ESTE CUENTO POSIBLEMENTE SEA EL PRIMERO QUE HAYA ESCRITO. SE PUBLICÓ EN “TRÁNTOR”, EL PRIMER FANZINE URUGUAYO DE CIENCIA FICCIÓN Y FANTASÍA, AÑO 1988 DE NUESTRO SEÑOR Y FUE ESCRITO EN 1987. LE AGREGUÉ UNA SECCIÓN, DE ESE MISMO AÑO, QUE ESTABA JUNTO CON EL ORIGINAL Y QUE NO APARECE EN TRÁNTOR.
RECUERDO QUE HABÍA LEÍDO RECIENTEMENTE “CAZA DE CONEJOS”, DE MARIO LEVRERO, QUE DICHO SEA DE PASO NO ES MUY DE CIENCIA FICCIÓN –CREO QUE HASTA LO COMPRÉ, SI, SI, EN ESA ÉPOCA TODAVÍA PODÍA COMPRAR ALGÚN LIBRO- Y DE AHÍ ESTA FORMA DE PRESENTAR EL RELATO.
QUERÍA PONERLO ACÁ PORQUE ME PARECIÓ QUE SERÍA LINDO TENERLO EN EL BLOG.
AURELIA
Érase una vez una máquina de escribir muy vieja. Hace quince días –estoy casi seguro de esto- alguien la tomó y escribió el relato que sigue a continuación. Creo que el que lo hizo no estaba muy cuerdo: es un poco incoherente en sus ideas, o eso me pareció. Pero lo más importante consiste en que los papeles en donde quedó impreso estaban dentro de una estructura un tanto extraña, cubierta de herrumbre y una sombrilla podrida encima. No pretendo impresionar a nadie, pero en una losa cercana alguien grabó:
Aquí yace Aurelia
Antes- Algo después
“Cuándo éramos entes errantes, es decir, cuando aún no habíamos nacido, un grupo de nosotros, que solíamos reunirnos en un lugar de baja energía denominado El Quasiárbol, resolvimos que cuando naciéramos íbamos a ser científicos. Construiríamos una máquina del tiempo para viajar al futuro y al pasado y divertirnos un poco, pues es aburrido nuestro existir, si es que existimos.
Mediante un proceso extraño, que no puedo aquí describir por ser secreto e ignorado por todos, sensibilizamos una parte de nuestro ser a un estímulo existencial. Es una sensibilización compleja –muy compleja-, indescifrable, inimaginable y quizás imposible. Por ella bastaba poner en un cartel la palabra QUASIBAR para que por todos nuestros medios viajáramos hacia el Quasibar a reunirnos con los amigos.
¡Pobre Germán! Cuando nos reunimos luego de treinta y cinco años en el Quasibar faltaba uno de nosotros. De pronto, vimos aparecer, corriendo y sollozando, un pequeño de unos nueve años, seguido por un “alguien”, quizás su madre… ¡Pobre Germán! Por un tiempo quedó fuera del proyecto, pero tenemos su dirección y teléfono. En diez años estará con nosotros.
Nuestra máquina es hermosa. La pintamos de blanco, azul, violeta, rojo y de otros colores, pues nos gusta la variación. Primero la hicimos grande, demasiado grande. Luego la hicimos pequeña, tan pequeña que no entraba siquiera uno de nosotros. Ahora es del tamaño justo. Entramos todos con cierta comodidad y hasta hay lugar para el tablero de ajedrez. Claro que no va a entrarla cancha de tenis de Alberto ni la piscina de Adolfo, pero no se puede conseguir todo.
Aurelia, nuestra nave del tiempo, es muy sensible. Le disgusta que nos insultemos dentro de ella, que orinemos fuera del receptáculo, que cantemos muy fuerte, que gritemos “¡Jaque Mate!” con aire de sobradores, que entremos chicas, que pasemos videos verdes en la video-reproductora, pero lo que menos le gusta, lo que menos le agrada a nuestra preciosa Aurelia… es el agua. Le tiene asco, repulsión, alergia a este compuesto tan común. ¿Y cómo hacemos cuando llueve, por ejemplo? Pues en ese caso le damos antialérgico. Es más, continuamente toma antialérgicos… treinta gotas después del desayuno y treinta después de merendar. Generalmente aumentamos la dosis a cincuenta gotas cuando está muy húmedo y a mucho más, si acaso -¡Dios no permita!- llueve.
En nuestra tripulación usual solo hay una chica. Es muy extraña. Pasa el día leyendo textos de Bioquímica, Genética y Astronáutica y cuentos sobre máquinas del tiempo y a pesar de nuestra insistencia, no nos hace el amor. Tiene mucho miedo de que intentemos drogarla para que acceda a nuestros naturales apetitos sexuales. Por este arraigado temor a ser engañada, no bebe ni come. Está quedando muy flaca y a veces desvaría. Creo que a ninguno de nosotros le gustaría acostarse con una chica tan, pero tan flaca. Se lo expliqué, más parecía dormida y al intentar sacudirla para que se despertara, no solo le arranqué uno de sus húmeros sino que también se le cayó el cráneo al piso. A pesar del ruido no se despertó.
Nos divertimos mucho. Pero aunque pasamos bien juntos y nos entendemos bastante, a veces discrepamos en alguna cosa. Sebastián cree en la Magia , Juan terminantemente no. Y pasan los meses discutiendo. Pero ayer -¡Por fin!- se empezó a vislumbrar un cierto acuerdo, pues Sebastián dijo
–Pero la Magia es relativa-
-¿Cómo relativa?- preguntó Juan.
-¡Claro! Y siempre existirá, a menos que…-
-¿A menos que qué?- interrumpe Juan.
-Espera a mañana y verás-
Al decir esto Sebastián se levantó de la mesa de ajedrez y se retiró a la noche.
Y para aclarar todo, hoy Sebastián nos hizo llegar una frase, escrita por un contemporáneo nuestro, Arthur Clarke, que dice: “Toda tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Estuvimos toda la noche discutiendo en torno a esto.
Hicimos muchos viajes, algunos interesantes, otros no tanto. Visitamos familiares muertos, familiares aún no nacidos, vimos espectáculos históricos indescriptibles, conocimos sensaciones nuevas por doquier. Aquí relato algunos, muy pocos, de los que más me impresionaron.
Como curiosidad nada más, escuchen. Hace dos días fuimos a lo de Carlos a conocer a sus tatarabuelos. Daniel, que tiene la costumbre de enamorarse de todas las mujeres, se enamoró de la bisabuela de Carlos. ¿Se imaginan del lío? Creo que Carlos quedó muy enojado, pues dejó una impresión muy fea entre sus parientes.
Ayer, pretendiendo arreglar la alergia de Aurelia, hemos metido mano a los circuitos y Pedro, al toser, cometió un error. No solo no le curamos la alergia, sino que además estornuda y ahora, cada cincuenta y tres minutos, una lluvia de pequeñas gotitas, cual rocío, nos moja a todos.
Para estrenar el último dispositivo que nos permite, aparte del viaje temporal desplazarnos en latitud y longitud, como queramos, hemos viajado a la Biblioteca de Alejandría cuando aún era el centro mayor de conocimientos de todo el mundo. Tuvimos que tomar inimaginables precauciones para no ser vistos por ninguno de los consultantes que día y noche, quizás a falta de otra cosa que hacer, merodean por el complejo. Nos agradó mucho el silencio, símbolo de toda biblioteca que se precie de tal. Claro que este era un silencio más antiguo que el de cualquier biblioteca actual. Por momentos nos parecía irreal la certeza de estar contemplando el mayor depósito de conocimientos que pudieron transmitirse en la Antigüedad , muchos de los cuales se han perdido ahora. Lo que lamento realmente es no haber podido entender ni una pizca de lo que escribieron tantas y tantas generaciones de sabios de aquellas épocas tan remotas.
Hoy, cuatro de noviembre, es el cumpleaños de Aurelia. Quedó muy contenta pues le regalamos un gigantesco paraguas amarillo.
También viajamos a la Atlántida. Claro que Aurelia se resistía un poco a entrar al agua, resistencia que cesó cuando le aclaramos que la visitaríamos cuando aún estaba en la superficie, lo que pareció complacerle mucho. Extrañamente, a pesar de habernos cerciorado muchísimas veces de que nuestra ubicación con respecto a los antiguos mapas de la Atlántida floreciente era correcta, no pudimos encontrarla. Retrocedimos un margen de tres mil años más y no encontramos más que unas gaviotas extraviadas y a partir del encuentro, sorprendidas. Lamento que nuestra curiosidad haya tirado abajo alguna que otra teoría, pero… ¿qué podemos hacer ahora?
En uno de nuestros virajes temporales, al querer tomar una temporuta más corta y rápida, casi nos estrellamos contra un gigantesco cartel que decía:
¿ESTO ES DIVERSIÓN?
¡LA DIVERSIÓN ESTÁ EN LAS ESTRELLAS!
Y eso nos dejó pensando, pensando en asesinatos en masa, en mundos extraños devastados y dominado por el humano, en conspiraciones contra otras razas y a veces contra los mismos “sapiens”. Y también en que hasta ahora hemos encontrado seres más débiles…¿Pero que pasaría si…?
Tratando de viajar al Reino de la Fantasía , hemos adaptado nuestra máquina a una idea nueva, según un concepto innovador de viaje temporal. Le hicimos muchos cambios, enredos y desenredos, cables por aquí, conexiones por allá y logramos –creo- un resultado relativamente satisfactorio. Pero sabemos de antemano que solo podremos estar en Lo Fantástico cinco segundos, solo cinco.
Emprendimos el viaje.
Cuando llegamos, abrimos la puerta y una niebla espesa inundó nuestra cabina hasta las últimas telarañas. Asomamos apenas nuestras narices pues… ¿Quién se atrevería a salir con tal falta de garantías individuales? ¡Qué desengaño! Y disponíamos de tan solo cinco segundos…
Ayer viajamos al futuro y nos dijeron que es imposible construir máquinas del tiempo bidireccionales. Creo que no creyeron lo que vieron. No es muy inteligente pedir más prueba que nosotros de que se puede saltar tanto al futuro como al pasado. De todos modos hemos traído de recuerdo un cenicero. Es muy bonito. En su fondo tiene unas palabras grabadas especialmente para nosotros:
NO TALEN LOS ÁRBOLES.
NO CONTAMINEN MÁS AÚN EL AIRE Y LOS CAMPOS.
NO ENTINGAN A LAS DEMÁS ESPECIES ANIMALES.
Y… NO PEREZCAN EN EL ESFUERZO.
Creo que hemos cometido un error terrible al viajar a Lo Fantástico. Aparte de no lograr ningún resultado positivo, temo que los cambios estructurales hayan dañado a Aurelia, quizás en forma irreversible. Le ha subido la temperatura. Cuando le quisimos poner un supositorio, un médico que casualmente pasaba por allí dijo que no serviría de nada, pues no reconocía en Aurelia a uno de sus congéneres. Cuando comenzó a presentar ciertos síntomas, nos desesperamos –nuestra amada estaba enferma- y como último recurso la consultamos a ella misma. Nos dijo que era presa de una enfermedad incurable que la deterioraba poco a poco, producto del viaje a La Fantasía , de sus aires raros, de esa niebla tan oscura, y nos habló de otras causas… Claro que a esa altura creo que divagaba un poco.
Aurelia va involucionando poco a poco. Nos duele mucho ver el deterioro de algo que en un tiempo fue tan hermoso. La pintura multicolor se descascara fácilmente y la sombrilla está ya raída. No coordina muy bien y no nos atrevemos a viajar en ella.
Hoy nos reunimos en consejo y hemos considerado la posibilidad de construir una nueva máquina del tiempo. Las opiniones han sido muy variadas. Al final votamos y las negativas resultaron ser el sesenta por ciento del total, así que no construiremos una Aurelia Dos. Pero hay otros proyectos: una nave espacial más rápida que la luz, un aparato para transferir materia y muchos otros. A cada proyecto se le asignará un equipo y se le dará un plazo de un año para presentarlo con claridad. Estoy solo, pues elegí un proyecto que todos evitaron: La Máquina para Hablar con Dios.
Como Aurelia agoniza, he investigado un poco en torno a mi proyecto y temo –aunque no he profundizado mucho todavía- que La Máquina para Hablar con Dios sea equivalente a La Máquina para Hablar con Nosotros Mismos.
Hoy murió Aurelia.”
Ya les dije que el relato me pareció muy extraño para tentar siquiera mi credulidad –y mi buen gusto- pero peor efecto –una terrible depresión- causó en el tercero de mis hijos, el que tiene doce años… Germán.
FIN
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