“Dícese
de un paro de actividades laborales, realizado por los trabajadores, del cual
se conoce el comienzo pero no su final”
El
enorme edificio parecía en ebullición. Multitud de humanos entraban y salían
por sus amplias puertas frontales, en un torbellino de colores de piel,
idiomas, sexos, edades y todo tipo de vestimentas… Dentro, los que no iban de
aquí para allá, estaban a la espera en el gran vestíbulo, algunos de pie, otros
sentados en las bancas que había a tal efecto y no faltaban quienes, con todas
las bancas ocupadas y sin querer estar de pie, se habían instalado lo más
cómodamente posible en el piso. Había quienes charlaban, comían, algunos
dormitaban y los que habían venido con niños los regañaban y trataban de
entretenerlos de alguna forma.
Pero
todos, invariablemente, estaban atentos a los grandes letreros luminosos donde
esperaban que aparecieran sus nombres para ser atendidos en alguna de las
pequeñas oficinas que una junto a otra, llenaban los largos pasillos que nacían
en la sala.
Era
estremecedor pensar que los que estaban allí eran una pequeñísima fracción de
todas las personas que utilizaban los servicios de El Sindicalista. Había un
sinnúmero de operadores en todo el edificio que cumplían los deberes de una
agencia de empleos organizando citas laborales, coordinando viajes,
solucionando inconvenientes, consiguiéndoles trabajo a quién lo deseara en
planetas algunos de ellos muy lejanos.
Así
funcionaba la enorme red laboral de El Sindicalista.
En una
oficina elevada, tras una gran vidriera
con vista al inmenso y cerrado patio que hacía de vestíbulo Julius Nase
–más conocido como “El Sindicalista”- miró a la periodista que lo estaba
interrogando.
-¿Por
qué me dicen El Sindicalista? Es como preguntarme por qué me preocupo de que la
gente que me lo pide consiga trabajo… el mejor trabajo posible.
Nindé
Preba, periodista de una revista interplanetaria muy de moda, carraspeó y dijo:
-¿Y
por qué lo hace? ¿Por qué se preocupa por todos los que solicitan su ayuda?
Aunque no lo hace gratis…
-No,
no lo hago gratis. No puedo hacerlo gratis… Cómo verá hay muchas personas que
trabajan aquí y hay que pagarles. Yo mismo cobro cierta cantidad de dinero,
pero le aseguro que nuestros salarios no son altos, no nos estamos
enriqueciendo con esto. ¡Son tantos los gastos! ¡Todo cuesta dinero! A pesar de
que la mayoría de las solicitudes se solucionan a distancia y que posiblemente
todas podrían ser resueltas así, muchos vienen invariablemente aquí, a veces de
lugares muy lejanos. A ellos se les procura alojamiento y algo de comida… Se
les da vestimenta apropiada si no la tienen y luego está el viaje hasta el
lugar de trabajo… a veces son planetas muy distantes… luego están todos los
arreglos que debemos hacer cuando los que nos piden ayuda están lejos… a todos
ayudamos en lo que necesiten… Gastamos muchísimo dinero aquí y de alguna parte
tiene que salir.
-Lo
entiendo. Quizás esta entrevista pueda hacer que algún benefactor los ayude.
-Se
agradecen todas las colaboraciones, de cualquier tipo.
-La
pregunta…
-¿La
pregunta era por qué lo hago?
-Así
es.
-Porque
una vez fui uno de ellos –dijo, señalando hacia el patio-… y casi muero en el
intento… fue un sindicato el que me salvó la vida.
-¿Casi
muere? ¿Un sindicato le salvó la vida?- insistió intrigada.
Julius
parecía incómodo cuando respondió.
-Este
es un planeta extraño sabe… No tenemos muchas fábricas… Sobre todo cultivamos
cosas… en este mundo encontrará decenas,
centenares, de millones de hectáreas plantadas con cereales y otros vegetales
que luego se venden al exterior… esa es la base de nuestra economía. Pero los
precios interplanetarios bajan y suben y cuando bajan, aunque no se crea, aquí
muchos tienen dificultades hasta para comer. Los grandes empresarios no… ellos
pueden asimilar pérdidas y bajones de producción o de precios y si el negocio
no es bueno simplemente toman su dinero y se van a otro lugar, dejando enormes
superficies sin cultivar y a máquinas y humanos sin trabajo, hasta que las
condiciones mejoren. Luego están los terratenientes y empresarios con algo
menos de dinero, medianos digamos… estos, si las cosas van mal pueden perder
todo, aunque nunca corren el riesgo de quedar sin comida en sus mesas… y luego
estamos nosotros, que no tenemos nada y que dependemos de trabajar diariamente
para algo tan básico como comer decentemente o simplemente comer. Así que
imagínese… nosotros, los campesinos pobres, los asalariados, los empleados
zafrales, siempre somos los más sensibles a estos vaivenes de precios y cambios
en los volúmenes de producción…
-Debe
de ser terrible depender tanto de los mercados…-le dijo la chica, animándolo…
-¡Ciertamente!
¡Es terrible! –y continuó- Estábamos en una de esas rachas… en un bajón de
precios; lo que se estaba cosechando estaba cubriendo apenas los costos, había
incertidumbre sobre si se seguiría cultivando inmediatamente o no y el dinero
que estábamos ganando… pues, no nos permitía especular sobre si habría trabajo
o no. Era casi seguro que en no mucho tiempo pasaríamos hambre. Había que
buscar trabajo fuera y lo único que se me ocurrió, junto con un grupo de
personas como yo fue emplearnos como mercenarios.
Las
Casas de Leva Estelar abundan en planetas como éste. Casi todas las ciudades
importantes tienen una. A las milicias les encantan los campesinos y aquí
abundan. Saben que pueden pasar años sin que ningún ciudadano entre a llenar un
formulario de enrolamiento, pero cuando la economía se cae pueden, de un día
para otro, tener centenares de miles, millones, de reclutas, de buenos
reclutas.
-¿Son
buenos reclutas?
-Los
campesinos somos los mejores…
-¿Y
hay trabajos para todos en la milicia?
-¡Claro
que sí! ¡Si hay algo que no falta en este universo son guerras! ¡Porque como si
no alcanzara con hacer la guerra por todos los motivos políticos que se pueda
imaginar, además se hace la guerra por la guerra misma!
-No
lo entiendo…
-La
guerra es un negocio en sí… y todos los que ganan grandes cantidades de dinero
con las guerras no permitirán que se terminen.
-Es
triste que piense así…
-¿Triste?
Es real… Veamos…¿Usted quería saber cómo comencé a preocuparme por los
desempleados? ¿Y por qué me dicen El Sindicalista? Le contaré por qué y debería
de saber que mucho de lo que sucedió lo averigüé luego, preguntando, investigando…
-Cuénteme…
para eso estoy aquí…- le dijo la periodista.
-Luego
de firmar un contrato y de que nos adelantaran algo de dinero, que hicimos
llegar a nuestras familias, nos embarcamos hacia Feel-9, donde estos
contratistas tienen su base. Allí nos quedamos por unos diez días estándar o
quizás más… No teníamos prisa en realidad, pues nuestros contratos eran por un
período de tiempo fijo, no por una campaña en especial…
-¿Ganaban
dinero sin combatir? ¿Sin trabajar?
-Pues
sí… y no era nuestro problema… pero sabíamos que en algún momento íbamos a
ganarnos nuestro dinero… a trabajar, como dice usted.
-Entrenaron
durante ese tiempo, supongo…
-No,
solo comimos y dormimos…
-Eso
es extraño…
-Si,
lo era, pero en ese momento solo estábamos felices… Nuestras familias tenían
dinero, nosotros comíamos y todo estaba bien… Aunque yo tenía un mal
presentimiento…
-Un…
¿Mal presentimiento?
-¡Ajá!
No era normal no entrenar… Por lo menos se supone que tienes que practicar con
el equipo que utilizarás en el combate, familiarizarte con él, practicar tiro…
Cuando finalmente nos equiparon, mi presentimiento fue empeorando…
-¿Qué
sucedió?
-Prácticamente
nos equiparon al pie de los transportes… Nos poníamos los uniformes, nuestras
armaduras, tomábamos nuestros rifles, nuestras mochilas y nos subíamos a las
naves que nos llevarían a nuestro destino…
El
Sindicalista hizo una pausa y continuó…
-Todo
nuestro equipo estaba reluciente, era nuevo, sin estrenar, todo, arma,
uniformes, protecciones… los uniformes eran muy bonitos y coloridos…
-¿Y
eso no es normal?
-No…
no lo es… para soldados novatos como nosotros no… Los rifles brillaban… Les vi
la marca… eran BLUFU… y empecé a preocuparme en serio.
-¿Por
la marca de fabricación?
-Si…
había escuchado cosas sobre BLUFU… Aquí ya la conocíamos…
-Yo
he comprado electrodomésticos BLUFU… ¿Son tan malos?
-No,
no son malos… ¿Sabe que BLUFU es un planeta? Es un planeta que es una inmensa
fábrica… Allí fabrican todo, absolutamente. Como fabrican masivamente es normal
que haya mercadería que salga con problemas de calidad…
La
periodista escuchaba atentamente… comenzó a alzar una ceja y pareció a punto de
decir algo…
Más
El Sindicalista la interrumpió-Pero el punto es que ellos tienen muy buenos
filtros de calidad… Seguramente sus electrodomésticos son excelentes…
-No
entiendo entonces…
-Por
otro lado tienen un defecto, un serio defecto…
Al
ver que la periodista no iba a comentar nada continuó.
-Ellos
venden todo, absolutamente.
-No…
-Si
usted es un oportunista y quiere comprar mercadería barata, en BLUFU siempre
hay ofertas. No quiere decir que tengan mucha mercadería defectuosa pero es tan
monstruoso el volumen que producen, de todo, que seguramente siempre hay
enormes cantidades de “algo” en oferta…
-¿Y
producen armas?
-Muchas…
ya le mencioné que esas armas, todo el equipo en realidad, era BLUFU.
-¿Esas
armas no funcionaban?
-No
lo sabríamos hasta disparar, pues si algo no soy es experto en armas, pero
comencé a investigar los rifles y muchos tenían defectos visibles, miras y
caños defectuosos, problemas en las pantallas de tiro o simplemente la
electrónica no les funcionaba, cargadores que no calzaban bien, muchas cosas…
Hasta me llegué a preguntar si las municiones eran realmente municiones y si
las armaduras detendrían algún disparo o todo era un chiste para hacernos
parecer soldados.
-¿Pensó
que podían ser una especie de “puesta en escena”?
-Eso
pensé... Es más, deseaba que fuera algo así, que nuestro trabajo no iba a ser
dispararle a nadie sino aparentar ser peligrosos, por alguna razón, para asustar
a alguien… Quizás nos llevaban a algún lugar en donde nuestra presencia fuera
suficiente para ahuyentar a rebeldes civiles, a estudiantes protestones, cosas
así.
-¿Y
qué sucedió?
Julius
suspiró. Parecía que lo que debía recordar no era de su agrado.
-Al
descender en Harmony 11, que así se llamaba el planeta, nos llevaron a unas
trincheras… en plena zona de guerra. Bajamos bajo fuego enemigo y perdimos dos
o tres naves transporte… Rápidamente nos escondimos en unas anchas zanjas que…
pues… -suspiró- estaban llenas de muertos y heridos. Les estaban dando una
soberana paliza y supuse que nosotros éramos los refuerzos.
Resultamos
ser el recambio… en las mismas naves que llegamos se fueron todos los que
quedaban vivos, heridos o no y también los muertos… afortunadamente se los
llevaron también. Las trincheras quedaron para nosotros.
-¿Tenían
miedo?
-¡Claro
que teníamos miedo! Y más miedo tuvimos cuando siguieron disparándonos y nos
dimos cuenta de que las trincheras por sí mismas no nos protegían lo suficiente…
-respiró hondo y continuó- Y peor fue cuando pretendimos disparar con nuestras
armas y muchas fallaron… no todas, pero un porcentaje alto ni siquiera disparó…
-¿Y
qué hicieron?
-¡Rezar!
Rezamos para que al enemigo no se le ocurriera acercarse a las trincheras… Y
los que teníamos armas que relativamente funcionaban disparábamos el doble,
para no mostrar nuestra debilidad…
-¿Eso
resultó?
-No…
al aumentar la cadencia de fuego las armas que parecían sanas mostraron otros
defectos y gran cantidad dejaron de funcionar…
-La
mirada desesperada de Julius a la periodista parecía revivir ese momento- Pero
por el momento no atacaron las trincheras, se dedicaron a seguir machacando
nuestras posiciones con cohetes y armas pesadas y algún ocasional disparo de
fancotirador.
Así
estuvimos por lo que pareció tres ciclos diurnos… el día allí duraba como
treinta horas estándar. Nos turnábamos para descansar, tratábamos de reparar
algún arma y sobre todo mirábamos hacia el lado del enemigo. Sabíamos que en
cuánto decidieran atacarnos, sería nuestro fin.
-¿Y
qué sucedió luego?
-Cuando
pensaron que estábamos suficientemente machacados, atacaron…
La
periodista guardó silencio, expectante.
El
Sindicalista continuó su relato –Ya desde los primeros disparos vimos que no
los íbamos a contener. Nuestro poder de fuego era muy reducido y peor todavía,
la munición de la que disponíamos no parecía perforar sus armaduras… ¡Era un
espectáculo horrible ver acercarse a esos gigantes acribillando nuestras
líneas! En ese momento no sabía que los atacantes eran los Tourí de Kampelen,
de las mejores tropas mercenarias de todo el Universo Conocido…
-¿Y
cómo sobrevivieron?
-No
todos sobrevivimos, pero cuando ellos llegaron a las trincheras y ya nos
dábamos por muertos, de pronto el ataque se detuvo... ¡Parecía un milagro! ¡Se
detuvieron!
-¿Se
detuvieron?
-¡Si!
Quedaron quietos, apuntándonos con sus armas, con sus armaduras y máscaras faciales pintadas, sin moverse, totalmente inmóviles, como si estuvieran
escuchando alguna orden o conversaran entre ellos.
-¿Y
luego?
-Se
retiraron… totalmente. No cruzaron ni media palabra con nosotros, simplemente
se dieron media vuelta y se marcharon.
-¿Eso
sucedió?
-Eso
sucedió… Y a partir de allí me prometí ayudar a todos los que buscaban empleo
para que no cayeran en trampas como esa… Si el empleo es riesgoso, que por lo
menos tengan la posibilidad de defenderse… Y luego me hice defensor de los
sindicatos.
-¿Por
eso le llaman El Sindicalista?
-Me
llaman El Sindicalista porque un sindicato me salvó la vida.
-No
entiendo…
-Luego
de que nos sacaran de ese planeta o de que sacaran a los que quedábamos vivos,
que no éramos muchos –aunque podría haber sido peor-, no regresé inmediatamente
aquí. Quedé conmocionado por lo que sucedió en ese planeta, así que a la vez
que pensaba en cómo hacer para ayudar a todos aquellos desempleados, a los desesperados que estaban dispuestos a ir a
cualquier parte y a hacer cualquier cosa sin ningún tipo de garantías,
investigué lo que había sucedido en Harmony 11, hasta encontrar una respuesta …
¡Es que quería saber por qué no estaba muerto!
Escuche
bien, porque aquí comienza la parte más interesante de su entrevista…
La
periodista tomó un sorbo de té y se dispuso a escuchar.
El
primer factor de esta historia eran los Taurí, las tropas mercenarias enemigas.
Nuestro contratista estaba convencido de que no importaba las tropas que
pusiera frente a los taurí, estas serían derrotadas por esos mercenarios. De
hecho estaba pasando. Sus tropas estaban siendo masacradas y sus costos en
materiales y en personal, sueldos y seguros, se le estaban yendo de las manos.
En determinado momento decidió que si no bajaba los costos perdería dinero.
-¿No
se podía retirar del lugar?
-No…
perdería el pago del trabajo y perdería futuros contratos.
-Pero
sabía que no podía ganar…
-No
necesitaba ganar… el contrato solo lo obligaba a combatir, a resistirse y a
tener bajas. No era necesario ganar para cobrar.
-Entonces…
-Contrató
los mercenarios más baratos que pudo encontrar y les proporcionó el equipo más
barato que existía.
-Armamento
y accesorios BLUFU…-dijo la chica, pensativa.
-Así
es, todo nuevo y reluciente, pero defectuoso… y obviamente comprado a un precio
ridículo.
-¿Y
ustedes también eran baratos?
-¡Claro!
No teníamos experiencia militar y estábamos desesperados por ganar algún
dinero. Salarios bajos y seguros de vida bajos, eso éramos. Supongo que entre
el equipo y nuestros pagos poner a uno de nosotros en esas trincheras le costó
la quinta parte de lo que podía haber costado un profesional.
-Y
los iban a matar…
-Nos
iban a matar a todos… pero aun pagando el seguro, le quedaba por cada uno de
nosotros un dinero importante.
El
segundo factor es que las fuerzas mercenarias más poderosas –y también las más
costosas- están sindicalizadas. Estando organizados y en una profesión tan
riesgosa, tienen determinadas garantías, mejores seguros, mejor cobertura
médica, mejor equipamiento… demás está decir que ellos jamás hubieran caído en
una trampa como la que nos hicieron a nosotros.
La
periodista lo miraba pensativa.
Y
el tercer factor fue la reunión.
Esto
sucedió en una nave estelar orbitando un planeta no especificado, apenas una
hora estándar antes del avance de los taurí a las trincheras que ocupaban Julius
Nase y compañía en Harmony 11:
“El
clima en torno a la mesa era algo áspero. El general Tini, encargado por la
Federación de negociar con los sindicalizados Tourí y Senkanos, principal
cuerpo mercenario con el que contaban, escuchaba con atención, pero cada vez se
sentía más inquieto. La negociación no le estaba siendo muy favorable.
-¡Habíamos
acordado que por cada 300 ciclos estándar de servicio se nos iba a dar una
décima parte de lo ganado como premio y diez ciclos de alojamiento pago en
Vontuneque!- dijo Xo´Xor, comandante taurí.
El
general Tini imaginó a las huestes tourí y senkanas en los casinos y playas de
Vontuneque y no pudo menos que exclamar:
-Estimado
comandante, dudo mucho que a las autoridades vontuneques les agrade o acepten
esa idea…
-Y
por qué razón, general? Es que nuestro dinero vale menos que el de todos los
otros visitantes?
-Sin
duda que no, pero…
El
tourí, sin duda muy molesto, lo interrumpió.
-Nos
pidieron exclusividad… nos pidieron que solo peleáramos por la Federación y por
nadie más. Esta condición del contrato nos ha costado perder a antiguos y
queridos clientes, a muchos de los cuáles terminamos combatiendo en vuestro
nombre. Hemos cumplido, con creces, nuestras obligaciones.
El
comandante tourí se levantó y junto con él, tres oficiales más –dos tourí y un
zenkano-. Cuadrándose dijo:
-Está
claro que todavía no tenemos el respeto que merecemos. Está claro que por
contrato debemos pelear sus guerras, pero también está claro que si bien nosotros
cumplimos, ustedes no… así que cuando hay un acuerdo y se rompe, se rompe por
las dos partes. A partir de ahora nuestros frentes de combate se detienen, sean
donde sean y totalmente y así será hasta que reflexionen y revisen su situación.
¡Paramos por tiempo indeterminado, señores!
El
general Tini miró estupefacto a sus colegas de la Federación y luego a los
acompañantes del tourí que había hablado. Cada uno de ellos era el
representante de una fracción de ese cuerpo de mercenarios, el mejor de todos
los conocidos, y por un momento pensó en proponerles por separado algún tipo de
acuerdo. Pero sabía que eso era imposible. Ellos estaban sindicalizados –de
hecho eran un gigantesco y poderoso sindicato- desde hacía mucho tiempo y si
bien eran millones, sin duda a la hora de tomar decisiones eran uno.
El
tourí se inclinó levemente, sin dignarse a mirar la cara de desesperación de
sus contratantes.
-Caballeros…-
Y
se retiraron.
A
partir de ese momento y a medida que iba llegando dicha orden, todas las unidades tourís y zenkanas que
operaban a lo largo y a lo ancho del universo conocido detuvieron sus
actividades.”
-¿Eso
sucedió? ¿Un paro por tiempo indeterminado?
-Esa
es la versión más exacta que escuché de lo que sucedió.
-¡Y
por eso se salvaron ustedes!
-Exactamente…
¡por un paro por tiempo indeterminado!
La
periodista lo miró comprensivamente. Ahora comprendía cabalmente porqué el
apodo.
FIN