Para
los detractores de las matemáticas, aclaro que la culpa no la tuvieron ellas
sino que claramente fue una falla humana. Primero, la del Dr. Ebeler por no
incluir factores decisivos en su ecuación…
luego la del restaurante que le vendía la comida, la que indudablemente
no estaba en buen estado.
Para
Avril, Nati, Ali, Gabi, Vale y Emi, todas jóvenes que sé que aman las
matemáticas.
MATEMÁTICAS PURA
Cumpliendo
con su recorrida de rutina, Ebeler terminó de revisar uno de los tantos análisis
predictivos que hacían parte de su día de trabajo… En este caso se trataba del
lanzamiento semanal de cohetes de la guerrilla antigubernamental en Sudán del
Sur, prediciéndose hora y lugar donde impactarían. Revisó, como hacía siempre,
el funcionamiento del autoajuste, los sistemas anti-hackers y que las vías de
comunicar esa información a sus superiores estuviera funcionando correctamente.
Por
lo que venía monitoreando, este era otro de los programas predictivos que
estaba funcionando bien, casi perfectamente-él era de los que pensaba que
siempre habría algo para mejorar-.
Continuando
con sus quehaceres, revisóuna fracción insignificante –la fracción que ese día
se había elegido para testear- de programas de distintos conflictos bélicos
–siempre abundantes-, de eventos deportivos, climáticos, financieros,
sanitarios, todo un espectro de predicciones que debía supervisar, más para
cumplir con la formalidad de hacerlo que por haber descubierto alguna falla en
alguna ocasión.
Las
ecuaciones predictivas utilizaban un número casi infinito de variables, lo que
las hacía sumamente sensibles… pero también eran autoajustables. Supuestamente
si se cargaban correctamente las variables, si se diseñaban adecuadamente las
ecuaciones y los sistemas de autoajuste funcionaban como debían, podía
predecirse prácticamente casi cualquier suceso.
Predecir
había sido tema de debate místico, imposible de probar científicamente, hasta
que se comenzó a trabajar con ecuaciones tan y tan complejas que nadie pensó en
poder obtener algún beneficio práctico. Pero todas las matemáticas y
especialmente las predictivas habían dado un gigantesco salto cualitativo con
los nuevos procesadores ultra rápidos, con inteligencias artificiales de última
generación. Y en una especie de evolución paralela, máquinas y predicciones
fueron perfeccionándose hasta que… ¡Oh, milagro! Los principales sucesos
terrestres fueron sujetos reales de predicción. Y eso fue solo el comienzo…
Las
matemáticas predictivas pronto gobernaron. Su poder, en teoría, no tenía
límites. Estos dependían de la disponibilidad de equipos y de tiempo… Los humanos
eran solo imprescindibles en el diseño de las ecuaciones y en algunas tareas de
programación… en lo demás, ya sea en la carga de datos, parte de la
programación e incluso revisión de los procesos, no eran estrictamente
necesarios. Se cumplía por parte de personal humano de chequeos periódicos,
pero de ahí a ser imprescindibles todos sabían que había una distancia
considerable.
Pero
Ebeler no estaba satisfecho.Para nada.
Las
matemáticas eran su vida, siempre lo habían sido e indudablemente lo serían.
Había vivido y disfrutado de El Gran Salto de las Matemáticas Predictivas y
nadie más contento que él porque se habían convertido en la Imprescindible y
Magnífica Ciencia del Hombre… ¡Al fin ocupaba el lugar que le correspondía!
Pero
veía que el uso de Su Amada estaba atado al dinero de los que invertían en los
equipos; inversores que vigilaban al
mundo, organizaciones que querían sacar ventaja de todos los sucesos posibles y
que no siempre atendían el bien de la humanidad y ni que hablar, del bienestar
diario de las personas… Y por supuesto, no había matemáticas práctica para la
gente común. Y él, en sus ratos libres –que no eran muchos, debo agregar-
trabajaba en resolver eso. ¿Era posible saber cuándo se taparía la cañería de
la cocina? ¿O saber con exactitud cuándo se nos terminaría la bombona de gas?
¿O cuando se nos pincharía el neumático del carro y cuál de ellos sería? ¿O se
nos recocería la comida casera del fin de semana? ¿O extraviaríamos la llave de
nuestro hogar y donde sería? ¿O cuándo y dónde seríamos asaltados caminando por
la calle? ¿Era posible saber esto y muchas minúsculas cosas más de la vida
diaria de las personas del planeta?
El
creía que lo era. De hecho estaba desarrollando ecuaciones en su mínima
expresión, con variables de un tamaño, de una delicadeza, que solo podrían
usarse en sucesos de la vida hogareña.
Es
más, en su afán de investigación, de superarse, de exaltar su amor por la ciencia
que tanto quería, llegó a desarrollar una potente ecuación que le indicaba la
hora exacta, el minuto elegido, el segundo justo, en que tendría que sentarse
en el inodoro para no cagarse en los pantalones.
Pero
ese día, los mariscos que invariablemente almorzaba los jueves no disfrutaban
de su mejor estado sanitario… un factor que lamentablemente no había tenido en
cuenta en sus cálculos.
Ebeler
sintió una cálida e incómoda sensación en su trasero y un olor desagradable y
conocido… veintidós minutos con 34 segundos antes de lo previsto.
Evidentemente
todavía tenía que hacer ajustes en su ecuación.
FIN
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