Sin duda este cuento, este relato, no es de ciencia
ficción… y tampoco lo clasificaría como de fantasía. Pero como humano que soy y
como humanos que son ustedes, creo que vale la pena leerlo… será que se
relaciona con algo nuestro, nuestra personalidad quizás, que nos lleva a leer
determinadas cosas, a escribir determinadas cosas… y a vivir de determinada
manera.
EL
ARTE SUPREMO
Todo comenzó con una cascada de sensaciones
desagradables, ínfimas, apenas perceptibles, que al principio afectaron su
mente y luego, poco a poco, se fueron extendiendo también a su cuerpo.
Claro que por su levedad no se alarmó inmediatamente.
Lo que terminó asustándolo fue su persistencia, esa continuidad, esa persecución
constante que amenazaba quitarle totalmente el sueño y destrozar su hasta ahora
inmutable tranquilidad interior.
Imágenes, recuerdos, posibilidades, malas decisiones,
caminos desviados, lo que podía haber sido, encrucijadas, era todo lo que hacía
a su torturado corazón correr desbocado pero con triste agitación, dentro de su
pecho.
A los pocos días, agotado por el mal dormir y aquejado
por estos pensamientos que sin control merodeaban en su vigilia, decidió
combatir al enemigo de su tranquilidad.
Así visitó a muchos médicos, curanderos, adivinadores y
consejeros espirituales…
Pero cuando cayó en la cuenta de que a pesar de las
curas y tratamientos recomendados su insomnio continuaba y de que su corazón
seguía latiendo con extraña angustia, decidió seguir el consejo de una de las tantas
tiradoras de cartas que había consultado, consejo que por ser el más
descabellado de todos había dejado como último recurso.
Así partió a buscar El Arte Supremo, pues la mujer le había
dicho que solo dominar ese arte lo curaría.
Lo buscó por doquier.
Primero fue a una academia de canto, pensando que
aprender a respirar, a modular la voz, a cantar bellas alabanzas al Señor
Creador podía ser, quizás, la más alta de las artes. Se equivocaba, pues aunque
se convirtió en un excelente cantante no se alejó la opresión de su corazón.
Luego aprendió a escribir, a pintar con palabras
paisajes, situaciones reales o imaginarias, historias, aventuras, pensando que
quizás así, perfeccionando este arte, lograría dormir, quizás, una noche
entera. Se equivocaba, pues no lo logró.
Ni tampoco cuando aprendió a dibujar, fueran paisajes,
retratos o viñetas de cómics… o cuando aprendió a tocar la guitarra, el saxo,
el piano. Nada de eso pudo aliviar su corazón del peso desmesurado que lo
oprimía.
Tampoco lo logró adentrándose en los bellos caminos de
la filosofía, de la introspección, de la comprensión de lo que nos rodea, pues todo
lo que allí aprendió le parecieron meras distracciones y quedó convencido de
que solo había perdido el tiempo.
Cansado, pero no vencido, se empeñó en aprender y
practicar todas las artes conocidas y hasta podría, arriesgadamente, decir que
inventó alguna.
Pero nada encontró que lo desviara de la certeza de que
con todo lo logrado no había logrado nada y que por lo tanto debía continuar
conviviendo con su angustia e insomnio, cada vez más arraigados en él…
Decidido, continuó la búsqueda.
Así que si algún día ven pasar a un extraño forastero,
de mirada perdida y larga barba, de ropas gastadas y sucias y rotos zapatos, no
se asusten… solo es él, que sigue buscando El Arte Supremo: El Arte del Olvido.
FIN
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