Para los amantes de las mascotas, muestro nuevamente este cuento, ya publicado en el blog.
EL FACTOR MASCOTA
Los tres
hombres se complementaban perfectamente, haciendo el mejor equipo exterminador
de ese sistema, razón de más para que sus honorarios no estuvieran siempre al
alcance de sus posibles empleadores. Esta vez su paga no solo era tan buena
como acostumbraban sino que recibirían una excelente bonificación, todo por un
trabajo que parecía el más sencillo de cuantos hubieran realizado en mucho
tiempo.
¡Qué apuesta
extraña, ésta de los bulkos! Todavía no dejaba de sorprenderse. El anterior
dueño había dicho, antes de apostarlos, que eran los animales más tiernos que
hubiera conocido -aunque su poco
amigable aspecto y sus garras y dientes gigantescos lo disimulaban mucho- y que
comían, a pesar de su gran tamaño, sorprendentemente poco y que fácilmente
valían el doble de lo que estaban apostando. Como el mundo de donde venían los
animales y su dueño era desconocido por todos, ninguno pudo aconsejarlo sobre
qué tanta verdad había en sus palabras pero ¡qué más daba! ¡No sería la primera
vez que apostaba a ciegas! Fue una corazonada pues... ¿qué necesidad tenía él,
que nunca había tenido especial afecto por ningún organismo vivo, a excepción
del suyo, de arriesgar dinero para ganar esos voluminosos animales? Fue al
verlos tras esas rejas, con ese aire de resignación y enorme desamparo, que sin saber bien por qué, aceptó
la apuesta... y los ganó. Los ganó como había venido ganando todo lo que
apostara quien quisiera jugar con él.
Un buen día el
capitán de la nave le mostró un planeta, con difusas explicaciones y disculpas
le dijo que allí se bajaría y lo depositó en ese mundo con todas sus
pertenencias, incluyendo por supuesto la pareja de bulkos.
Le dieron,
aunque tuvo que pagar buen dinero por ello, abundante alimento, un purificador
de agua, una cabaña de auto ensamblaje y productores de energía como para que
no le faltara luz por las noches. Claro que con todo ese equipo no le sacaban
de arriba el problema de lo que pasaría
cuando se terminaran los víveres… ¿Qué haría cuando no tuviera qué comer? Sus
mascotas parecían muy amigables pero... en caso de tener hambre ¿no verían en
él un bocado tentador?
Tenían como
siempre, todo cuidadosamente planeado. Habían estudiado la operación como
solían hacerlo, separando y analizando cada factor que lo componía: El Factor
Terreno… El planeta era un gigantesco
pantano y el lugar en particular donde se encontraba su víctima era una pequeña
isla, inaccesible por tierra, con una fauna acuática con predadores de poco
porte y poco o ningún peligro y sin ninguna especie especialmente peligrosa en
el aire; El Factor Víctima, en donde ésta víctima, a diferencia de otras muchas
no era potencialmente peligrosa por sí misma. Su objetivo era un jugador, muy
hábil con los naipes pero totalmente incapaz de cualquier comportamiento
violento. Había cometido la gran estupidez de robar una enorme cantidad de
dinero y documentos de una de las asociaciones mafiosas más grandes de ese
sector del universo y había escondido todo en algún lugar. Tendrían que, antes
de matarlo, lograr que confesara el lugar donde estaba esa fortuna. Pero por lo
demás, ni siquiera tendría armas con él. El Factor Seguridad Externa era algo
que muchas veces los inquietaba pero esta vez hasta esa ventaja tenían. No tendrían
que preocuparse de guardaespaldas profesionales armados a guerra, ni de
intrincadas tecnologías de protección, nada de eso. Solo había un factor que
puso, al principio, algo de
incertidumbre, lo que llamaron El Factor Mascota. Es que se habían enterado por
el capitán de la nave de que su objetivo había ganado en una partida dos
animales de aspecto impresionante, un tiempo antes de su expulsión del navío
estelar y habían descendido con él. En realidad había sido esa antipática manía de ganarle todo a todos lo que había
impulsado al capitán a despedirlo de la nave, bajándolo en tan desolado lugar.
“De otra forma –explicó- no se hubiera detenido hasta ser dueño de la nave o
hasta que le quemaran el vientre con un triple láser”. Antes de descender, el
anterior dueño de sus mascotas volvió a tranquilizarlo: “Esas criaturas, a
pesar de su gran tamaño y de su fiero aspecto, son totalmente inofensivas.
Imagínense, en todo el viaje no realizaron ni una sola vez un ruido molesto.
¡Ni siquiera abrieron la boca para algo que no fuera bostezar o tragar su
escasa alimentación!”
Ya con poco
alimento había resuelto guardar lo que quedaba para su consumo y liberar a sus
adorados bulkos para que se alimentaran –si podían- por sí mismos. Como ellos
portaban correas de seguridad automáticas –dispositivos muy utilizados en
mascotas al aire libre- lo solucionó programando las correas para que no se
acercaran a menos de cincuenta metros estándar de la cabaña. El no salía mas
allá de esta distancia pues a partir de allí comenzaba el penumbroso pantano.
Luego, los llevó fuera de este círculo y los soltó, no sin antes retirarles la
pesada dosis de tranquilizantes que desde hacía mucho tiempo se les
suministraba. El anterior dueño le había advertido –y con extrema seriedad- que
bajo ningún concepto debía retirarles las dosis diarias de drogas porque podía
ser catastrófico. Le explicó que les eran indispensables para adecuarse a un
medio ambiente tan extraño e incompatible con su naturaleza como era el de una
nave espacial, y que de otra forma se liberaría su temperamento, demostrando su
hostilidad hacia el entorno. Con su docto y veraz tono no logró convencerlo del
todo pero de todas formas había cumplido religiosamente suministrando hasta ese
momento, ya sea en los sólidos como con los líquidos, sus tranquilizantes. Pero
si iba a dejarlos a sus expensas para que se las arreglaran comiendo lo que
pudieran, tenían que estar en buenas condiciones, tanto como nunca. Era lo
menos que podía hacer por ellos. Había observado sus ojos y estaba seguro que
una fuerza destructora, cual joya extraña, se agitaba tras ellos. Pero sabía
que también había afecto tras esa lejanía propia del sopor de las drogas y él
les correspondía jugando, poniéndoles nombres extraños y contándoles sus
aventuras como jugador.
Luego de su
liberación la transformación fue progresiva pero no por eso menos sorprendente.
Era como si se hubiera roto la cáscara de un huevo y hubiera salido de su
interior un ser completamente distinto a lo que uno podía imaginarse por la envoltura.
Poco a poco, a medida que se iban escapando del efecto de las drogas comenzaron
a moverse con cierta agilidad y en cierto punto comenzaron a saltar y a
corretear entre las marismas –le sorprendió que no se ahogaran allí mismo-
emitiendo rugidos y voces discordantes que nunca les había escuchado antes,
sonidos tras de los que se vislumbraba auténtica felicidad por su recién
adquirida libertad. Luego no los vió por dos días. Al tercero, aparecieron con
un voluminoso trozo de carne que parecía un miembro locomotor de algo, no sabía
de qué –ni quería saber- y se lo dejaron al borde del límite marcado por las
correas. Como si estuviera soñando se vió tomando la carne, asarla, y al
comprobar su buen sabor -aunque algo
exótico- devorarla. Así comenzó una relación extraña y nueva, por lo menos para
él. Maravillado, razonaba que quizás su anterior dueño había entrenado a sus
mascotas para compartir sus presas y ellas seguían esta costumbre.
Dentro de la
desolación en la que vivía, tuvo la tranquilidad de que no moriría de hambre.
Los tres
iban separados por unos treinta metros.
La noche estaba tan oscura como podía desearse para el tipo de faena que los
ocupaba. Se deslizaban de matorral en matorral, a escasos dos metros de la
superficie del pantano.
-¿Hay algo?
-Nada extraño.
-¿Seguro que no
hay fauna peligrosa aquí?
-Segurísimo. No
hay en este planeta ningún animal carnívoro que signifique amenaza alguna para
nosotros... ¿Por qué preguntas?
-Porque sucede
algo extraño. ¿No sienten una sensación? –los sensibles intercomunicadores por
un momento dejaron de transmitir hasta la respiración de los cazadores quienes,
instintivamente, pararon a escuchar.
-En realidad no
se siente nada, está todo silencioso...-
-¡Eso!
¡Silencioso! No es normal en un lugar como éste. Pero... ¿No sienten como si
nos estuvieran observando?
-¡Vamos! ¡Estás
sugestionado por el lugar!
El pantano era
en verdad lúgubre. Colgajos de luz se deslizaban entre las ramas de algunos
arbustos y una alfombra de variadas especies vegetales, que en ocasiones
dejaban asomar espejos de agua bañados en vaporosa bruma, era todo lo que había
para ver. En ocasiones, una brisa fría los sumergía en una bolsa de niebla que
al retirarse los dejaba brillantes y húmedos...
-¡Deténgase!
¡Mis detectores marcaron movimiento, movimiento hacia ti, Tres!
-¿Hacia mí?
-Sí, pero ya no
hay nada.
-Puede ser
cualquier cosa. Si no hay peligro ¿por qué preocuparnos y ponernos nerviosos?
Es un desgaste inútil. Pero... ¡hay algo delante de mí!
-¿Qué?
Tres fue
capturado y bajado de su vehículo apenas con un chapoteo, sin un grito.
El deslizador
quedó flotando, solo y sin tripulante, allí mismo.
-¡Uno!
-¡Ya lo sé!
¡Busquemos a Tres!
-¡Yo ví como
una sombra lo sacó de encima de su aparato! ¡No lo encontraremos! ¡Sigamos y
acabemos de una vez!
-¡Elevémonos y
salgamos de esta zona!
Cuando ya casi
alcanza la seguridad de la altura, de un matorral arborescente un enorme y
difuso soplo de oscuridad salta sobre Uno. Es el adiós. Allí queda su
deslizador, a escasos metros sobre el pantano.
El chapuzón, el
grito ahogado, la alarma, la ráfaga del triple láser que hace hervir el agua y
quema tallos y hojas... Dos está enardecido. Está a punto de tirar un potente
explosivo en el lugar pero el trabajo se iría al diablo y con o sin sus
compañeros tiene una misión que cumplir. No se acercará a la superficie del
pantano. Hará un semicírculo y caerá exactamente sobre la cabaña. Eso hará.
Matará al cretino que tiene que matar y tendrá que disfrutar él de la paga de
todos ¡Qué remedio! Eso lo anima.
Sonó la
alarma.- ¿Alarma de qué?- se preguntó, al tiempo que se enderezaba en su lecho.
Buscó el interruptor de la luz y el lugar de donde salía el molesto sonido -¡No
puedo creer! ¡Me despierta para esto! Aunque ¿si me atacan a mí? ¡No tengo
ninguna defensa contra ellos!-
Preocupado,
reforzó las puertas y ventanas y se recostó, sin poder dormir y con la luz
encendida. Lo último que esperaba era que se terminaran las fuentes de energía
de las correas de sus mascotas. Ahora estaban realmente libres, libres para ir
donde quisieran ir, libres aún para acercarse a su cabaña, tirar la puerta y
entrar en ella. ¡Diablos! ¡Tenía que sacarse esa idea de la cabeza! Pero pensó
que esa noche tardaría mucho en dormirse.
-¡Allí estaba!
¡Pero con la luz encendida! Estaría despierta su presa ¡No importaba!-
Acercó el
deslizador a escasos metros de la construcción y se aproximó a pie. Sería menos
visible así. Preparó su láser, revisó su cuchillo y si no hubiera sido por un
leve chapoteo a sus espaldas y un titilar nervioso de sus detectores de vida y
movimiento, hubiera en cinco minutos tirado abajo la puerta, dominado al
ocupante y mediante poderosas drogas le hubiera sacado el secreto paradero del
botín. Luego lo hubiera asesinado, retirándose con tanta rapidez como había
llegado...pero el chapoteo fué la diferencia. Nunca llegó a levantar su láser
para destrozar la puerta de la pequeña construcción. Tampoco llegó a sentirse
otro ruido que el desgarro de ropas, huesos y carne propios de la división de
una presa.
Es que los
bulkos son leales por naturaleza. Son terribles animales que desde milenios
conviven con el hombre bajo códigos muy especiales en ese mundo salvaje y lleno
de pantanos y aventuras de donde arrancaron a dos de sus fieras. Habían
encontrado allí un lugar parecido a su mundo natal y habían encontrado también
a quién servir ¿Qué más podían desear? Pronto se agrandaría la familia y
conquistarían poco a poco, todos los pantanos.
Nunca olvidó el
sabor de la carne que le ofrecieron sus bulkos al día siguiente, carne que esta
vez le dejaron en la propia puerta de su sencilla vivienda y tampoco pudo
evitar vomitar cuando descubrió las armas, el deslizador y otros restos de la
matanza, a escasos metros de la cabaña.
También
comprendió que aunque no pensaba aceptarles carne sospechosa por un tiempo, era
afortunado al poseer tan hermosa pareja de mascotas, adquiridas por una
corazonada que le había salvado la vida.
Al tiempo,
utilizando el deslizador reconstruyó lo ocurrido e incluso recuperó la nave que
había utilizado los asesinos para llegar al planeta. Tenía muchos deseos de
disfrutar de su antigua vida pero la prudencia le aconsejó esconder la nave,
borrar huellas y permanecer en ese planeta un tiempo más, pues... ¿en qué otro
lugar estaría más seguro?
FIN
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