LOS LADRONES
¡No podían creerlo!
¡Habían descubierto el décimo planeta!
La algarabía a bordo
de la “María del Carmen” era tal que llenaba hasta el último rincón de la nave
exploradora. Risas, gritos y el intenso golpeteo de paredes, mesas, sillas y todo
elemento metálico que pudiera ser utilizado para tal fin… todo contribuía con
su parte al estruendoso festejo.
Sin duda que si
hubieran estado en un puerto todos sus vecinos se hubieran enterado; tampoco ha
de dudarse que eso hubiera justificado un llamado de atención de la guardia. Pero
no allí, no en esa zona desolada del espacio, no en los lugares donde ellos
generalmente hacían su trabajo…
Y pensándolo bien, lo
que estaban celebrando difícilmente fuera motivo de reprimenda.
Es que seguramente con
su espectacular serie de descubrimientos –estupenda razón para festejar- se
habían ganado un destacado lugar en la historia de la colonización y por
supuesto en el corazón de decenas de millones de colonos.
La “María del Carmen”
no solo era la primera nave de exploración en hallar diez planetas habitables
sino que estos planetas eran de una calidad excepcional, como diez joyas únicas
y raras… Misterio y casualidad, conjugadas en diez mundos hermosos y perfectos
diseminados en un sector relativamente pequeño del universo, brillantes descubrimientos
que además significaban el fin de su carrera de exploradores espaciales. Así lo
habían decidido tiempo atrás.
Apenas habían
descubierto el cuarto planeta cuando Dipi -una humana que venía del planeta
Ubternis-, en una de las tantas
conversaciones sobre esa espectacular racha que estaban viviendo, mencionó por
primera vez su intención de retirarse.
-No estoy pensando en
retirarme ahora… -aclaró- pero me gustaría, no sé, fijarme una meta…
-¿Y cuál sería tu
meta?- le preguntó Zup.
-¡Ocho planetas!- dijo
entusiasmada Dipi
-¡Estoy de acuerdo!-
le respondió Zup, con raro entusiasmo en él. Nativo de Israelia, un penumbroso
mundo, tenía tan buena visión nocturna como apagado estado de ánimo.
Más Anton sugirió –Si
estamos pensando en retirarnos cuando descubramos el octavo planeta, cosa que
sabemos es casi imposible… ¿Por qué no retirarnos cuando descubramos el décimo,
algo casi igual de imposible?
Todos estuvieron de acuerdo, aún Happy, que
era con seguridad el que menos deseos tenía de abandonar la vida de explorador.
Pero si lo hicieran con diez planetas descubiertos –“¡Diez planetas! ¡Que
hermoso sueño!”, pensó- seguramente estarían dadas las condiciones para que ese
retiro fuera muy placentero.
Hablaron mucho sobre
lo que sucedería luego de descubrir ese décimo planeta. Se veía cada uno
asentado en cualquiera de esos mundos, con enormes extensiones de territorio y
grandes mansiones y viajando de un planeta a otro para visitarse… Imaginaron sus nombres
en ciudades, en vías de transporte, en mares y ríos… ¡Y hasta era posible que
usaran alguno de sus nombres para designar algún mundo de los descubiertos!
Por otro parte no
dejaba de intrigarles la curiosa “terraformación” de los mundos descubiertos,
ni la forma en que llegaron a ellos. Es que ninguno pudo explicar porqué la
nave fue a dar a esas coordenadas… Anton, que era el navegante, juraba que
nunca las había introducido en el rumbo.
Una nave exploradora
saltaba de aquí para allá, prácticamente a ciegas, buscando cualquier cosa de
provecho, desde asteroides de metal o agua hasta planetas y planetoides
relativamente habitables. Saltar y explorar… saltar y explorar… Y que en esa
rutina de saltos y búsquedas se encontraran con una serie de mundos casi
perfectos… ¡Era difícil de explicar! Es que raramente una nave llegaba a encontrar
dos o tres planetas “útiles” y había
tripulaciones que se retiraban sin haber hallado jamás algún planeta que
permitiera siquiera algún tipo de asentamiento humano.
Pero no era así con los
mundos que ellos habían descubierto… Estos estaban prontos para ser habitados…
¡Como si los hubieran estado esperando!
Eso era inexplicable y
no menos inexplicables eran las particulares coordenadas bióticas de los mundos
descubiertos.
Fue Elgath, quien
realizaba los análisis –indispensables para llenar sus informes y acreditarse
el descubrimiento- la que encontró algo totalmente inusual en los resultados.
Es que según el
sistema de clasificación de planetas más utilizado –una de las gigantescas
ecuaciones en donde se introducían las numerosas variables, expresiones
numéricas de los “rasgos” que definían a los mundos- estos tenían casi la misma
aptitud para ser habitados… ¡Aptitud extraordinariamente alta! Intrigada, llamó
a sus compañeros.
-¡Vean esto!- les dijo
Elgath, emocionada, mostrándole los datos y el resultado, ese índice tan
extrañamente igual para todos los planetas descubiertos.
-¿Y eso que significa?-
preguntó Zup.
-Significa –explicó
Elgath – que entre otras cosas, la atmósfera no es perjudicial para los
humanos, siendo perfectamente respirable, que la gravedad no es un obstáculo
insalvable, que no hay especies animales ni vegetales ni de ningún tipo que
amenacen nuestra predominancia, ni formas de vida inteligente que compitan con
los posibles colonos en la utilización de recursos.
-Es como para pensar…-
dijo uno
-¡Es realmente poco
creíble! –continuó Elgath-Es que todo parece apuntar a que hubo una
intervención externa sobre todos estos mundos, para irlos “adaptando” a nuestra
forma de vida y más aún, hacerlos parecidos entre sí…
-¡Pero eso es
imposible! ¿Quién haría eso? ¡Este es un sector donde nunca antes habían estado
los Mundos Federados!
-No existe ninguna
tecnología ni poder que sea capaz de hacer una cosa así, por lo menos no dentro
de Lo Conocido…
-¿Entonces…?
-Que hay algo muy raro
en todo esto…
Se miraron, incómodos…
pero todas las preguntas y sus posibles
respuestas fueron dejadas de lado nada más pasar unos minutos, pues todas esas
circunstancias misteriosas, esas coincidencias y casualidades, quedaban
opacadas ante sus espectaculares hallazgos. Tal era la fama que habían ganado
apenas encontrar el tercer planeta –tan extraño como llegar al décimo- que una
gigantesca flota de naves de colonos había comenzado a seguirlos, llamándolos “La Bendición del Universo”,
haciéndole altares y rindiéndoles pleitesía a la “María del Carmen” y su divina
tripulación y siguiéndolos como si en ellos estuviera la solución a su incierto
futuro.
Al parecer no se
equivocaban.
La secretaria avisó
con un destello perfumado su entrada en el despacho de Phetre.
-¡Su Serenidad!- le
dijo, con unos discretos códigos naranjas, llamando su atención.
Phetre la miró,
contemplando todas sus herbotantes líneas, sus difusionadas curvas, sus
aromatizadas elenques… ¡Daban ganas de comérsela! –pensó finalmente para sí
-¡Pero no lo haría! No era fácil conseguir secretarias capaces en estos
tiempos… ¡Y la última tenía un implante de xereseros que casi lo envía al
cirujano!
-Diga, estimada
secretaria…
-No son buenas
noticias las que tengo que darle… -dijo ella, temblequeante en su colorosidad…
-¡No, otra vez no!
-Si, Su Serenidad…
¡Han llegado al décimo planeta!
Pleno de furia, pateó
el recipientes con siturenos que aromatizaban el punclido… luego pareció que el
Universo le hubiera caído encima… -¿Y cuánto llevo perdido?- anímose a
preguntar.
-Son ya seis mil
millones de sixtrillones de cuatranines…- y pareció que esa enorme,
inconmensurable cantidad llegara galopando encima de una leve brisa, totalmente
olorosa, totalmente Ella…
Se sintió desfallecer.
Le faltaba el otroxón, le titilaba el setenio y sus registros dejaron de ser lo
fiables que siempre habían sido. La secretaria se asustó temiendo que se
desvaneciera y le dijo:
-¿Llamo a un cirujano?
-No, no, querida, no
es necesario… Su grandilocuocidad estaba desmoronada, pero igualmente tuvo
fuerzas para pensar en alguna solución… ¿Qué haría? No creía que pudiera hacer
mucho… Quizás era el momento de retirarse, quizás… Miró nuevamente a su
secretaria. Ella también lo miraba, seguramente tratando de adivinar que se
escondía tras su veloso caratudelo…
El sabía desde el
principio que el mercado clandestino de planetas tenía sus riesgos. Tenía claro
también que La Autoridad
no consentía y obviamente no podía enterarse de lo que se hacía con esos
mundos… de hacerlo, seguramente le pistitararían los endrenos y posiblemente le
drupenearan los trulos hasta que solo viera en amarillo. Pero estos riesgos
eran indispensables si quería, algún día, retirarse a algún lugar tibiamente
radiado, inundado de esas ondas tan líquidas y refrescantes solo existentes en
los Paraísos Envolventes. La
Autoridad odiaba que Ellos modificaran mundos… le parecía
algo aberrante. Que lo hicieran los seres orgánicos, le caía mal pero lo consentía,
por ser portadores de la Enfermedad Original, pero Ellos, Los Alados… ¡No!
¡Ellos no!
Sus sonteros se
agitaron con enojo y desencanto.
¡Claro! ¡Pero La Autoridad era incapaz de
ver que Ellos también necesitaban vacaciones! ¡O que querían retirarse de la
actividad en algún momento! ¡Y que ser Alados, por más respetable que fuera su
trabajo, no le abría las puertas de ningún Centro de Descanso! ¡Ellos también
necesitaban dinero! Lo que más le molestaba era que cualquier ser orgánico, o
semi-orgánico o cualquier estrujo de energía podía tomarse vacaciones,
descansar, radiarse, templarse, entoropinarse… ¡Pero Ellos no!
No, no, no… ¡No estaba
de acuerdo! Y por eso él y otros como él manejaban varios negocios “por el
camino de la izquierda”, para reunir el suficiente dinero y marcharse, si, si,
lejos de todo esta “bondadosidad” o “regularidad” o más bien “rutinaroriedad”
que le tenía los trulos por el zenete –disculpando lo burdo del lenguaje-.
Había trabajado como
nunca, encontrando mundos, aniquilando especies, modificando atmósferas,
plantado la potencialidad de que cualquier cosa que se sembrara seguro crecería
libre y fuerte… ¡Hasta había movido levemente el eje de cuatro de estos diez planetas!
¡Muchas cosas había hecho!
¡Y se los habían
robado!
Nunca pasó por su
intelectualidad que pudiera ocurrir algo parecido. ¿Cómo es posible? –se decía-
¿Cómo puede haber pasado tal cosa?- exclamaba.
-¡Esos inmundos seres!
¿Quién iba a pensar que ese mundo lleno de monos iba a engendrar criaturas tan
molestas? ¡Habría que haberlo desertificado y vuelto a plantar! ¡Humanos,
Humanos…! Palabras que a sus netantes sonaban como “¡Ladrones, ladrones,
ladrones!”
Era totalmente
inexplicable que hubieran podido dar con esas coordenadas… a menos, claro está,
que alguno de sus competidores hubiera manipulado sus mecanismos de salto para
que llegaran allí “por casualidad”.
Pero el negocio era
así, lamentablemente… ¡Y poco podía hacer para cambiarlo! El mercado negro de
mundos, dentro de toda su ilegalidad, era uno de los negocios conocidos que más
ganancias daba… y había resultado también uno en lo que más dinero se podía
perder… millones y millones y millones de cuatranines!
Había muchas
organizaciones energéticas que compraban mundos para sembrarlos de los
productos que les resultaran más rentables… Los cultivadores de conciencias
pagaban mucho por los planetas, pero no eran los únicos… Los recolectores de
sentimientos y los fabricantes de almas gastaban fortunas en siembras y
cosechas y tampoco era despreciable la cantidad de energía que podía
recolectarse de un mundo si las cosas se manejaban adecuadamente…
Pero él se retiraría,
ya estaba decidido… ¡Este último atropello era intolerable!
¡Intolerable e
incambiable…!
Ahora tendría que
hablar con sus clientes, los que estaban preparados para comprarle sus mundos
-¡Porque eran “sus” mundos!- y decirles que su oferta habíase reducido. Mal
vendería los cuatro que le quedaban y se retiraría…
¡Si, si, diez planetas
perdidos eran suficientes!
Realizó las ventas
directamente, supervisó el pago y finalmente truneó a su secretaría y le
preguntó:
-¿Usted tiene alguna
relación duradera con algún ser?
-¿Yo? No, Su
Excelentísimo, no, estoy por completo dedicada al trabajo…
-¿Aceptaría tomarse
unas vacaciones conmigo?
-¿Vacaciones?
-¡Claro! Podemos
comenzar con unas vacaciones y luego continuar con una licencia y luego quizás
seguir con un retiro… Pensaba en las playas de Astaratatán o en las Pistas Desarrollables
de Pitín… ¡Claro!… ¡Vacaciones! ¡Descanso! ¿Me entiende?
-Claro que lo
entiendo- dijo ella colorisadamente excitada, vibrosa y sumamente bellísima…
-¿Cuándo partimos?-preguntó finalmente.
-¡Ahora mismo!- dijo
Phetre.
Preparando ultrarápidamente
las blatos, desplegó sus britístulas y se dispuso a comenzar esas vacaciones
tan merecidas, tan deseadas y tan forzadas.
No sabía si regresaría alguna vez a ese
negocio… no tenía idea. Su génesis había estado involucrada en el tráfico de
mundos desde hacía evos, pero eso no significaba que si él tenía otros
intereses, otros gustos u otras necesidades no pudiera satisfacerlas… ¡Pero
lejos de los humanos! ¡Lejos de esos Ladrones! ¡Su impunidad lo deprimía!
Afortunadamente su
secretaria estaba bella y deseable como nunca, lo que hizo que casi se olvidara
de sentir algún tipo de pena por su despedida.
FIN
negocios son negocios y retirarse a tiempo es lo sabio
ResponderEliminarbien por el proveedor y su secretaria
dejar el puesto y que el que lo sigue releve en el trabajo que por eones le llevó
me gustó lo ágil y lo innovador de los términos., se dan a entender en el contexto fluidamente
un abrazo
Gracias!!! Estoy pasando por una especie de transición y me está costando mucho terminar los cuentos, je...pero trato de ir dejando atrás esta etapa. Me alegra que te haya gustado y espero que mis próximos cuentos también sean de tu agrado... Un abrazo igual!!!
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