Sin duda
que ser barman requiere de vocación. No cualquiera se instala tras una barra y
atiende con simpatía inagotable y sonrisa sin fin a todo aquel –o aquella- que
desee un trago y no cualquiera está dispuesto a escuchar las alegrías o los
pesares del cliente que desea o necesita ser escuchado. Puede pasar que sonreír
y mostrarse agradables se torne frío e impersonal… pero seguramente no es el
caso de Lucasio, el barman que traigo a colación necesariamente para este
cuento. La calidez con que trataba a sus clientes era algo natural en él y
hacía que estos sintieran en la barra natural confianza, alentando confidencias
y confesiones.
Su trabajo
le encantaba y estaba convencido de haber nacido para estar tras el mostrador,
llenando vacíos, escuchando y a veces opinando.
Y por eso
estaba preocupado…
Miró
fugazmente al motivo de su preocupación. No era común ver un poteke en el Vuni
Vuni y menos aún un poteke administrativo, como lo parecía por su vestimenta.
Pero si esto era extraño más lo era el tiempo que llevaba bebiendo… ¡Tres
ciclos ininterrumpidos! Aunque pensándolo bien, el Vuni Vuni, que estaba lejos
de ser de los más distinguidos bares de la populosa y no demasiado limpia
ciudad de Tekarae, quizás era el lugar ideal para realizar una insensatez de
esas.
Recordaba
cierta ocasión en que se enfrentaron –allí, frente a su barra- cierto número de
soldados llegados de uno de los tantos frentes de guerra de la Alianza Celeste
y un grupo de marineros espaciales, en un brutal duelo con sinke –un cóctel
hecho de las bebidas más fuertes que existían-. Seis ciclos estuvieron
bebiendo. Él, como correspondía, los acompañó hasta que el último de ellos cayó
inconciente al piso. Fue una experiencia
que esperaba no volver a repetir, pues para estar tanto tiempo sin
descansar necesariamente tuvo que hacer uso de las píldoras Voltic... que a la
larga pueden traer consecuencias indeseables como no llegar a distinguir un
pertal de un fanghe o servir verdeda por norlto, confusiones todas ellas que
pueden tener consecuencias catastróficas.
Suspiró.
No… esperaba que este cliente no fuera de esos. Lo tenía preocupado. Por la
forma en que bebía se vislumbraba una gran pena… o más bien, por la forma y
cantidad en que bebía, una singularmente grande pena.
Finalmente
el barman tomó valor y saliendo del contexto de una insulsa charla de mostrador
le dijo:
-Si
comentar lo que le sucede le ayuda, puedo escucharle…
El cliente
lo miró, con esa mirada algo extraña que tienen los potekes –acentuada quizás
por la bebida consumida- y finalmente le contestó:
-Es algo
demasiado espantoso como para contar-
-He
escuchado cosas terribles, no se preocupe por eso-dijo, procurando
tranquilizarlo.
El cliente
tomó su recipiente, bebió largamente –estaba honrando al raci en ese lapso- y
con aire de “Usted lo quiso” exclamó.
-Cometí un
error
-Pues
tiene que ser un error muy grave para castigarse de esta forma…-dijo, tratando
de ganarse su confianza.
-¡Es
grave...! ¡Soy un asesino!
Lucasio se
alejó medio paso de la barra, instintivamente.
-¿Usted un
asesino? No lo parece…
-Pero lo
soy…- dijo apenado
-Cuénteme…
En ocasiones es saludable hablar de nuestros pesares.
-No creo
que me alivie, pero le contaré así entiende mi conducta, que le aseguro no es
para nada normal… Nunca había bebido
tanto…
-Espero
que no- le dijo Lucasio- porque son pocos los capaces de beber durante tanto
tiempo y no quedar con algún trastorno…
-Dígame…
¿Oyó hablar del Servicio de Desarrollo Planetario? Yo trabajo allí…
Lucasio
asintió, sin demasiado entusiasmo. Su cliente entendió esto como señal de duda
y agregó:
-A veces
sucede que la Alianza Celeste tiene interés en que determinado mundo se
desarrolle y nosotros somos los que hacemos eso posible. Se puede tratar de
planetas con importancia estratégica, o con especies que potencialmente pueden
aportar algo nuevo o distinto o quizás se han quedado estancados y necesitan un
catalizador o un estimulante… ¿Entiende?
Lucasio lo
miró, sin saber que decir. Finalmente dijo –Algo entiendo. Eligen un planeta y
lo ayudan a desarrollarse.
-Algo así.
En general elegimos una especie de todas las que lo habitan y la ayudamos
particularmente… casi siempre haciendo lo necesario para ayudar a desarrollar
su inteligencia…
-Es una
gran tarea- se animó a comentar el barman.
-Sin duda…
-¿Y qué
sucedió?- preguntó Lucasio, que comenzaba a sentir algo de curiosidad.
-Hace ya
algunos miles de ciclos nos enviaron a un planeta. Teníamos la orden de
estimular la inteligencia de una de las especies inteligentes del planeta… Eran
animales bellos y armoniosos. Potencialmente su desarrollo intelectual y
espiritual los haría inigualables amantes del equilibrio.
-Por lo
que describe eran hermosos…
-Lo eran,
si –dijo el poteke con algo de pesar. Luego continuó.
-Las
proyecciones nos informaban que en un tiempo prudencial ese planeta sería una
potencia intelectual y ejemplo de balance y sustentabilidad… y por si fuera
poco, importantes aliados nuestros en ese sector del universo.
-¡Increíble!
-Si, podía
haber sido increíble… pero no fue así…
-¿No?-
dijo Lucasio, apenado.
-No. Había
dos especies que sobresalían por su inteligencia en el planeta, con cierto
antiguo parentesco… Una, terrestre, que los nativos posteriormente llamaron
“monos” y otra acuática, que posteriormente se denominaron “delfines”, en la
jerga de ese mundo. Le aclaro que luego de efectuados los estímulos seguimos
monitoreando los mundos, para ver su avance, aunque ya no se nos permite
intervenir directamente en ellos.
-¿No
pueden intervenir?
-No
directamente… excepcionalmente nos permiten influir –o tratar de hacerlo- sobre
las especies del mundo, para que ellos “enderecen” su camino… es lo más que
podemos hacer…
-¿Pero en
este caso qué sucedió?
-Teníamos
el mandato –y el deber- de estimular a los delfines… pero nos equivocamos.
-¿Cómo que
se equivocaron?- con lo que le había dicho de los delfines, Lucasio ya los
estimaba tanto como a cualquier cliente a su barra.
El
funcionario se sintió acorralado. No había sido tan buena idea recrear lo
sucedido pues se estaba sintiendo nuevamente fatal. Bebió de un trago medio
recipiente de raci.
-Es que
hay algunos procedimientos que se hacen automáticamente… no los hacemos
nosotros personalmente. Los mecanismos seleccionan una inteligencia, toman sus
códigos genéticos, trabajan sobre ellos, los modifican, se fabrica un estimulante
y este se siembra en la biosfera… así llega a donde queremos que llegue…
-Eso lo
entiendo, pero… ¿Qué sucedió?
-¡Se
equivocaron! ¡En vez de hacer más inteligentes a los delfines, lo que los haría
la especie más fuerte del planeta y por ende los fundadores de una civilización
que sería no solo excepcional sino también reconocida en todo el Universo
conocido, estimularon a una especie de mono!
-¿Pero es
tan grave?
El cliente
hizo una pausa. –Los monos, desde ese momento, no han dejado de guerrear entre
ellos… ¡Ni un instante! Al planeta lo han ido deteriorando lenta pero
inexorablemente, tanto que están sufriendo grandes alteraciones, que no han
terminado todavía… Su calidad de vida irá deteriorándose cada vez más hasta caer
a niveles de insospechada decadencia. Hambre, enfermedades, pobreza, guerras…
eso viven y eso tienen por delante.
-¡Pero es
una calamidad! ¡Tiene razones para estar tan triste!
-¿Por eso?
No es precisamente por eso que estoy tan triste, aunque eso lo sabíamos desde
hacía mucho tiempo y hemos hecho lo posible para cambiarlo…
-¿Entonces?
-¡Es que
hace cuatro ciclos me informaron que estos monos asesinaron al último de los
delfines!
Lucasio lo
miró. Por las mejillas del poteke del otro lado de la barra corrieron lágrimas
que hicieron a su vez salir las suyas… Solo atinó a pasar su brazos por encima
de recipientes, barra y diferencias y abrazar fuertemente a aquel que había
asesinado a una especie y seguramente a un mundo.
FIN
Impresionante, seguramente un cuento de real-ciencia-ficción. Siempre me voy satisfecha, aunque algunos finales sean tristes...
ResponderEliminardejo el abrazo para mi amigo del alma.
Gracias amiga, me alegro te haya gustado!!!
EliminarPuedes hacerlo pero navideño recreando todo plis es para una tarea
EliminarNo te entiendo, Rosita... dime... mi correo es pablodaniel.gandalf@gmail.com. Está bueno cualquier desafío así que te escucho... Abrazo!!!
EliminarGracias estimado Daniel... te agradezco las sugerencias, realmente... y las tendré en cuenta, para éste y otros cuentos. Un abrazo!!!
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