Como me sucede muchas veces comienzo
un relato con una idea, con algo que quiero manifestar y termino escribiendo
algo bastante lejano. No vivo de lo que escribo ni de mi música y en mi vida
laboral, que se relaciona mucho con la forestación –en mi país le llamamos
“forestación” a todo lo relacionado con bosques de especies exóticas como pinos
y eucaliptus, para uso comercial- me apasionan los incendios. Es casi una
especialidad, no solo los incendios forestales –que involucran combustibles
arbóreos- sino incendios en espacios abiertos en general. No solo me gusta la planificación
–estrategias- para enfrentarlos sino –y más que nada- el combate más próximo.
No es una patología ni nada, aunque quien me escucha o lea esto puede pensarlo;
me gusta simplemente combatir incendios. Y admito que el fuego puede verse
perfectamente como algo vivo, no solamente como una reacción química, sino como
un ser vivo que luego de desatado en forma de incendio –un fuego descontrolado-
come, crece y puede incluso reproducirse. Bueno, técnicamente la “reproducción”
sería por focos secundarios, pavesas volantes y rodantes, no? Nada místico.
Pero si lo pensamos, el incendio si bien está condicionado por cosas como los
combustibles que va quemando –su alimento-, el clima y la topografía, podemos
tomarlo como un ser vivo. En fin. Sobre eso quería escribir; un rotundo fracaso
porque escribí esto:
“Ella ciertamente era extraña. Claro
que no podría definirla así, rápidamente… es como si fuera extraña en un
segundo plano o quizás en un tercero. No es como cuando miras a alguien y dices
“¡Qué persona extraña!”… no, no era así con Lina Linita. Era necesario mirarla
mucho y muy profundamente para darse cuenta de que en su interior había algo
raro y muy particular, algo que a veces me daba un poco de miedo y quizás hasta
una pizca de horror.”
Fragmento de
“Comentarios profesionales” de Bepun Okete.
EL
PRÓFUGO
El detective Bepun Okete observó
pensativamente el nuboso edificio calcinado. Bajo las cortinas de agua que
habían tejido los bomberos las llamas se habían apagado casi completamente,
pero ahora todo estaba lleno de un espeso humo mezcla de vapor de agua y otros
gases que aún escapaban de las moribundas combustiones.
Como Detective Esclarecedor de Crímenes
de Todo Tipo no tendría que sentirse
sorprendido ante un incendio, pero este tipo de fenómenos hasta hacía corto
tiempo habían sido prácticamente desconocidos en Tinki –también llamada por
muchos La Ciudad de la Felicidad Compartida- y éste era ya el séptimo en veinte
rotaciones. Era demasiado.
Algo extraño y terrible estaba
sucediendo.
A medida que el agua seguía cayendo y
exterminaba todo fuego y todo calor que pudiera revivirlo, también el humo se fue disipando.
De la construcción solo quedaba el
esqueleto.
Un equipo de recuperación estaba
aguardando para comenzar a buscar posibles víctimas en los restos y Bepun
estaba preparándose para acompañarlos cuando una voz femenina lo llamó
suavemente.
-¿Detective Okete?
Se volvió algo sobresaltado hacia la
voz.
-Disculpe- dijo –Es que estaba un poco
abstraído- dijo, señalando la construcción-¿En qué puedo ayudarla?
-Lamento haberlo sobresaltado –dijo,
ofreciéndole su mano en gesto de saludo- Soy la Dra Lina Linita, del Centro de
Estudios del Fuego.
-Ah, sí, mi jefe me comentó que usted
vendría- le dijo, mientras le correspondía el saludo. La doctora era joven y
bonita. Esperaba que también fuera inteligente y capaz, porque estaba seguro de
que esas cualidades serían necesarias.
-Es horrible eso ¿No?- dijo Lina
-Lo es. Hasta ahora van diez muertos,
treinta y dos heridos y muchísimos evacuados. Y no sabemos que encontraremos
ahí dentro.
La expresión de la doctora lo hizo
continuar.
-¿No le explicaron que este es el
séptimo en veinte rotaciones? Estadísticamente es imposible, así que algo
terrible está provocándolos. Algo monstruoso.
-Tiene razón, si no estuviera
sucediendo se diría que esto es imposible…
A continuación Lina se explicó –Las estadísticas se basan en los sucesos y en
las ciudades humanas como ésta sencillamente no hay incendios, no incendios de
importancia y la razón es obviamente que solo se utilizan fuegos domesticados.
Todo el fuego utilizado tiene una ascendencia de docilidad y hasta de
amabilidad que garantiza su buen comportamiento.
-No sabía esos detalles- admitió
Bepun.
-¿Cuántos incendios ha tenido que ver
en esta ciudad en los últimos años?-continuó la doctora.
-Pues, muy pocos… y ninguno tan destructivo
como éste… y los otros.
-La razón es la que le mencioné. El
fuego que legalmente se puede utilizar es incapaz de provocar daños
importantes; iría contra su naturaleza.
-¿Pero no existiría la posibilidad de
que algún ciudadano quisiera causar daño y utilizara algún dispositivo con
fuego, un explosivo o algo así?
-No, es imposible. Los fuegos que se
utilizan aquí jamás se prestarían para hacer daños de relevancia a propiedades
y menos aún a ciudadanos.
-Tiene que haber alguna explicación…
-¿Las víctimas tienen algo en común?
-¿Pero qué sentido tiene saber si
tienen algo en común si sabemos que es imposible que esté sucediendo lo
que…-titubeó-… lo que está sucediendo?-. Pronto cayó en la cuenta de lo tonto
de su excusa.
-Pensé que habría buscado si las
víctimas tenían alguna relación… -dijo Lina Linita, algo desconcertada- En fin,
si encontramos que las víctimas tenían algún tipo de vínculo, creo que no solo
nos acercaremos al criminal sino posiblemente lo hallaremos… y sus motivos.
Bepun la miró. La joven parecía muy
segura de sí misma y de lo que estaba diciendo. Es lista, pensó. Afortunadamente,
porque estos sucesos lo tenían a mal traer.
-Tenga confianza en mí –le dijo ella-
No soy detective pero haré mi mejor esfuerzo y más aún para descubrir al culpable
de esto- dijo, señalando la construcción –El fuego no tendría que ser utilizado
para destruir vidas inocentes… Y llámeme Lina- terminó diciendo.
-Bepun seré para usted, doctora… Lina…
y gracias por su ayuda. Sabrá que aquí no hay muchos crímenes… en realidad casi nunca
hay crímenes y jamás había visto algo de tal gravedad.
-¿Nunca investigó un asesinato?
-Oh, sí… bueno, investigué hace algo
más de cinco años una muerte que parecía un asesinato… pero resultó ser un
accidente por lo que las únicas causas de muerte aquí podría decirse que son la
vejez, alguna enfermedad tratada a destiempo y algún accidente muy
desafortunado, que también son escasos. Se imaginará entonces lo conmocionados
que estamos todos con estos horrores. Así que si bien he investigado todo tipo de delitos, de los
delitos que suelen cometerse en un lugar pacífico como éste, nunca, jamás, imaginé
investigar algo de tal gravedad como lo que está pasado ahora. Hasta creo a
veces que esto es una pesadilla y que me despertaré y estos incendios y muertes
no habrán existido.
-Lo siento… es una pena que en una ciudad
tan pacífica esté pasando esto; también lo siento por usted. Pongámonos a
trabajar. Si perseveramos seguramente descubriremos a los culpables.
-Ojalá fuera tan sencillo, doctora- se
dijo Bepun, casi para sí.
Fueron jornadas de mucho trabajo las
que siguieron. Investigar exhaustivamente una a una las escenas de los crímenes, buscar
posibles vínculos entre todos ellos, buscar, buscar, buscar…Lina Linita estaba
segura que encontrarían algo en común, algo que los uniera, la cuerda que los
ataba a todos a su horrible destino… Bepun en tanto sentía que el respeto hacia
la joven iba creciendo. No solo era inteligente sino también perseverante y
además tenía un talento especial para todo lo relacionado con el fuego.
Eso definitivamente le había llamado
la atención, pues tenía una curiosa forma de investigar. Estaba claro que eso
de olfatear en los restos muertos de
materiales sofocados, arrasados, quemados por el fuego, tomar entre las manos
las cenizas, revisar texturas o contemplar por largos ratos los restos,
incluyendo los humanos, no era una forma muy ortodoxa de encarar la
investigación.
Pero ella además de que no atendía
exactamente las reglas científicas de la investigación, obtenía resultados,
algunos sorprendentes.
-Los incendios tienen una causa común-
le dijo cierta vez a Okete cuando estaban en una cafetería, comiendo un
sándwich, con grandes tazas de café ante sí. Era la pausa del mediodía y era la
única que se tomaban durante sus largas
horas de trabajo.
El detective casi estuvo a punto de
bromear diciendo “El fuego”… pero no lo hizo. La seriedad de Linita era
abrumadora y no inspiraba a nadie para hacer bromas.
Ella lo miró –Sabemos que fue el
fuego, obviamente, pero hay muchos tipos de fuego y éste, fue el mismo fuego.
Bepun sorbió su café, pensativo. Había
algo que lo ponía nervioso en Linita; parecía que en algunos momentos podía
leer su mente o por lo menos adivinar lo que estaba pensando.
-¿No puedes leer mi mente, o sí?- le
dijo abruptamente.
-¿Cómo podría hacerlo? ¿Te ha
parecido?
-Si, por momentos… o pueden ser solo
casualidades… ¿Qué me decías del fuego?
-Que fue el mismo tipo de fuego y
estoy casi, pero casi segura de qué cosa tenían en común todas las víctimas.
-¿En serio?- el hombre se sobresaltó y
la miró con sorpresa. Estaba seguro de que los ojos de la chica habían brillado
de forma extraña o algo muy brillante se había movido allí dentro... Pensó que
era por el reflejo de los rayos del sol en el jarrón con flores del centro de
la mesa o algún otro efecto óptico.
-¿Sucede algo?- le preguntó Linita
-No, nada en absoluto… creo que el
cansancio me está haciendo ver y pensar cosas extrañas –dijo, en tono de
disculpa y a continuación exclamó- ¡Es
muy buena noticia, el primer avance importante en nuestra investigación!
¿Puedes explicarme?
-Me imagino que sabes que hay
distintos tipos de fuego…
-Si… algo me has comentado.
-Los humanos, como también te he
dicho, solo utilizan fuegos domesticados, fuegos que desde hace mucho tiempo se
utilizan para cocinar o para calefaccionar… están acostumbrados a convivir con
los humanos y los humanos están acostumbrados a convivir con ellos. Esos fuegos
no queman casas, ni dañan personas…
-¿Ni aún si se manejan con
imprudencia?
-Sea queriendo hacer un daño
intencional o usándolo con negligencia, el daño, en el peor de los casos, sería
limitado… Jamás habría un incendio de importancia. Te recuerdo que un incendio
es un fuego sin control y los fuegos que nosotros utilizamos prácticamente se
autocontrolan…
-Y entonces…
-Ya lo has adivinado, me supongo.
-Los fuegos que ocasionaron estos
incendios no eran fuegos domesticados…
-¡Muy bien! ¡No lo eran!
-¿Pero existen los fuegos no
domesticados?
-¡Claro! ¿Oíste hablar de Binaldo
Binín?
-No… nunca.
-Fue un prestigioso escritor,
naturalista y viajero. Visitó casi todos los rincones de este mundo y escribió
sobre muchas cosas que encontró en sus viajes. Hay un fragmento muy hermoso de
uno de sus libros que dice… “Cuidaos de los fuegos salvajes que brincan
libremente por las praderas; cuidaos de esas llamas impetuosas que cabalgan en
las sabanas; apartaos de su paso si por casualidad parecen excesivamente
amistosos o curiosos. Huid, huid si es
necesario, porque no encontraréis seres más ardientes y hambrientos”.
-¿Fuegos salvajes? Entonces existen…
-¡Claro que existen! Y ellos parecen
ser…
-…los culpables de estos incendios-
Bepun terminó la frase.
Lina sonrió.
-Así que fueron ellos- murmuró
ensimismado Bepun… -¿Pero qué hacen aquí? ¿Por qué no están en sus llanuras, en
sus praderas…?
-Tengo una idea, pero primero debemos
confirmar una sospecha…
-¿También sabes qué tenían en común?
-No con seguridad… por eso es que tenemos
que confirmarlo.
Y allí están, frente a un gran
edificio, la Fábrica de Cerillas Dulce Hogar, un lugar que parecía totalmente
desierto.
-¿Esto es lo que tenían en común?- le
preguntó suavemente Bepun a Linita.
-Me temo que sí… Todos los hogares
incendiados usaban estas cerillas.
-Pero qué… -el detective dejó en
suspenso la pregunta, pues muy lejos, en el borde de su conciencia, tintineaba
algo que podía ser la respuesta.
-Está cerca, detective… para hacer
cerillas se utiliza fuego domesticado, pero si alguien quisiera hacer daño a
los humanos, nada más sencillo que tomar fuegos salvajes y encerrarlos en las
cerillas que todo el mundo usará en sus casas.
-¿Eso es lo que pasó?
-Eso es lo que creo que puede haber
pasado. La forma de averiguar qué tan cierto es, pues, es entrando aquí… con cuidado.
Pero antes…- dijo
-¿Antes qué tenemos que hacer?
-Necesito algunas cosas del
portaequipajes.
Ambos retrocedieron unos pasos hasta
el carro automóvil y ella abrió la puerta del portaequipajes. Dentro había un
envoltorio brillante que contenía algo parecido a un traje enterizo, totalmente
plateado. El traje incluía un casco del mismo material con un gran visor
transparente.
-Esto es para ti- le dijo a Bepun –Es
resistente al fuego- le dijo, para tranquilizarlo.
-¿Me lo puedo poner por encima de todo
mi ropa?- le preguntó éste incómodo.
-¡Claro! Por encima es mejor…
-¿Y tú?- le preguntó preocupado,
mientras miraba con todo detalle el traje.
-Yo llevaré estos- le dijo, mientras
le mostraba una hilera de pequeños recipientes de un material que no reconoció,
que conectados entre sí le cruzaban su pecho en bandolera. Advirtió que del
último recipiente, salía una especie de apéndice alargado con algo muy parecido
a un embudo aplanado en la punta.
-¿Y eso?-
-Esto es lo que terminará con nuestros
problemas. ¡Aquí los encerraré!
-¿Pero cómo?
-Si esos fuegos salvajes están allí,
los convenceré de que entren aquí y de aquí irán a la cárcel…
-¿Pero cómo harás eso?-preguntó
angustiado Bepun.
-Mira… los golpeas un poco, los
atontas, los apuntas con esto –hizo un gracioso gesto con la larga boquilla- y
ella los captura y los guarda aquí… ¡Será sencillo! –luego reflexionó- No será
demasiado sencillo en realidad pero tampoco espero que sea muy difícil. Sería
deseable que todos estén allí… y el olfato me dicen que sí están… -acto seguido
marchó hacia el edificio- Cúbrete por completo con eso, por favor, que no
quiero que salgas herido y este lugar creo que pronto se pondrá peligrosamente
caliente- dijo sonriendo.
El detective revisó los cierres del
traje que lo encerraba de pies a cabeza y siguió a la chica que animosamente se
dirigía a la puerta del edificio.
Mientras Lina caminaba enérgicamente
hacia la puerta, recordaba el diálogo que había tenido con su padre unos días
atrás.
“-Hija, Ikhan se ha fugado.
-¿Cómo?
-Fue liberado… No todos los
integrantes de su facción estaban encarcelados y ellos lo han liberado.
-¡Con ese estúpido suelto no tendremos
paz! ¿Sabes dónde está?
-No está en las llanuras… ha huído a
los territorios humanos.
-¿Allá? ¿Para qué?- dijo sorprendida.
-Para hacer daño… a los humanos y a
nosotros; debes ir a buscarlo.
-¡Pero padre, estoy estudiando!
-Y seguirás estudiando cuando regreses
con él encadenado; pero eres una de las pocas de nuestra especie con suficiente
poder para capturarlo a él y a sus secuaces sin alborotos ni apuros y
regresarlos aquí.
-No me gustan los humanos, ni lo que
hacen con nuestros primos…
-No tienen por qué gustarte; ellos son
como son. Pero estamos en paz y así deberemos seguir. El comercio entre
nuestras naciones está pasando por un muy buen momento y no podemos
arriesgarnos a que sufra daño por Ikhan y sus secuaces.
-Entiendo tus razones y también que el
tiempo apremia… pero no será tan sencillo encontrarlo…
-Hablé con algunos de mis contactos
humanos y ya hemos pensado en algo…
-¿Algo como qué?- dijo ella
desconfiada.
Su padre se lo explicó brevemente.
-¡No!
-¡Por favor!- imploró él- No te lo
pediría si no fuera importante… y necesario.
Ella lo miró –Está bien- dijo
finalmente- Mañana al amanecer iré a las tierras humanas; y no regresaré sin
traer a esos maleantes a prisión.”
Había tenido que hacerse pasar por
humana, trabajar con un humano y rastrear a los fugitivos, que lamentablemente
estaban haciendo más daño del esperado. Pero estaba casi segura que la búsqueda
se terminaba aquí.
Al empujar la puerta principal, una
bola de fuego lanzada desde el interior chocó contra el cemento y el metal,
chamuscándolos y dejando una nube oscura…
-¡Nos atacan!- gritó Bepun -¡Nos
descubrieron! –dijo luego.
-Tranquilo… eso confirman que están
aquí… ¿Puedes mirar hacia otro lado mientras me pongo cómoda?
-¿Ponerte cómoda?- dijo, mientras
Linita comenzaba a sacarse los recipientes por el cuello y luego a desvestirse…
-Si, si, pero…
-Te lo explicaré luego… Cuida mi ropa.
De pronto una explosión de calor
comenzó a hacer sudar a Okete… -¡Qué diablos!- se dijo. Lina Linita ya no
estaba… ¡En su lugar había una increíble y monstruosa figura llameante! Ni
siquiera tenía forma humana; era… otra cosa, una cosa que dejó la ropa de Linita
cuidadosamente doblada a un costado.
Luego, la chica atravesó rápidamente
la puerta, esquivó proyectiles de fuego, retuvo algunos con una especie de
escudo que pareció brotar de su brazo izquierdo y se lanzó sobre los atacantes
con una especie de arma que le pareció un bastón o más bien un martillo… lo
usaba como martillo… A una velocidad increíble golpeó a todos los que se le
pusieron delante y los iba encerrando en los recipientes… Uno a uno… Algunos
quisieron escapar pero otras armas arrojadizas, bolas de fuego, venablos
ardientes, cuchillos en llamas, los terminaron abatiendo y luego se le hizo
sencillo atraparlos. Bepun estaba asombrado ante la eficacia de la chica porque
no solo lanzaba contra sus enemigos todo tipo de armas sino que simultáneamente
con su escudo y su martillo de largo mango, hechos de puro fuego, hacía
estragos en sus oponentes… ¡Sus adversarios no eran rivales para ella! Excepto
uno quizás, uno que estaba claro que no sabía si huir o presentar batalla y que
al final, luego de un cruce de golpes un poco más prolongado de lo normal, con
chispas, explosiones flamígeras y mucho, pero muchísimo calor, terminó de
rodillas, humillado y supuestamente fuera de combate, pues su fuego había bajado muchísimo de intensidad… vencido, el
artefacto de la chica flamígera lo capturó.
Y en pocos minutos, que a Bepun le
parecieron muchos, todo había terminado.
Ella, aún en su forma natural exploró
todo el lugar y si bien encontró que ya
había fuegos salvajes encapsulados en cajas de cerillas ya no quedaba ninguno
en libertad.
La misión era un éxito y el lugar ya
era seguro.
Lina Linita se detuvo junto a su ropa
y Bepun se alejó y le dio la espalda… tardó algo de tiempo en mostrarse
nuevamente con su aspecto humano.
-Disculpa la demora- le dijo, luego de
tocarle el hombro- pero el proceso de transformación es mucho más lento en un
sentido que en otro.
Bepun Okete la miraba incrédulo. Si
bien la pantalla transparente delante de sus ojos le había dado algunos
problemas, había observado todo el combate con bastante comodidad y no
dejaba de asombrarse… Su compañera había
vencido a una docena de fuegos salvajes en un manojito de minutos… Ya se había
sacado parte de la protección y estaba totalmente empapado por el sudor que le
había provocado la batalla -aunque él lo único que había hecho era observarla-
cuando no soportó más y le preguntó:
-¿Qué eres? ¿Cómo es posible que los
hayas derrotado tú sola?
-Soy una de ellos, un fuego salvaje, pero
de los buenos –dijo apenas sonriendo, como disculpándose-. Tenemos negocios con
los humanos y éstos, estos delincuentes, vinieron aquí a perjudicarlos.
Pensaban que atacándolos, vuestro gobierno recibiría presiones para no negociar
más con nosotros. Ellos no quieren la paz entre las distintas criaturas y mucho
menos con ustedes… Quienes nos gobiernan creen en la paz, en la convivencia,
así que me enviaron a capturarlos.
-¿Sola?
-Como viste, pude resolver esto sola. Ustedes
los orgánicos le temen a cualquier fuego… pero yo soy una especie de
protectora, una guerrera. Me entreno para el combate, estudio para ser mejor,
para ser más eficaz contra cualquiera… contra criaturas de fuego, de agua, de
aire o de tierra y toda la variedad de orgánicos que existen.
-¿Eres una soldado? –dijo con voz de
asombro- Pero están en paz ahora…
-Si… afortunadamente. Hay que
disfrutar de la paz… Pero hubo uno de ustedes, un humano, que vivió en el
planeta de donde todos ustedes son originarios que dijo algo así como que “En
tiempos de paz, prepara la guerra”… Y esto significa mi estimado Bepun, como lo
hemos visto, que la paz no es eterna, aunque eso quisiéramos. Tiene que haber
seres como yo, preparados para lo peor.
-Y a ellos… ¿Los encarcelarán a todos
en tu tierra?
-Por supuesto… y los cuidaremos mejor
que la primera vez.
-¿No creen que podríamos custodiar a
alguno de ellos aquí?- su voz sonaba entre desafiante y apenada.
-¿Crees que podrían hacerlo?- preguntó
ella, algo divertida.
-¡Claro que sí!- afirmó Bepun.
-Pues toma… custodia a estos…- Lina
sonrió y le lanzó una caja de cerillas “Dulce Hogar”.
Él la tomó en el aire y se quedó
mirándola.
-¿Pero sabes qué pasaría si enciendes
una de esas cerillas, no? Lo que tienes ahí dentro son fuegos salvajes…
“Maldita mi bocota” murmuró Bepun para
sí. –La encerraremos en un lugar muy seguro-dijo, ya arrepentido de haber
aceptado las cerillas.
-Si es un lugar sin oxígeno será más
seguro- le dijo ella, despidiéndose -Pero si crees que la custodia puede ser
molesta, engorrosa o complicada, solo avísanos y alguien vendrá a buscarlos-
Se despidieron con un apretón de manos
primero y luego con un abrazo. Bepun juraría que la temperatura corporal de
Linita era casi la de una persona normal… ¿Cómo haría eso?
Agradeció a partir de ese día vivir en
paz con criaturas como ella… porque si bien los prófugos de fuego habían hecho
mucho daño, se imaginaba lo terrible que sería ser atacados por una criatura
como Lina…
Ella ya se marchaba cuando Bepun le
gritó -¡Lina! ¿Tienes novio?
Ella se dio vuelta, a punto de subir
al automóvil.
-¡Soy demasiado ardiente para tener
novio!- dijo, riéndose, a la vez que le lanzaba un beso que hubiera jurado le
quemó los labios.
FIN
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