Cuando recibí el desesperado pedido de
ayuda de mi colega en ingeniería mágica Letoke Binoke, me tomé cierto tiempo
para reflexionar sobre la conveniencia de acudir a ayudarle e incluso de
responder a su mensaje.
No porque fuera un mal tipo, para
nada. Había sido un excelente compañero de estudios, de buen corazón e
intelectualmente muy capaz.
Pero tenía un problema… un serio
problema quizás: una tendencia casi suicida por el juego.
Jugar en sí, tomándolo como
entretenimiento, para distraerse, alejándose de la rutina diaria, no es un
defecto en tanto se haga con moderación, con medida… pero Letoke era un
torbellino de emociones mal manejadas. El juego era su pasión y su enfermedad y
por él nunca tenía dinero en sus bolsillos…
Además, siendo ingeniero mágico y
egresado de una reconocida academia –lo que lo hacía disfrutar supuestamente de
excelentes ingresos- su crédito era alto –demasiado alto- por lo que sus
pérdidas eran grandes, tanto que eran invariablemente mayores que sus
ganancias.
Así estaba su vida. Trabajaba, ganaba
dinero, lo jugaba y perdía más de lo que jugaba… siempre.
Hasta que varios acreedores se
pusieron de acuerdo, lo secuestraron, lo llevaron al mercado negro de seres y
personas y por media docena de años estándar de esclavitud absoluta se cobraron
lo adeudado.
Así fue como Letoke Binoke fue a parar
a Bentitus 23.
Y esas eran las últimas novedades que
había tenido sobre él: que estaba cautivo en ese mundo y que debía trabajar
hasta conseguir su libertad. En realidad no me parecía un problema tan grave.
Me había enterado que Aristo Cuarto, el regente del planeta, era una persona
amable y culta y que, si bien Bentitus 23 no era el más civilizado de los
mundos, Letoke no lo estaría pasando mal… si hacía lo que tenía que hacer,
claro… o dicho en otras palabras, si hacía lo que se esperaba de él, que era ni
más ni menos que practicara la magia
Y eso fue lo que me llamó la atención
de su pedido de auxilio; según sus palabras llevaba ya un mes estándar en
Bentitus y había sido incapaz de llevar a cabo hasta el menos ambicioso de sus
objetivos mágicos… y estaba desesperado.
Su anfitrión estaba perdiendo
rápidamente sus buenas maneras y temía que en algún momento pudiera pensar que
no tenía intenciones de cumplir con su parte del trato.
Necesitaba mi ayuda… y eso me decidió.
No solo decidí auxiliarlo porque era un colega en desgracia –por más que la
idea no me había entusiasmado mucho al principio- sino porque me intrigaba
mucho que su magia no funcionara. Era extraño.
Cuando llegué a Bentitus 23 fui
educadamente recibido, pero claramente el ambiente en el palacio del regente no
era el mejor. Habían gastado mucho dinero por los servicios de Letoke y hasta
ahora no les había devuelto ni una moneda.
No quise insistir en que estaba seguro
de que lo que habían pagado por los servicios obligados de Letoke era solo una
pequeña parte de lo que tendrían que pagar por un tecnomago contratado
normalmente, además de que no creía que alguno del gremio aceptara estar seis
años estándar en ese rincón alejado de la mano del Desconocido Creador.
Inmediatamente me dispuse a cumplir
con mi objetivo, que no era precisamente “salvarlo” de su contrato forzoso sino
ayudarlo a que pudiera practicar la magia y que pudiera cumplir su acuerdo, por
informal que este fuera. Si bien el comportamiento de Letoke no era el peor
comportamiento que hubiera visto en alguien del gremio nos involucraba –y nos
avergonzaba- a todos; quizás si se le diera la oportunidad de enderezar su
camino sabría aprovecharla.
Se sorprendió mucho al verme y me
abrazó muy emocionado. Al momento me di cuenta de que no era al único que le
había pedido ayuda, pero si el único que le había respondido. A los pocos
minutos ya me estaba comentando sobre sus frustrados intentos por realizar
determinadas tareas mágicas. Al parecer, su magia allí no funcionaba y estaba
realmente desesperado, tal cual como me había comunicado en sus cartas.
Hay dos grandes “escuelas” de
prácticas mágicas: los “canalizadores”, que son los que detectan y canalizan a
través de sí o de algún artefacto o ser vivo la energía que reciben y los
“creadores”, quienes fabrican su propia energía, que luego manipulan para
realizar la tarea que deseen hacer.
Estas dos “formas” no se excluyen
entre sí y en general se utiliza una mezcla de las dos prácticas… pero es
cierto que la mayoría de los egresados de las escuelas mágicas son mejores en
una forma que en otra.
En el caso de Letoke Binoke, la
energía que utilizaba para su magia la extraía casi exclusivamente del exterior, por lo que podría considerarse
un canalizador casi puro. Además era adepto a una especialidad dentro de la
canalización… él utilizaba energías planetarias. No energías cósmicas de ningún
color, no energía de las estrellas –por cerca que estuvieran-, sino solamente
energía planetaria… que es de las energías más poderosas que pueden existir…
siempre que estés cerca y preferiblemente en contacto directo con un planeta.
Eso era lo que me preocupaba. Sabía
que Letoke era bueno en lo que hacía… además me había dicho que el planeta
desbordaba de energía, algo que yo mismo comprobé. Bentitus era un planeta
joven, vital, impetuoso; tendría que haber podido hacer cosas increíbles con
esa energía… pero no había logrado nada.
Luego de hacerle algunas sencillas
pruebas para averiguar si los canales internos que solía usar funcionaban bien
y comprobar que estaban en óptimas condiciones, la cuestión realmente me
intrigaba.
Si Letoke podía “canalizar” bien…
¿Cuál era el problema?
Tardé bastante tiempo en hacerme una
idea de lo que sucedía. Visité bibliotecas, hablé con científicos y
personalidades de todo tipo, con filósofos, con presuntos místicos, todo para
iluminar un poco la oscuridad en la que estaba con respecto a lo que pasaba con
la magia de Letoke –o la ausencia de ella-. Mientras hacía esto, tuve que
realizar tareas a cuenta de mi colega, pues me parecía era la única forma de
ganar tiempo y de conservarlo en buen estado de salud, sin huesos rotos y todas
esas molestias.
Finalmente me decidí y envié un
mensaje urgente a uno de nuestros colegas… y amigo personal debo agregar, por
lo que sabía que me respondería, el archifamoso ingeniero mágico Perepin
Sulfhu. Oportunamente le comuniqué al Regente que estaba esperando una visita y
tranquilicé a Letoke sobre que pronto estaría resuelto su problema o eso
esperaba.
Perepin fue recibido como una
celebridad, pues era conocido a lo largo y ancho del Universo por infinidad de
fenomenales tareas que había llevado a buen término, además de dictar
conferencias por todas partes y cursos en por lo menos cuatro universidades
importantes.
Nos abrazamos efusivamente y saludó
con cierta reticencia a Letoke. En realidad estaba convencido de que el
comportamiento de Letoke y otros como él desprestigiaban a nuestra profesión;
los magos, según él, tenían que seguir determinados códigos de conducta, tenían
que ser honorables, evitar los excesos de todo tipo… así veía Sulfhu nuestra
profesión, una visión bastante parecida a la mía. Pero no podía dejarse a
Letoke abandonado a su suerte; había que hacer lo posible para ayudarlo.
Luego de cuidar que estuviera
instalado y con algunos ligeros alimentos entre pecho y espalda, le comenté a
Sulfhu todo lo que había averiguado, mis investigaciones, los resultados de los
testeos y una tentativa de diagnóstico. Me escuchó con atención y realizó
algunas pequeñas y rápidas pruebas que confirmaron lo que yo sospechaba.
Sulfhu, además de ser uno de los más reconocidos tecnomagos era uno de los más
grandes especialistas vivos en energías planetarias, lo que quiere decir que si
había algún problema con algún planeta, él era el indicado para resolverlo.
Finalmente pidió bajar al lugar más
profundo al que se pudiera acceder. Hizo el descenso con gran cantidad de
instrumental, pero no requirió más compañía que todas esas herramientas,
algunas de las cuales yo nunca había visto.
Junto con Letoke Binoke nos dispusimos
a esperar en la misma entrada del oscuro y profundo pozo, un antiguo agujero
que hacía mucho tiempo habían hecho para investigar determinadas cualidades del
subsuelo.
Habían pasado ya cinco horas estándar,
durante las cuales apenas nos animábamos a murmurar algo, cuando Letoke abrió
inmensamente sus ojos. Su cara mostraba sorpresa.
-¡Qué diablos!- dijo.
-¡Lo logró!- dije a mi vez.
Los aparejos se movieron y al rato
estuvo frente a nosotros un cansado pero risueño Perepin Sulfhu.
-¡Tenías razón!- me dijo, golpeándome
un hombro- ¡El planeta estaba sordo!
-¿El planeta estaba sordo?- dijo
Letoke, con una expresión indescifrable.
-Así es- dijo Sulfhu- Estaba sordo y
por eso era imposible que te comunicaras con él y con su energía. O algo le
sucedió hace muchos, muchos años, algo terrible y traumático, o nació con ese
problema…; lo cierto es que su capacidad de “escuchar” estaba anulada… pero
pude romper el bloqueo. Su fuerza, su poder, su energía, es toda tuya. Úsala
bien… - Y concluyó- Y recuerda que por tu boca hablan también nuestras bocas y
por lo que tú haces, todos somos juzgados…
Letoke enrojeció y se emocionó de tal
forma que pensé se le iba a caer alguna lágrima.
-¡Gracias! Estoy en deuda con ustedes…
-Ya sabes cómo pagarnos- dijo Sulfhu.
Letoke Binoke pagó su deuda con Aristo
y no solo se quedó dos años más trabajando en exclusividad con Bentitus 23 sino
que allí estableció su hogar permanente, por más que ahora trabaje en distintos
mundos, yendo de aquí para allá de tarea en tarea. Me he encontrado con él en
diversas ocasiones y está muy satisfecho de su nueva vida y de su reputación.
Luego de aquel día en Bentitus jamás
volvió a jugar ni la más mísera moneda y se convirtió además en el más férreo
defensor del código que según Sulfhu, todos los magos deben seguir.
FIN
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