificio, por lo que los atacantes entusiasmados quizás por un primer embate
exitoso seguramente se encontrarían con una resistencia fuerte e inesperada.
Salió
del edificio por una puerta secundaria y que al parecer no figuraba en los
planes de nadie y comenzó a correr. Había adelgazado bastante –tenía que
agradecerle sobre todo a sus amantes y masajistas, que se preocupaban por ella-
pero a pesar de sus kilos de menos seguía estando en mala forma, sobre todo
para la tarea que tenía ante sí: correr, correr y correr hasta su escondite.
Cuando
sintió que el efecto de las píldoras estaba cediendo ante su jadeante cuerpo, se
detuvo apenas para colocarse un aeroinyectable de los que usaba para
estimularse totalmente cuando era necesario –muchas veces le era necesario-. No
podía dejar de correr… no podía caer en manos de los atacantes.
Llegó
al cobertizo donde estaba el aerocoche y encontró todo en orden. Rápidamente
elevó la navecita poniendo rumbo a la estación espacial de salto.
Etelvina
repartió abundantes sonrisas mientras servía a sus
invitadas la segunda ronda de una exquisita torta de chocolate. Instaladas
cómodamente en varios mullidos sillones, dispuestos de forma que su visión de
la hermosa avenida a través del amplio ventanal fuera inmejorable, saboreaban
el horneado casero y disfrutaban de un suave y aromado té, conjunción ideal
para sus tareas de observación.
Un
capricho en la arquitectura de la ciudad había dispuesto que una de sus más
hermosas avenidas, luego de transcurrir por cientos de metros de ajetreado
remolino de personas y todo tipo de negocios y entradas a viviendas de una
hasta diez plantas, fuera dividida en dos por lo que parecía la quilla de un
barco. Y allí, en esa privilegiada ubicación, como si fuera su mascarón de
proa, estaba la casa de Etelvina…
Allí…
Se
despertó sudando. Miró confundida a los lados. Nada de qué preocuparse excepto
que algunos pasajeros la miraban curiosos. “Estaba soñando”, dijo para sí. “Sin
duda que voy a extrañar esa casa y a mi vida anterior, pero ya no puedo
regresar; no hay marcha atrás”.
¿No
había marcha atrás? Cuando la reclutaron le dijeron que no había marcha atrás,
que si lograba escapar de algo como lo que acababa de suceder tendría que
tratar de huir al próximo sitio seguro, desde donde continuaría trabajando.
Suspiró…
-Pues
tengo ganas de comenzar una nueva vida. No hay nada que no pueda lograr… Tengo
dinero, tengo habilidades… ¿Qué más necesito? Y siempre habrá alguien que pague
buen dinero por lo que sé hacer-
Así
pensaba cuando se durmió nuevamente.
Nota
del autor: Etelvina nunca llegó a su destino, el cuartel de la Agencia de Desinformación
y Rumores del planeta Vinito y los servicios secretos de la Federación todavía
ofrecen una recompensa a cualquiera que tenga información sobre su paradero.
Todo parece indicar que fue capturada por los mismos que atacaron y aniquilaron
completamente al personal del cuartel de la Agencia de Desinformación en
Fullty-9 –ella fue el único cadáver que faltó- pero eso todavía está por
confirmar.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario